Día 4
Era el cuarto día por la mañana, y Will y Nath no dejaban de verse el uno al otro. Los dos llevaban más de una hora esperando al tercero del grupo, que entre promesas y disculpas, había jurado pasar todo el día entero con sus amigos. Aburrida y acalorada, Natalie se quitó el vestido floreado, dejando al descubierto su bañador, y se arrojó a la piscina. La chica descansaba en la horilla, mientras Will, intentando sostener la mirada hacia otro lado, le enviaba el primer mensaje de la mañana a su madre.
—“Hola”.
—“Hola, cielo, ¿cómo va todo por allá?”
—“Genial, El lugar es muy bonito, y entre más lo conozco más me enamoro de él. Mañana es nuestro último día y para el lunes en la mañana estaré regresando a casa”.
—“Me alegra escuchar eso, cielo. Te espero pronto”.
—”Adiós”.
Y apenas el joven apartó su mirada del móvil, sorprendió a Natalie mirándolo.
—¿Qué pasa? —se atrevió a preguntarle.
—Nada —repuso la joven, luchando por ocultar su nerviosismo—. Es que… solo sonríes así cuando recibes un mensaje de tu madre.
—¿Vas a reírte por eso?
—¿Qué? ¡No! No tendría por qué hacerlo. ¿O por qué lo dices?
El chico se encogió de hombros.
—Imaginé que lo volverías a hacer como… Olvídalo, no tiene caso.
—¿Que lo volvería a hacer? —Natalie salió de la piscina— Yo no…
—Te dije que lo olvidaras.
—Will, yo nunca… —pero antes de que esta pudiera seguir hablando, los gritos ensordecedores de Chase se abrieron camino hacia ellos.
—No lloren, no quiero demandas ni reclamos porque estoy pasando la peor resaca de mi vida.
—¿Es enserio, Chase? —Natalie le lanzó una mirada furiosa—. Se supone que deseabas hacer este viaje para pasar tiempo con nosotros antes de que te fueras a la universidad, y desde que llegamos has hecho otras cosas, menos estar con nosotros.
—No grites, que la cabeza está a punto de explotarme.
—Ella tiene razón —Will se levantó de su asiento—. Este viaje fue más para tu diversión que para la nuestra.
—¿De verdad se van a poner así? Oigan, está bien, entiendo que los he abandonado por varios días y por diferentes motivos…
—Bebidas y mujeres se llaman tus motivos.
—Les juro que valió la pena.
—¿Ah, sí? —Nath se cruzó de brazos—. ¿Por qué valió la pena? No me digas, ya te contagiaron de sida.
—¡Púdrete, perra!
—¡No le grites! —Will se metió entre ambos.
—Yo no le puedo gritar pero ella sí puede tratar de ofenderme. A diferencia de ustedes dos, yo sí he hecho algo productivo con mi vida desde que llegamos.
—Dejar todos tus dólares en bebidas no es muy productivo.
—De hecho, conocí a una mujer maravillosa de la que me he enamorado.
Tanto Will como Natalie se llevaron las manos a la frente.
—¿Te has enamorado de una lugareña? Eso es lo más estúpido que pudiste haber hecho. ¿Qué piensas hacer cuando nos vayamos, llevártela en la maleta a Estados Unidos?
—Créeme que si se me presenta la oportunidad, por supuesto que lo haría. Me siento enamorado y ustedes dos saben de dicho sentimiento. Vean, hasta me regaló una fotografía suya.
Natalie le arrancó el retrato de las manos.
—La he visto antes. Siempre está rodeada de hombres.
En respuesta, Chase recuperó la fotografía.
—Por supuesto que habla con muchas personas. Es guía de turismo.
—Yo lo llamaría interés, pero como quieras, vive tu absurda fantasía efímera.
—¡Basta! —Will levantó su voz—. Ya estamos aquí y no quiero pasar las horas que nos quedan en este lugar discutiendo. Vayamos a… Donde sea, pero salgamos de este sitio.
Nadie se atrevió a llevarle la contraria. Will subió al auto rentable y esperó a que Chase abordara el asiento de copiloto y Natalie entrase en el de atrás. Una vez listos, el chico encendió el motor y se alejó del hotel.
—¿A dónde vamos? —preguntó Natalie.
—No lo sé, que lo decida Chase.
—¿Lo ven? Ese es el tipo de actitud que me avinagra cuando estoy con ustedes. Todo quieren que lo decida yo.
—Te recuerdo que este viaje fue tu idea. Sabes perfectamente que los lugares húmedos no van conmigo y que Nath prefiere las bibliotecas.
—Venimos a conocer…
—¡Tú viniste a conocer!
—¡Eso no es cierto! Natalie, dile que no es cierto.
—Will tiene razón, Chase. Este viaje fue hecho a tu gusto sin pensar en nosotros.
—Si no hubiera pensado en ustedes, para empezar no los hubiera traído conmigo.
—Nos trajiste porque te daba miedo viajar solo.
—¡Eso no es cierto! ¿Saben qué? Me cansé, hagan lo que quieran y olvídense de mí. Detén el auto, William.
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Editado: 11.11.2024