Psicosis

Caso 9. A veces un adiós es bueno Primera parte (3/3)

Día 3

Las veces que le pegaba o la lastimaba, era para después volverla a acariciar. Le decía que él la quería, pero que allá afuera nadie más lo haría. Le dijo que con él estaría a salvo, pero que en cuanto saliera, el mundo entero la tildaría de una ofrecida y de una regalada. Le infundió miedo, amenazó con que aquella humillación le costaría demasiado a su familia, sobre todo después de que los medios de la prensa se enteraran cómo él había ultrajado su cuerpo y su mente.

—No llores, Trixie —le dijo él mientras le pasaba una esponja con jabón en la espalda desnuda.

—¿Por qué me tratas así?

—¿Así cómo, preciosa? —el hombre le dio un beso en uno de sus hombros desnudos.

Trixie tembló, detrás de ese beso se escondía el recuerdo de los primeros golpes.

—Con… —cerró los ojos, tratando de eliminar el asco que le producían aquellas palabras— cariño.

—¿No se supone que a las mujeres se les debe tratar con dulzura?

«En ti hay todo menos dulzura, maldito bastardo», deseó poder responderle, pero no lo hizo.

—Por favor, por favor, déjame ir. Te prometo que no le diré a nadie lo que pasó.

El hombre cambió su posición; se colocó delante de ella y antes de comenzar a frotarle los brazos con esa misma esponja, le besó los labios.

—¿No eres feliz conmigo, Trixie? ¿De verdad quieres salir y tener que contarle al mundo lo que te he hecho? Qué dirán de tu padre que no supo protegerte, o de que por culpa de tu madre te escapaste de casa.

—Ellos pueden afrontarlo, lo que nunca superarían es que yo no regresara a casa.

Los ojos del hombre se oscurecieron. Desde que trajo a Trixie a su guarida, supo de inmediato que no sería una mujer nada fácil de manipular. Sin embargo, todavía tenía una última estrategia para conseguirlo.

—Vamos, levántate.

—¿A dónde vas a llevarme?

—¿Recuerdas que te dije que al final te daría un premio? Pues ya es hora de conseguirlo.

—¿Qué me vas a hacer?

El hombre le sonrió.

—Nada que tú no quieras. Vamos, aún tenemos mucho de qué hablar.

Día 6

Doll´s House había cerrado sus puertas. El recinto de doble piso se hallaba bajo custodia policial, rodeado de cintas rojas, cercas de protección y oficiales que intercambiaban turno para cuidar que nadie se acercara. El dueño se vio molesto tras recibir la orden policial, pero nada pudo hacer para evitar que los agentes tomasen las instalaciones.

Lo terrible de todo, es que a pesar de contar con una alta seguridad, volvió a suceder. ¿Cómo? Nadie lo supo.

Samantha y Richard se hallaban dentro de la oficina del agente, estudiando y repasando todos los archivos entregados por la forense, cuando, en un repentino acto de irrupción, uno de los guardias entró a la oficina casi gritando.

—¡Agente Richard! —Samantha, quien se había quedado dormida sobre el escritorio, abrió los ojos de golpe— ¡Está sucediendo! Al parecer es otra chica que planea lanzarse.

—¡Demonios! ¡Señorita F. despierte!

Y todavía, con la saliva escurriendo por el borde de sus labios, Samantha corrió detrás de él.

—¡Espere, agente Richard, no le servirá de nada dialogar!

Pero Harris no le respondió.

La mente del hombre era un intrincado amasijo de pensamientos. La realidad y la crudeza habían sido sus mejores maestros dentro del campo los años que llevaba laborando como agente. Así mismo, Richard sabía que era apostar todo, o arriesgarse a perderlo.

Rezó con todas sus fuerzas para que al llegar, la joven siguiera aún con vida. Un plan ya se entretejía en su cerebro, y aunque su moral le gritaba que se arriesgaba mucho al ejecutarlo, lo cierto es que él no permitía que la derrota lo revolcara.

El viento gélido lo golpeó en la cara cuando abrió la puerta y se asomó a la terraza. Trixie yacía en el borde, tenía los pies descalzos, el mismo vestido rosa con el que desapareció y una enorme mancha de sangre donde la tela abrazaba sus glúteos.

—¡Trixie Moore! —le gritó Richard. Que su experiencia lo acompañara en lo que planeaba hacer, porque él se aseguraría de cargar con las consecuencias—. Ese es tu nombre, ¿verdad?

La joven permaneció en silencio. Richard continuó:

—Déjame decirte que estaba bastante tranquilo tomando mi café cuando alguien me informó de tu presencia.

Los ojos de Samantha se abrieron en un caótico gesto de sorpresa.

—Él viene —la voz de Trixie estaba rota.

—Ya sé que él viene, lo han dicho las otras mujeres que estuvieron en tu lugar —al fondo, Samantha sentía deseos de golpearle y gritar que se detuviera—. Escucha, vamos a terminar con todo lo más pronto posible. Tú te lanzas, yo lo catalogo como suicidio y asunto concluido.

La agente abrió la boca, estaba lista para refutar; cuando el repentino grito de Trixie Moore puso a vibrar todos los cimientos.




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