Psicosis

Caso 11. Kitty-Kitty

Día 1

Maclovia Gales

Paul Keaton había llegado al pueblo hace unas cuantas semanas, sin embargo parecía ser que ya había visitado todos y cada uno de los bares y centros nocturnos construidos en un pueblo de no menos quinientos habitantes. A Paul le gustaba divertirse, pasarla bien y llevarse a la cama a cuanta mujer se le cruzara por el frente. Y en este momento muchos estarán pensando: “qué mierda de hombre”, algunos porque no digo que todos, sin embargo, vamos a intentar “justificar” el comportamiento de Paul con lo único bueno que podría existir en el proceso de ligue, conquista y acostón; y es que él jamás pensaba engañarte, decirte una sarta de cosas románticas que sólo te enamoraran para luego destruirte el corazón. No, él no era así, más bien le gustaba decir las cosas de frente, dejar en claro que él sólo buscaba sexo, besos, caricias y un adiós.

Paul comenzaba a aburrirse del pueblo, los centros y bares eran pocos, tanto que muy pronto su interés por ellos fue olvidado; hasta que, una mañana de domingo se dio cuenta, por un anuncio en el periódico, sobre un centro en especial. El nombre «Kitty-Kitty» resaltaba en grande acaparando casi todo el espacio del anuncio. Las criticas eran buenas, la selección de bebidas también lo era y sin más qué pensar o preguntar, Paul se dispuso a que esa misma noche, tendría que presentarse.

—¿Por qué no me habías hablado de este lugar? —preguntó a su compañero. El lugareño que pronto se había convertido en su compañero y amigo, (y con el que también había subido y bajado de bar en bar).

—Ah… —contestó. Aunque no muy contento por el comentario— Kitty-Kitty. No pensé que fuera importante o relevante para ti.

—¿Bromas? —Paul volvió las ojos al anuncio— Tiene muy buenas críticas.

—Escucha Paul, tal vez no nos dejen entrar. El lugar es muy reservado en cuanto a quien lo visita, y prefiero no recibir un desplante.

—Oxten, soy Paul Keaton. Todavía no ha nacido el que me pueda dar un “no” por respuesta. ¿Entiendes?

Su compañero y amigo enarcó las cejas. La simple idea de acercarse al bar no le agradaba en lo absoluto, sin embargo existía la posibilidad de que todos los rumores que circulaban alrededor de su anfitriona, fueran falsos.

No dijo nada y esperó hasta la noche,

Kitty-Kitty brillaba en lo alto. No era una cantina para señores, ni un centro exclusivo para jóvenes, no, Kitty-Kitty era más que eso. Desde bebidas y taberneros sonrientes, hasta un prostíbulo de mujeres bellas y mimadas. Sin duda alguna, los ojos de Paul quedaron asombrados, todavía aun cuando no había entrado. Lamentablemente y como bien Oxten le había comentado, el cadenero le denegó el acceso. Provocando que aquello causara en el gran egocentrismo de Paul una enorme grieta.

—¿Tienes idea de quién soy? —gruñó el hombre empujando con ambas manos al guardia de seguridad.

—Por lo mismo de que jamás te he visto por estos lugares es que te estoy impidiendo la entrada.

—Quita esa maldita cadena y déjame entrar, o te atienes a las consecuencias.

—Inténtalo —lo retó el guardia, que si bien no era bajo, medía exactamente lo mismo que él.

Por dentro el ambiente ya había alcanzado su punto. Todos bailaban, eran ajenos a lo que estaba sucediendo en la entrada; y por lo mismo, su propietaria tampoco lo hubiera hecho, sino hasta que una de sus amigas y trabajadoras, se acercó para informarle al oído.

—Hay problemas afuera, Maco.

—¿Problemas de qué tipo? —habló con una voz calmada pero firme.

Maclovia Gales era una mujer impresionante en cuanto a belleza, inteligencia, comportamiento y personalidad. Era alta, con una figura delgada en cada parte del cuerpo, y que si bien no alcanzaba la talla de senos como otras mujeres, el resto de su cuerpo era suficiente para dar de qué hablar. A Maco le gustaba el maquillaje, sin embargo no abusaba de él, se coloreaba los labios de un rojo chillante, sombras oscuras en los ojos y los lunares y pecas que de por sí ya resaltaban en su piel extrañamente pálida.

—Afuera hay dos sujetos que quieren entrar, pero tu portero favorito no les permite la entrada.

Maco pensó en él y en su extraño comportamiento. Hace años que lo había contratado y en tantos meses no había hecho algo semejante, lo que significaba que algo andaba mal.

—Quiero verlos.

Cuando llegó al cuarto desde donde se monitoreaba todo Kitty-Kitty y sus entradas, detalló más perfectamente al hombre alto, grueso y de buena apariencia que empujaba, gruñía y exigía la entrada.

—Margaret —Maco le dijo a la mujer que le había avisado—, dile que lo deje entrar.

—¿Que entre? ¿Estás segura, Maco?

—Margaret —volvió a repetir—, dile que lo deje entrar.

Finalmente, y pensando que había pesado su insistencia y atractivo faz, Paul y compañía entraron a pasos agigantados que buscaban la barra del bar. Paul lucía contento y orgulloso, no obstante Oxten no pensaba lo mismo. Decidió apartarse de su compañero, ir a bailar y olvidarse de la bochornosa escena de hace unos minutos. Fue entonces cuando una fina silueta de mujer ocupó el asiento vacante cerca de Paul.




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