Psicosis

Caso 13. Ojos que lloran en la oscuridad (1/3)

Día 1

Irina Warren.

Sin darse cuenta, se había quedado dormida en medio del campo. Los mosquitos comenzaban a picarle, le zumbaban en los oídos y le picoteaban los brazos. Le había cumplido el deseo a su hija Haley de acompañarla, a ella, al esposo de esta y a sus dos nietos: Mitchell y Emily, a una de las preciosas cascadas de River Brontë, pero debido a su avanzada edad, Irina pronto comenzó a sentirse somnolienta. Buscó un lugarcito tranquilo, colocó una delgada sábana sobre el pasto verde y después se tumbó sobre ella. Al cabo de unos segundos, se quedó profundamente dormida.

La señora Warren soñaba. A través de hermosos paisajes oníricos, se veía feliz y dichosa, ya que en su vida no le faltaba nada; su esposo había fallecido hace un par de años atrás y la familia de su única hija decidió mudarse con ella para no abandonarle. Pero entonces, y cuando más calmada estaba, un grito de horror la hizo incorporarse y despertar. Un viento frío y asfixiante sopló en la pradera, el cabello blanco le voló sobre la cabeza y también le golpeó la cara. Irina no supo qué era lo que estaba sintiendo, pero de lo que sí estaba segura, es que había un dolor constante estrujándole el pecho. Algo le decía que no había ningún problema con su familia, pero sí con alguien más.

Sin sentir cómo sucedió, la anciana se puso de pie y comenzó a caminar. Pronto ese lugar se fue haciendo cada vez más y más oscuro, las nubes en el cielo lo pintaron de negro, el viento se hizo más frío y al verse perdida en medio de un denso lago de árboles, la mujer se arrepintió de haber entrado. Miró hacia atrás, pero ya no veía la salida, y aún en contra de todo su buen juicio, siguió a delante. Pasó sobre algunas ramas, pisó las hojas secas y sus manos arrugadas buscaron la manera de aferrarse a la dura corteza de los troncos, no fuese que se resbalara. Pero entonces, un aroma de muerte le acarició la nariz.

—Aquí estoy. Aquí, Irina, aquí —parecía decirle el hedor.

—¡No puede ser! —se llevó las manos a la boca.

La aterrada mujer no podía creer de lo que estaba siendo testigo, pues en el fondo de un profundo agujero, con aterradora forma de tumba, se hallaba el cuerpo inerte de una jovencita. Había sido asesinada. Tenía la piel llena de heridas, la poca ropa que le quedaba estaba cubierta de tierra, su rostro tenía un color amarillo y en el árbol que yacía cerca de la tumba, se hallaba escrito con la misma sangre de la joven, una frase que rezaba: Ayúdame a volver, me han asesinado.

***

—¡AYUDA! ¡AYUDA! —los gritos de Irina turbaron la quietud de la noche.

—¡¿Qué tienes?! ¡¿Qué te pasa?! —Haley llegó un segundo después— ¡Mamá, abre los ojos, estás soñando! ¡Mamá, por favor, despierta!

La anciana se irguió en su cama, se retiró el cabello mojado de la frente y solo entonces permitió que su hija la abrazara.

—Fue horrible, Haley, fue espantoso.

—Tranquila, mamá, tuviste una pesadilla.

—¿Te sientes bien, abuela? —bajo el umbral de la habitación, Mitchell y Emily se abrazaban el uno al otro.

—Tranquilos —contestó su madre—, la abuela solo tuvo una pesadilla. Mitchell, lleva a tu hermana a la cama y duerman. Todo estará bien.

En cuanto los dos niños desaparecieron, Haley pudo concentrarse enteramente en su aterrada madre, quien no dejaba de clavarle las uñas en los brazos.

—Duerme, mamá, te hará bien.

—¿Cuándo hicimos el viaje a River Brontë?

—¿River Brontë? —Haley frunció el cejo— Todavía no lo hemos hecho. Lo haremos este sábado que viene.

—¿Es decir que no hemos ido al Brontë?

—No.

Irina parpadeó un par de veces. El estremecimiento por el sueño ya comenzaba a desvanecerse y ella comenzaba a sentirse como toda una lunática.

—Creo que lo olvidé. Ya sabes, la edad y este sueño me han distorsionado el mundo. Tienes razón, regresar a dormir es lo mejor que podría hacer.

—Está bien, mamá. Descansa —Haley le dio un tierno beso en la frente y después se marchó.

Al regresar a su dormitorio la mujer encontró a su esposo, despierto y sentado al borde de la cama, con un visible gesto de preocupación.

—¿Está bien? —le preguntó.

—Sí. Seguramente fue una pesadilla. ¿Puedes creerlo? Pensó que ya habíamos hecho el viaje al Brontë.

—Tal vez eso sea lo que soñó. Mi madre también suele tener sueños en donde se cae, o la golpea un objeto —Raldo abrazó a su esposa—. Ven aquí, cariño, volvamos a dormir.

Haley lo besó y después de apagar la luz, ambos se volvieron a meter entre las sábanas.

Día 2

Cuando el sol matutino coronó el cielo, todo parecía estar en completa calma. Haley se hallaba en la cocina preparando el desayuno mientras su madre y el resto de la familia descansaban en la sala, frente al televisor viendo las noticias y tomando una taza de café. Pero cuando llevó los platos hasta ellos, en la televisión apareció el reportaje que cambiaría sus vidas, principalmente la de Irina.

—Paz y tranquilidad es lo único que piden los padres, familiares y amigos de la joven de quince años, Jamia Grey —habló la reportera—. Jamia desapareció el pasado lunes alrededor de las tres de la tarde. Su madre dio alerta a la policía y los agentes han iniciado con su búsqueda, lamentablemente no han tenido mucho éxito. Se les pide a los televidentes que si saben algo acerca de esta joven, se comuniquen a los teléfonos que están apareciendo en su pantalla. Ayúdenos a terminar con esta angustia.




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