Un policía que había detrás de él le miró con desaprobación, pero el hombre estaba tan entrenado en su campo que sabía reconocer cuándo era necesario dar respuesta y cuándo no. En mi caso sí lo hizo.
—Señora Vasseur, recibimos una llamada denunciando un secuestro. El rastreo de la placa nos atrajo a su casa y detuvimos a su esposo.
—¿Solo por esa denuncia?
—No, señora. En el auto de su esposo había una joven secuestrada.
Lauren, lástima que su apellido lo he olvidado. ¿Es verdad esto, Kírill? Habías secuestrado a una jovencita de diecinueve años, la habías dejado en tu auto mientras hacías no sé qué dentro de la casa, ¡de nuestra casa! Para luego llevarla a no sé dónde y hacerle quien sabe qué. Suena de locos, suena de ficción, pero adivina qué. ¡Todo fue real! Te gustaba secuestrar mujeres cuando alguien más no te estaba viendo, abusabas de ellas y las utilizabas como juguetes sexuales hasta matarlas. Las golpeabas, les cortabas la lengua y los pezones. Ni en mis peores sueños imaginé a un demonio como tú. Es que hablo de esto y no puedo creer que de verdad pasara. Nos recuerdo en todas esas noches en donde nos besábamos, nos entregábamos el uno al otro, me besabas y gritabas que yo era tuya mientras los dos alcanzábamos nuestros orgasmos. Me da asco pensar que mientras me mordías los senos, recordabas lo que les habías hecho a ellas.
¿Alguna vez fantaseaste con matarme?
De verdad me gustaría saber qué pasó en tu pasado para que tuvieras este coraje de jugar con la vida. Es irónico lo que siento; a veces me siento alagada de ser yo quien de alguna manera te controlaba. Yo era el centro de tu vida. Nunca marcaste un atentado contra mí o me lastimaste, ni siquiera me llegaste a levantar la voz. Yo fui tu esposa y lo más preciado que debías cuidar, ellas eran un pasatiempo y con quien te divertías. Pero… y aquí viene el pero que destruye todos esos halagos, y es que, pensándolo bien, no siempre mantendrías tu autocontrol conmigo.
Vuelvo a pensar en el pasado y recuerdo cuando sucedió. Los dos jugábamos en la bañera, yo te montaba y tú reías sobre mi pecho, sin embargo tu instinto por un momento te venció, el demonio que siempre hubo dentro de ti se asomó, me tomó y sumergió dentro del agua como si intentara matarme.
—¡Cielo, cielo! —gritaste volviéndome a levantar y me abrazaste, cuando yo, estúpidamente creí que jugábamos y que a ti se te había ido la mano.
No puedo evitar sonreír con esos recuerdos, pero una vez más la sombra me oscurece el rostro y las lágrimas vuelven. ¿A caso tiene sentido seguir viviendo encerrada en tu propia mente? Como me hubiera gustado que los psiquiatras que te atendieron me dijeran: Tranquila, señora, su esposo tiene doble personalidad, pero los medicamentos le ayudarán a sanar. Eso es imposible Kírill, dentro de tu cabeza algo andaba mal, tus instintos nacieron contigo y se desarrollaron cuando viste a tu padre asesinar a tu madre. Otra mentira descubierta, pues según tú, tus padres habían muerto en un accidente de avión y tú te terminaste de formar con tu abuela, quien había muerto años antes de conocernos.
Imagina que suspiro. ¿Puedes verme?
No paro de contar las mentiras y los engaños. En mi ventana rota, el sol se ha escondido, ya no llueve y yo me encierro más en mi nueva vida. Creo que ha llegado la hora de despedirme, de contarte cientos de cosas, pero no lo voy a hacer por este medio. He tenido una mejor idea, y haciéndole caso a mi terapeuta de cerrar mi pasado, he tomado mi propia decisión. Al fin lo entiendo y el odio continúa desapareciendo un poco más cada día.
Espera pronto mi regalo, cariño.
P.D.: Todavía te amo.
Holly.
***
Y volvemos a las escenas de los recuerdos. La señora Vasseur espera en el área de visitas, tiene los pies cruzados y las manos inquietas. El aroma y el sonido de las luces son casi familiares. Cuando el guardia entró, ella finalmente pudo respirar tranquila.
Los dos se miraron. Kírill Vasseur estaba sentado frente a ella y ninguno de los dos decía palabra alguna.
—Voy a hablar yo —finalmente fue Holly quien rompió el silencio—, porque no quiero que esto parezca la clásica reunión de quienes se miran a los ojos con tantas cosas por decirse, pero que no se atreven a hablar.
—Comienza, de todas formas ya sé lo que vas a preguntar.
—¿Por qué?
—La respuesta te la han dado los psiquiatras, ¿no es así?
—No me refiero a eso. ¿Por qué me mentiste y fingiste ocupar la piel de alguien que no eras tú? ¿Fuiste infeliz conmigo?
—No digas eso. A tu lado fui el hombre más feliz de la tierra.
—Eso es mentira —los ojos se le llenaron de lágrimas—. Quien no libera su propia naturaleza no puede ser feliz.
—Una vez más te lo digo, querida esposa mía, tú y yo tenemos formas muy diferentes de ver el amor.
—¿Por ejemplo?
—Tú consideras que ser feliz es sentirme bien conmigo mismo, y sí, hasta cierto punto tienes razón, sin embargo, también lo era al verte sonreír. Yo fui feliz al hacerte feliz a ti, Holly. El amor se compone de dos partes: sentirte bien y hacer sentir bien a quien te rodea.
—No hables, Kírill. No quiero salir de aquí preguntándome por qué sucedió.
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Editado: 11.11.2024