Día 17
Después de que el teléfono de la casa sonara, la madre de Will corrió a las escaleras y las subió como si su vida dependiera de ello.
—¡Dime la verdad, William! —gritó, abriendo de golpe la puerta— ¿¡Qué está sucediendo!? —pero entonces, su mirada se desvió hacia los innumerables frascos de calmantes que se amontonaban sobre la mesita de noche.
—Mamá…
—¿Por qué estás tomando tanta pastilla?
—Vete de mi cuarto, por favor.
—¡Por Dios, Will! ¡Te exijo que me digas qué está sucediendo!
—No está pasando nada, ¡vete ya!
Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas.
—¡Tu amigo Chase se quitó la vida!
Y tras la conmoción que le pesó como mil volcanes, William rompió en llanto.
—No tenía que pasar así… ¡No! ¡No! ¡No!
Su madre se acercó a la cama, lo envolvió entre sus brazos y lloró junto con él.
—¿Qué pasó? Por favor, Will, te suplico que me lo digas.
—Nos obligaron.
—¿Quién? ¿A qué?
—Chase ya no está, el pacto ya no existe —susurró.
—¡¿De qué pacto me estás ablando?! Maldita sea, Will, dímelo ya.
Y entonces su hijo se lo contó todo. La mujer terminó tan conmocionada que al principio no supo cómo responder.
—¿Por qué, por qué nunca me lo dijiste?
—Hicimos un pacto de silencio. Nos era tan repugnante que… preferimos dejar de vernos.
—Por Dios, Will, eres mi hijo. Mírame, Will, mírame, te prometo, te juro que todo estará bien.
Hay despedidas que suelen durar semanas, meses o incluso años, pero sin duda las que más se adhieren y lastiman, son las que serán consumidas por la vida. La última vez que William y Natalie volvieron a encontrarse, fue en la honra fúnebre de su mejor amigo. El féretro permaneció cerrado todo el tiempo, y ninguno de los dos tuvo el suficiente valor para acercarse y despedirse de, seguramente, un rostro marcado por la tristeza. Will lloró como nunca. El chico era la representación viva de una vida destruida. Aunque, en realidad todos lo eran.
5 años después
Un balón rojo se alzó en el aire y volvió a caer entre un par de ágiles manos.
—Vacaciones. ¿Qué les parece Brasil? —preguntó Abby.
—Yo había pensado en una visita al Perú —respondió Hal.
—¿Tú qué opinas, Will?
—¿Sobre qué? —el muchacho levantó su mirada hacia ellos.
—¿Puedes dejar un momento los libros? Estamos hablando sobre nuestras vacaciones de verano. Pronto será la graduación y queremos hacer un viaje antes de dejar la universidad.
—¿Viaje? Oh, no. Lo lamento pero conmigo no cuenten.
—¿Es en serio? —Abby se cruzó de brazos—. Will, deja un momento los libros y sal a divertirte. Desde que te conocimos no haces otra cosa que estar encerrado en tu habitación y en los salones de clases. Necesitas vivir.
—Oh, créeme que he vivido lo suficiente como para saber en qué momento decir no. Gracias por la invitación, pero paso.
—Como quieras. Pero si llegas a cambiar de opinión, nuestro vuelo sale el jueves.
—Oigan… Hace mucho tiempo hice un viaje que marcó mi vida, y solo quiero darles algunos consejos como viajero. No les hablen de sus vidas a cualquier desconocido, a pesar de que este les haya agradado. No digan nunca en dónde se están hospedando… Y por nada del mundo bajen del auto en áreas solitarias.
—Tranquilo, Will —Hal le sonrió—. No va a pasarnos nada malo.
El muchacho le regresó la expresión, pero de pronto, un compañero suyo arribó a la sala de estudio en busca de él.
—Oye Will, hay una chica que te está buscando.
—¿A mí?
—Sí. No me quiso decir su nombre, solo me pidió que te viniera a buscar.
William recogió sus cosas, se colocó la correa de su maletín al hombro y emprendió la salida. Se apresuró a caminar entre los colores otoñales del cielo y las hojas que yacían regadas por todo el suelo, pero de pronto y sentada sobre una banca, se encontró a una hermosa joven de ojos avellana que de inmediato se levantaron hacia él
—Hola, Will —dijo con timidez.
—Nath —el aire comenzó a faltarle—. Qué, qué sorpresa.
La chica se levantó de su asiento y se acercó a él.
—Te soy sincera, tampoco imaginé que nos volveríamos a ver.
—¿Qué haces aquí?
—Necesitaba verte. Necesitaba saber algo de ti… Y al fin pude encontrarte. Espero no molestarte con mi presencia.
—Desde luego que no. Disculpa, no sé cómo reaccionar, estoy verdaderamente sorprendido —Will frunció el cejo—. ¿Me estuviste buscando?
—Prácticamente desde… Hace tiempo. Will, ¿sabes qué día es hoy?
Un sabor amargo le impregnó la lengua.
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Editado: 11.11.2024