Psicosis

Caso 13. Ojos que lloran en la oscuridad (2/3)

Día 3

Las horas pasaron en un insoportable sentimiento de zozobra. Después de abandonar la comisaría, Haley acompañó a su madre hasta su habitación para que descansara mientras Raldo pasaba a recoger a los niños; de pronto, y tras haberse quedado dormida, Irina sintió que las suaves manos de su hija se apoyaban sobre ella y la sacudían.

—Mamá, despierta. La encontraron, encontraron el cuerpo de la joven.

Cualquiera hubiese pensado que aquello sería el final de la historia; un desenlace que si bien terminó en tragedia, sí consiguió dar la primera de las respuestas. Por desgracia, el hallazgo solo fue el preludio de todo. La policía detuvo a Irina, considerándola como la principal sospechosa.

La desaparición que en su momento fue cubierta por medios televisivos y periodísticos, ahora se había convertido en un vil asesinato cometido con total indiferencia humana. A Jamia Grey la habían estrangulado con una cuerda, le trazaron cortes en todo lo largo de sus piernas y brazos, le rebanaron parte del busto y finalmente el atacante le había llenado la boca con pasto y hojas secas. Quien fuera autor de tan aberrante crimen, sin duda había sembrado un sentimiento de histeria y furia en todos los ciudadanos.

—Ya se lo repetí, señor agente, yo la soñé. Jamás podría hacerle nada a esa joven. Míreme, estas manos de vejez no pueden ni siquiera levantar un vaso de agua sin temblar. ¿Cree que podría causarle ese dolor a la joven?

—Usted no, pero… Hasta donde nosotros sabemos, vive con dos personas más…

—Basta—Haley intervino—, ya no digas nada más. El abogado viene en camino.

—No lo tome personal, señora Warren.

Haley le lanzó una mirada furiosa.

—Es injusto lo que está haciendo. Gracias a mi madre es que encontraron el cuerpo de la chica, y lo primero que hacen es culparla a ella y de paso insinuar que nosotros tuvimos algo que ver.

—Yo no insinué nada, señora, pero me es relativamente extraño que su madre halla precisado con tanta facilidad el lugar exacto en donde encontramos a la víctima. ¿Su madre es vidente, lee cartas o hace trabajos de brujería?

—¿Perdón? Desde luego que no.

—¿Entonces? ¿No será que se siente culpable y por eso ha decidido denunciar?

—¡¿Cómo se atreve a decir eso?!

—Haley —Raldo la tomó de la mano—, no nos servirá de nada alterarnos. Esperemos al abogado y que él resuelva este problema.

Las horas que sobrevinieron a continuación se convirtieron en un verdadero tormento. Los oficiales tuvieron el tacto de no recluirla en una celda, pero tampoco dejaron que abandonara la oficina, incluso cuando el abogado de la familia llegó y se entrevistó con ella. Para suerte de Irina, la defensa no consiguió obtener ninguna prueba que la vinculase al homicidio, y por ende se vieron obligados a liberarla.

Durante el camino de regreso a casa, Haley escuchó como su madre, sentada en el asiento trasero, sollozaba en silencio.

—No fue tu culpa —le dijo—. Ellos te culparon porque no tenían a quién más culpar.

La anciana se limpió los ojos.

—Me siento mal por la madre de Jamia. Perder a un hijo ha de ser horrible, pero saber que lo han asesinado y que no pudiste hacer nada para impedirlo, ha de ser el peor sentimiento de la vida.

—Duerme un poco, mamá, te despertaré cuando hayamos llegado.

El resto del camino, Irina permaneció en silencio, intentó olvidarse de todo y del trago amargo que había sido hablar con la policía, pensó que bien o mal, al encontrar el cadáver, la fiscalía podría comenzar su trabajo y dar con el infame responsable. Pensó que el caso se cerraría y todo sería reducido al pasado, pero, atormentada por el mismo demonio, las pesadillas de la anciana se convirtieron en una constante onírica cuando las sábanas de su cama le dieron la bienvenida.

Sin conocer por completo la envergadura de sus problemas, Irina volvió a soñar. Donde antes vio un bosque, ahora se hallaba tendida en su cama, levantándose de golpe cuando un grupo de ruidos extraños la obligaron a despegar los párpados. La anciana se incorporó, apoyó sus arrugadas manos sobre las sábanas y de inmediato estas llamaron su atención. Con un poco más de claridad y tiento, Irina se dio cuenta de que no estaba en su habitación, sino en un cuarto totalmente diferente al suyo. De pronto, vio una sombra oscura cruzar bajo el umbral de la puerta.

—¿Haley? ¿Hija, eres tú? —preguntó, pero de pronto, se quedó totalmente aterrorizada cuando la criatura que merodeaba los recovecos de la oscuridad decidió asomarse. Sorprendentemente, aquello se trataba de un espantoso esqueleto humano. Un cuerpo escuálido, sin carne ni piel, y su apariencia era tan aterradora como desconcertante, pues en el lugar en el que deberían estar los huecos para los ojos, la nariz y la boca, no había nada, excepto una dura capa de hueso que recubría desde la frente hasta el mentón.

—¡¿Qué es eso?! ¡Aléjate, no me hagas daño!

Pero cuando los escasos rayos de luna iluminaron a la criatura, Irina se dio cuenta de que llevaba puesto un traje de gala con corbata gris y zapatos de vestir. De pronto, el esqueleto levantó su mano y le indicó con uno de sus dedos huesudos que lo siguiera.




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