Psicosis

Caso 13. Ojos que lloran en la oscuridad

Día 1

Irina Warren.

Sin darse cuenta, se había quedado dormida en medio del campo, los mosquitos comenzaban a picarle, le zumbaban en los oídos y le picoteaban los brazos. Le había cumplido el deseo a su hija Haley de llevarla, a ella y a sus dos nietos: Mitchell y Emily, a una de las preciosas cascadas de River Brontë, pero dado el caso y la edad de setenta y siete años de Irina, ésta se sintió cansada y, echando una sábana en medio del pasto verde, se quedó unos minutos dormida mientras Haley y sus dos hijos regresaban.

La señora Warren soñaba, se sentía feliz y dichosa ya que nada le hacía falta en su vida. Su esposo había fallecido hace un par de años y la familia de su única hija se había mudado con ella para no abandonarle; sin embargo y cuando más calmada estaba, un grito le hizo levantarse de golpe. Sintió un viento frío que sopló en la pradera, el cabello blanco le voló y golpeó la cara. Irina no supo qué era lo que estaba sintiendo, pero un dolor se le pintó en el pecho. Algo le decía que no había ningún problema con su familia, pero sí con alguien más.

Sin sentir cómo, se puso de pie y comenzó a caminar, pronto ese lugar se fue haciendo cada vez más y más oscuro, las nubes en el cielo lo pintaron de negro, el viento se hizo más frío y en medio de un denso lago de árboles, la mujer se arrepintió de haber entrado. Miró hacia atrás, ya no veía la salida, y en contra de su buen juicio, siguió a delante. Pasó sobre ramas, pisó las hojas secas que sonaban, las manos arrugadas y las uñas pintadas de rojo se aferraron a los troncos de los árboles para no tropezar y lastimarse; entonces, un aroma de muerte le susurró en la nariz: “Aquí estoy”.

La aterrada mujer no podía creer de lo que estaba siendo testigo. En el fondo de un agujero y con escabrosa forma de tumba, se hallaba el cuerpo de una jovencita. Había sido asesinada, tenía la piel llena de heridas, su ropa casi deshecha estaba llena de tierra, su rostro estaba casi amarillo y en el árbol cerca de la tumba improvisada se hallaba escrito con la misma sangre de la joven: “Ayúdame a volver, me han asesinado”.

—¡Qué está pasando! ¡No, Dios mío no! —el silencio de la noche estaba siendo interrumpido por los gritos perdidos de Irina, que acostada en su cama, gritaba y se arañaba la cara.

—¡Mamá, cálmate! Mamá fue un sueño, todo está bien —Haley llegó para intentar calmarla. Se metió entre las sábanas y abrazó a la delgada anciana que no paraba de temblar.

—Fue horrible, Haley, fue espantoso.

—Ya mamá, tuviste una pesadilla pero ya todo está bien.

—¿Te sientes bien abuela? —preguntaron los dos niños frente a la puerta del cuarto.

—Tranquilos —contestó su madre—. La abuela sólo tuvo una pesadilla. Mitchell, lleva a tu hermana a la cama y duerman, todo estará bien.

En cuanto los dos pequeños desaparecieron, Haley pudo concentrarse enteramente en su aterrada madre que no dejaba de clavarle las uñas en los brazos.

—Duerme mamá, te hará bien.

—¿Cuándo hicimos el viaje a River Brontë?

—¿River Brontë? Mamá, todavía no lo hemos hecho. Lo haremos este sábado que viene, ya solo faltan dos días.

—¿Es decir que no hemos ido al Brontë?

—No.

—Bueno —después de sentirse como una lunática, intentó que la pregunta pareciera eso, una pregunta hecha por quien se ha olvidado de las cosas—, ya sabes hija, la edad y este sueño me han volteado el mundo. Tienes razón, regresar a dormir es lo mejor que podría hacer.

—Está bien mamá, descansa —Haley le dio un tierno beso en la frente y luego se marchó.

Para cuando Haley estaba caminando de regreso a su recámara, su esposo Raldo la encontró en el pasillo.

—¿Está bien? —preguntó por la anciana.

—Sí, seguramente fue una pesadilla. Le preguntaré en la mañana. ¿Puedes creerlo? Pensó que ya habíamos hecho el viaje al Brontë.

—Tal vez soñó con ese lugar. Bien cariño —el hombre la abrazó—, volvamos a dormir. Tu madre se sentirá bien el sábado cuando por fin estemos en el River.

—Tal vez —y así los dos volvieron a la cama.

Día 2

Por la mañana las cosas parecían estar calmadas. Haley se hallaba en la cocina preparando el desayuno mientras que su madre y el resto de la familia se hallaban en la sala, frente al televisor viendo las noticias y tomando una taza de café. Entonces y para cuando la mujer llegó con los platos de comida, un reportaje de noticiero cambiaría la vida de absolutamente todos los presentes, pero principalmente la de su madre Irina.

—Paz y tranquilidad —comenzó hablando la reportera—, es lo único que piden los padres, familiares y amigos de la joven de quince años, Jamia Gracy .

»Jamia desapareció el pasado lunes, alrededor de las tres de la tarde. Su madre dio alerta a la policía y ésta ha iniciado su búsqueda sin tener mucho éxito. Se les pide a los televidentes que si usted sabe algo acerca de esta joven, llame a los teléfonos que aparecen en su pantalla. Es necesario ponerle un fin a esta angustia.

La televisora presentó la fotografía de la joven desaparecida y a Irina se le heló el corazón.




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