Psicosis

Caso 10. Sucedió un 20 de Abril

 “Los escritores somos la voz de nuestros personajes, sin embargo les hacemos hablar sólo lo que nos conviene”.

-ADAMAS.

2016

Aramza Mecer.

Dancing in the dark de Bruce Springsteen sonaba de fondo cuando ella escribía. Le gustaba escucharlo mientras tomaba una manteada —porque no le gustaba el café— y miraba al vacío de la ventana. Afuera no nevaba pero sí hacía frío, corría el aire y pronto se oscurecería. Las teclas sonaban al ser aplastadas por su dedos casi sin uñas, pues había una ansiedad que de vez en cuando le obligaba a morderlas casi sangrándose la piel, pero esa misma ansiedad era momentánea y sólo la visitaba una vez al año, siempre cuando estaba próximo el veinte de abril, una fecha que parecía estar maldita, o al menos así lo veía ella.

—¡Hoy toca celebrar y no acepto un “no” como respuesta! —su pareja, Ximena, había entrado y llevaba una botella de vino en una mano mientras que con la otra sujetaba dos copas de vidrio. Le sonreía y lo mínimo que esperaba, era una sonrisa de regreso, pero no la hubo, solamente una frialdad aterradora.

—No voy a celebrar nada porque no hay nada que celebrar.

—Cariño —contestó la mujer al borde de la desilusión. Pero ya había perdido los años anteriores, para éste se había prometido ser diferente—, dices eso todos los años. No es justo para ninguna de las dos no poder celebrar tu cumpleaños como una pareja normal.

—¿Normal? Desde lo que pasó ya no hay nada normal en esto. No tengo ganas ni de hablar de esa maldita fecha que lo único que hace al acercarse es… sentirme destruida. No quiero que llegue porque no lo quiero ver.

—No vayas.

—¿Qué? ¿Cómo puedes decirme eso?

—Porque te está matando en vida. Es su manera de torturarte y verte sufrir.

—Si no lo hago… ninguna familia va a estar en paz.

—¿Y esto en qué les da paz? No les regresas las vidas de sus hijas con esto.

—No, pero por lo menos les doy algo. Aunque sea un simple trozo de tela, pero ellos ya tienen en donde llorar.

Aramza apagó el computador, echó otra mirada a la ventana y se fue. Había llegado la hora, era dieciocho de abril y Aramza sabía a donde ir. Odiaba hacerlo, odiaba acercarse a ese lugar y verlo a la cara, pero era una forma de pagar por todo lo que alguna vez la hizo feliz. Pero para que nuestra audiencia comprenda lo que está sucediendo, viajemos a unos años antes… Antes, cuando todo comenzó…

2012 - Día 1

Madrid, España.

—¡Vamos Aramza, sonríe! —le gritó Ximena, quien había conocido a Aramza por ser una de las nuevas escritoras en ascenso.

Ximena había tomado las fotografías pasadas, tanto para las biografías del autor, como para las portadas mismas que definían la esencia de cada libro. Aramza era escritora y Ximena fotógrafa profesional, y cuando esos dos mundos se conocieron, comenzó una increíble y tierna relación de dos mujeres que se amaron enloquecidamente la una a la otra.

—Sólo toma la fotografía y ya.

—Vamos cariño, regálame una sonrisa. No te pido más.

—Escribo misterio, la sonrisa viene de sobra.

Pero Ximena no planeaba rendirse, luego de tanto insistir y hacer caras con un gesto extraño, lo logró. Logró que Aramza sonriera por lo menos un poco. El flash salió disparado y al final por fin todo quedaba listo.

—Terminamos. Esta va a ser la fotografía que se coloque en las copias de mañana, y después de eso, tu libro estará listo para ver la luz del mundo. ¿No estás feliz?

—Por supuesto.

—¿Entonces por qué ese gesto de poca miseria?

Aramza suspiró, acarició la portada del libro/muestra que se le quedaba a ella y volvió a leer el título en su mente: «El niño de Damasco».

—Desde hace unos días he pensado mucho en el dicho que dice: “La realidad supera a la ficción”. ¿Crees que hago lo correcto al escribir sobre “ellos”?

—Amor —Ximena la tomó de los hombros—, tú no sólo le das voz a grandes asesinos de la historia, sino que también lo sabes entender. Es lo más realista que alguien podría hacer por “ellos”.

—Siento que lo que hago es estúpido. ¿Cómo le puedo dar voz a alguien sin sentir sus sentimientos, sin saber sus pensamientos, sin ser… “ellos”?

—Anthony Burges no era un Alex DeLarge, y sin embargo lo llevó a conocer al mundo. Pero no vamos a hablar de eso, mejor piensa positivo: piensa que ya en unos días más sale tu libro a la venta, que en unos cuantos días será tu cumpleaños y lo muy bien que la vamos a pasar en nuestro viaje a Jerez. Imagínate, la primera noche las dos juntas bajo un precioso cielo nocturno español. ¿¡No te agrada la idea!?

—Me encanta.

—Entonces quita esa cara, vamos a casa y sigamos preparando todo para el viaje.

La cosa se pintaba tan fácil como planear un viaje seguro a Jerez , sin embargo lo complicado llegó esa misma noche, cuando todo se hallaba en silencio, la computadora de Aramza se hallaba encendida y las dos mujeres listas para cerrar maletas. Fue ahí cuando una llamada telefónica lo cambió todo.




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