Día 32
Los peritos encontraron una bufanda escondida entre los cajones del armario. Sin saberlo, aquella peculiar prenda sería la tan buscada arma homicida. La autopsia reveló varios patrones irregulares que no correspondían ni a una soga ni a los dedos de la mano, sin embargo y al compararlos con las rosas bordadas en seda que adornaban la tela, estos eran prácticamente los mismos. A Tania Maxwell la habían ahorcado con una bufanda.
—Ya se los dije cuando me lo preguntaron, Tania y yo llevábamos saliendo un par de veces desde que la invité a cenar el primer día que nos conocimos. La noche en la que la mataron, yo la había pasado a dejar a su residencia y no la volví a ver hasta que ustedes me interrogaron y me dijeron que estaba muerta —Donovan estaba sentado frente a la mesa del interrogatorio, con Helmer y Polly al frente suyo.
—Eso responde por qué tu semen estaba en el cuerpo de la víctima.
—Sí, tuve sexo con ella antes de dejarla en su casa.
—¿Qué hay de esto, Donovan? —Polly dejó sobre la mesa una fotografía de la bufanda—. Una cámara de seguridad te captó usándola el mismo día en el que asesinaron a Tania.
—Así es, es mía, bueno, era mía. Se la dejé a Tania cuando nos despedimos.
—Y supongo que todo ocurrió esa misma noche.
—Tania me la pidió porque la bufanda tenía el olor de mi perfume. De verdad no van a creer que yo lo hice, no tengo motivos para haberla matado. Tania… era un amor… No era como esas diseñadoras pedantes que se sienten con el poder de gobernar al mundo.
Polly se sentó frente a él.
—No desvíes el tema, Donovan. ¿Qué hiciste después de que salieron a cenar la noche del homicidio?
—Ya se los dije, fuimos a cenar al Lanfer, platicamos un rato, nos coqueteamos como de costumbre y mientras manejaba hacia su casa, orillé el auto para tener sexo. Al llegar me despedí de ella y fue entonces cuando me pidió mi bufanda. Ella se bajó y jamás la volví a ver.
—¿No viste a nadie más entrar a la casa?
—No. De hecho… no había nadie. Eso es lo extraño, que no había nadie cuando normalmente la casa está plagada de guardias cuidando los jardines.
Elmer suspiró.
—Puedes irte. Gracias por tu tiempo.
—El asesino entró por la ventana —dijo Polly apenas Donovan se marchó.
—¿No se te hace raro? No encontramos ni una sola huella en toda la habitación, pero sí la de un tenis. Es como si el atacante quería que la encontráramos.
—Tal vez olvidó limpiarla.
—No lo creo. Tal vez… la dejó apropósito. Tal vez el asesino no entró por la ventana y nos quiere hacer creer que sí lo hizo.
—Pero la puerta estaba cerrada con llave. Por dentro.
El rostro de Elmer se ensombreció.
—Tania lo conocía.
—El asesino entró, Tania lo dejó entrar porque lo conocía, y apenas estuvo adentro cerró la puerta para evitar que la diseñadora saliera corriendo y escapara.
—Polly —Elmer la miró a los ojos—, ¿te has puesto a pensar que tal vez, en lugar de ser un hombre, haya sido una mujer?
Día 47
Los agentes volvieron a interrogar al personal de la residencia, con la esperanza de que alguno de ellos modificara su testimonio o pudieran aportar algún otro detalle que en su momento pasaran por alto.
Por suerte, pudieron conseguirlo. La señora Grace Sandel dijo que, la noche en la que asesinaron a Tania, un par de ruidos sucedidos en las altas horas de la noche, consiguieron arrancarle el sueño. El ama de llaves no pudo especificar el horario, pero estuvo de acuerdo en que eran entre las dos y tres de la madrugada.
El ruido había sido provocado por un par de autos.
—Donovan dijo que él pasó a dejarla.
—Y no lo contradigo, pero lo que le estoy diciendo, agente, es que no fue solo un auto el que escuché, sino dos.
—¿Dos autos? ¿Al mismo tiempo?
La señora Grace negó con la cabeza.
—Primero escuché el motor de un deportivo. Y créame que sé de qué le estoy ablando. He trabajado muchos años para la señorita Tania como para reconocer el aullido de un Pagani Zonda.
—¿Y el segundo auto?
—Una hora después. No me vea así, ¿de verdad cree que podría volver a conciliar el sueño después de tanto alboroto? El segundo auto parecía más una camioneta.
—¿Una camioneta?
—Así es.
Las mentes de Polly y Elmer volaron directo hacia la cruz. Así es como la habían trasladado desde los estudios hasta la casa de Tania.
—Señora Grace, ¿cómo es posible que nadie escuchara o viera algo? ¿No se supone que hay guardias?
El ama de llaves soltó una sonrisa amarga.
—¿Y usted de verdad cree que sirven esos guardias? Si un mocoso de quince años consiguió colarse. Yo le dije a la señorita Tania que despidiera a esos ineptos, pero el único pecado que cometió esa adorable muchacha fue pasarse de buena. Dijo que si los despedía, sus familias sufrirían los problemas del desempleo.
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Editado: 11.11.2024