Psicosis

Caso 3. Sin remitente (2/2)

Día 5

Kalani imaginó que un día de trabajo le quitaría de encima los terribles recuerdos de lo que vivió la noche anterior, y a pesar de no haber dormido bien, la mujer se presentó a su puesto de trabajo.

Durante el tiempo que no hubo clientes, Kalani revisó su teléfono móvil y se dirigió al apartado de contactos. Deseaba poder llamar a Charlie y contarle lo que estaba sucediendo, pero conocía perfectamente el temperamento de su mejor amigo y sabía que Charlie era capaz de todo para protegerla. También pensó en llamar a Katherine y Evelyn, pero sintió que aquello preocuparía a Katherine y distraería de su relación a Evelyn.

Se sentía tan sola y asustada. La hora de su almuerzo estaba próxima, sin embargo, pocos minutos antes de su salida el teléfono de su puesto comenzó a timbrar.

—Caja cuatro de Ciesna, ¿en qué le puedo servir?

—La pañoleta no es la misma que utilizaste ayer.

El miedo se levantó como espuma. Kalani observó a todas las personas que se hallaban a su alrededor, pero nadie parecía estar hablando por teléfono.

—¿Qué quieres? ¿Por qué me estás llamando aquí?

—Te quiero a ti, Kalani —y sin esperar a que la mujer le dijera algo más, simplemente colgó.

Kalani se retiró antes de su hora acostumbrada, no podía concentrarse y la cabeza comenzaba a dolerle. Regresó a su casa tras haber cogido un taxi en el centro, y al llegar, cerró con candados y llaves todas las puertas y ventanas que hubo a su alcance. Una vez cumplida dicha faena, tomó un pesado sartén de la cocina y se encerró en su recámara, pero a los pocos segundos, el timbre de su celular la hizo sobresaltarse.

Cuando Kalani se acercó sigilosamente a la pantalla, respiró aliviada al ver que solo se trataba de Bill.

—¿Hola?

—Kalani, ¿por qué demonios le pusiste llave a todas las puertas? Llevo quince minutos tratando de entrar y no puedo.

—En un momento te abro y te explico lo que sucede.

Bill entró furioso, y aunque su pareja le dijo todo sobre la llamada a su trabajo y del misterioso hombre que decía amarla, este simplemente minimizó el problema.

—Trata de ignorarlo y con el tiempo dejará de insistir.

—Tú lo dices porque no es a ti a quien está acosando. ¿Fuiste a la policía?

—Sí, pero me dijeron que no pueden hacer nada.

—¡¿Cómo que no pueden hacer nada?! ¡¿Quieren que se me acerque, que me lastime, o qué quieren para que actúen?!

—Kalani, no tenemos pruebas de que ese tipo realmente quiera lastimarte, y los regalos no son precisamente pruebas de ello.

—Vale, nadie hará nada hasta que me desaparezca o me mate.

—No digas eso.

—Pues lo puede hacer, William…

De pronto, el teléfono de la casa comenzó a sonar y a Kalani se le puso la piel de gallina. Ya ni siquiera podía escuchar el timbre de un teléfono sin deseos de vomitar.

Bill suspiró, se levantó y fue él quien atendió el llamado.

—Tranquila, solo es Charlie.

Kalani comenzó a relajarse, recibió el mango y pasó poco más de dos horas hablando trivialidades, asuntos periféricos que de verdad la hicieron olvidar su infierno.

Día 9

Cualquier persona hubiera deseado que las llamadas se detuvieran, sin embargo, para Kalani esto continuó los siguientes días. El extraño siempre la llamaba cuando estaba en su trabajo y antes de acostarse, pero ojo que esto no paró aquí, pues aparte de realizar llamados a los teléfonos fijos, también le envió algunos mensajes de texto a su celular y a su correo electrónico bajo una cuenta anónima.

Los mensajes básicamente eran poemas compuestos a su belleza, en ellos el hombre relataba la simetría de su rostro, la sencillez de sus modales, la belleza de sus manos y la elegancia con la que sus piernas lucían la falda del uniforme bancario. Por desgracia, la policía tampoco la tomó en serio, pues al ver que aquello no representaba amenaza alguna, pensaron que solo se trataba de un enamorado deseando llamar su atención.

Kalani sacaba espuma de rabia. Le daba tanto coraje que la policía y su propia pareja trataran el asunto como algo sencillo de ignorar.

El día sábado volvió a llegar, y en lugar de salir, Kalani y Bill prefirieron quedarse en casa, poner uno de los discos de vinilo y limpiar los muebles.

—¡Kalani! —Bill la llamó desde la sala — Sacaré la basura antes de que pase el camión, ¿no vas a tirar nada más?

Kalani salió de una de las habitaciones mientras se sacudía las manos llenas de polvo.

—Yo la sacaré. ¿Podrías mover el refrigerador a su lugar?

Bill accedió, le entregó la bolsa de los residuos a ella y después se dirigió a la cocina, sin embargo, ni siquiera pudo llegar a tocar el aparato porque el grito de su mujer lo puso en alerta.

Kalani había salido, pero tan pronto abrió la puerta, se topó con una caja de regular tamaño ubicada sobre el pórtico.

—¡Bill, ven pronto!




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