Año 2016
Aramza Mecer.
Dancing in the dark de Bruce Springsteen sonaba de fondo siempre que ella escribía. Le gustaba escucharla mientras se tomaba una malteada de fresa o de vainilla, porque cabe aclarar que no le gustaba el café ni el té helado. Afuera no nevaba, pero sí hacía frío, corría el aire y pronto se oscurecería. Las teclas sonaban al ritmo de sus dedos casi sin uñas, pues debajo de ese movimiento rítmico y controlado, se escondía una gran ansiedad que de vez en cuando, la obligaba a morderse las uñas hasta que se terminaba sangrando la piel.
Esa ansiedad era momentánea y solo la visitaba una vez al año, siempre que estaba próximo el veinte de abril; una fecha que parecía estar maldita.
—Hoy toca celebrar, y no acepto un no como respuesta —su hermosa pareja, Ximena, cónyuge de toda su vida, había entrado y llevaba una botella de vino en una mano, mientras que en la otra sujetaba dos copas de vidrio.
Le sonreía, y lo mínimo que esperaba era una sonrisa de regreso, pero no la hubo; solamente una frialdad aterradora.
—No voy a celebrar nada, porque no hay nada que celebrar.
—Cariño —contestó la mujer—, dices lo mismo todos los años. No es justo para ninguna de las dos no poder celebrar tu cumpleaños como una pareja normal.
—¿Normal? Desde lo que pasó ya no hay nada de normal en mi vida. ¿Tú crees que después de todo lo sucedido tengo intenciones de hablar de esa maldita fecha? —pero entonces su tono de voz se suavizó. Detestaba hablar de él, lo odiaba y maldecía el instante en el que lo conoció—. Lo siento, Ximena, pero no quiero que esa fecha se llegue porque no lo quiero ver.
—En ese caso… te pido que no vayas.
—¿Qué? —y ahí estaba otra vez la furia y el desconcierto—. ¿Cómo puedes pedirme algo como eso?
—Porque es precisamente esa situación la que te está matando en vida. Es su manera de torturarte y verte sufrir.
—Si no voy y hablo con él… —Aramza tiró de las mangas de su suéter. Hasta ese momento, sentía que la ropa era lo único que podía protegerla— Ninguna familia va a estar en paz.
—¿A esto le llamas paz? No les regresas las vidas de sus hijas con esto.
—No… pero al menos les doy algo.
Aramza apagó el computador, echó otra mirada a la ventana y se fue. Había llegado la hora, era dieciocho de abril y ella sabía a dónde tenía que ir. Odiaba hacerlo, odiaba acercarse a ese lugar y ver a ese hombre a la cara, pero era una forma de pagar algo que, visto desde otra perspectiva, sí valía por completo la pena.
Año 2012
Día 1
Aramza Mecer y Ximena Hughes se conocieron en la Expo Central de Kiralvo, cuando a Ximena, fotógrafa profesional, le encomendaron la tarea de hacerle un par de retratos a la nueva promesa de la literatura. Por aquel entonces, la carrera de Aramza ya se había consolidado como un suceso de éxito. Con tan solo treinta y ocho años de edad, la mujer ya había escrito alrededor de diecinueve libros, los cuales todos estaban publicados.
—¡Vamos Aramza, sonríe! —le gritó Ximena.
—Sólo toma la fotografía y ya.
—Qué pasa, cariño, regálame una sonrisa.
—Escribo misterio, la sonrisa viene de sobra.
—Ya, pero las sonrisas espantan criminales.
—Lamento informarte, cielo, pero yo creo esos mismos criminales.
Ximena no se daría por vencida, y después de tanto insistir y hacer gestos con tintes cómicos, consiguió que su pareja esbozara una radiante sonrisa.
—Terminamos —Ximena se retiró del cuello la correa de la cámara y luego se dirigió a ella—. Han quedado verdaderamente espectaculares. Mira, pediré que esta sea la que se coloque en las copias de mañana, y después de eso, tu libro estará listo para ver la luz del mundo. ¿Qué pasa, cariño? ¿No estás feliz?
—Claro que lo estoy.
—Entonces ¿por qué ese gesto de poca miseria?
Aramza suspiró, acarició la muestra del futuro libro que pronto sería colocado en todas las librerías y volvió a leer el título. El tren de Damasco.
—Desde hace unos días he pensado mucho en el dicho que dice: La realidad supera a la ficción. ¿Crees que hago lo correcto al escribir sobre… ellos?
—¿Te refieres a los lunáticos de tus historias?
Aramza asintió. Aunque detestaba que Ximena los llamara así, no había podido conseguir que su término cambiara.
—Amor —Ximena la tomó de los hombros—, no solo as creado a los más malévolos asesinos de la literatura moderna, sino que también has plasmados sus sentimientos de una forma que pocos escritores lo han podido hacer.
—Cuando comencé a escribir sobre ellos también lo pensaba, pero ahora… Después de tanto estudiar los casos reales y a los verdaderos autores de la criminología, pienso que mis escritos son solo un cascarón de la idea que tengo sobre ellos.
—Eso se llama autosabotaje.
—Cómo le puedo dar voz a alguien sin estar en su pellejo, sin saber sus pensamientos, sin saber sus motivaciones… sin ser ellos.
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Editado: 11.11.2024