Día 10
Oceanside, Oregón.
Amlie y su padre terminaban de desayunar mientras miraban el noticiero de la mañana en el televisor. Orus se hallaba ladrando al cartero que metía la correspondencia al buzón; cuando la noticia que ella tanto temía que fuera a repetirse, fue descrita por la reportera con una tenue sombra de recuerdos.
—Esta mañana fue encontrada otra extremidad humana flotando a unos cuantos metros de la costa Oceanside. Los forenses confirmaron que era la mano derecha de un hombre al que aparentemente habían asesinado. Hasta el momento no hay especulaciones sobre el misterioso asesino y su víctima. La policía pide a la comunidad que se mantengan en alerta.
—Esto no está pasando —Amlie se llevó las manos a la boca como si eso pudiera devolverla a una realidad perdida —. Es lo mismo que Orus y yo encontramos.
—¿Qué es todo el alboroto de allá afuera? Y ¿Qué está pasando aquí adentro?—un hombre joven cruzó la entrada de la puerta. En las manos llevaba dos maletas de gran tamaño y un abrigo que casi le encerraba el rostro.
Se quedó quieto a la espera de una respuesta, pero también sorprendido por el desvelo y los ojos rojos de la muchacha.
—Muchas cosas, hijo. Pero primero deberías pasar, cambiarte de ropa y después te lo explicaremos.
—Estoy fuera de Oregón dos meses y lo primero con lo que me encuentro al llegar a casa es a los vecinos murmurando sobre un asesinato, y a mi hermana llorando. ¿Qué está pasando, papá?
—Hace unos días, Amlie y Orus encontraron una mano flotando en la costa.
—Demonios, eso suena horroroso.
—Y eso que no lo viste tú —la joven se limpió las lágrimas. Intentaba sonreír al tener a su hermano de vuelta, pero el trauma no se lo permitía.
Dominic Nilse era el hermano mayor de Amlie. Los dos se habían criado junto a su padre en Oceanside, y desde tiempos inmemorables ambos hermanos habían pasado juntos aventuras alimentadas por su imaginación; lugares que se transformaban en sus cabezas como cuevas encantadas, paisajes míticos y mares misteriosos. Pero un día, Dom se cansó de solo tener sueños y al cumplir la mayoría de edad, el chico decidió emprender sus aventuras por su propia cuenta. Abandonó la escuela y el negocio de la pesca para emprender viajes que duraban semanas o meses, trabajando en los lugares que visitaba para así sustentar sus gastos.
La tarde había caído. Amlie se hallaba acostada en el suelo sobre una manta marrón, y al lado de ella, su San Bernardo la acompañaba y alejaba sus pesadillas.
—¿Cómo te fue en tu última aventura, Dom? —le preguntó su padre desde la pequeña mesa en donde ambos bebían café.
—Me gustó mucho. Desde hace tiempo tenía ganas de viajar a esas cataratas.
Entonces el hombre devolvió la mirada a donde su hija se perdía en sus sueños.
—Como me gustaría que Amlie pudiera vivir sueños como los tuyos.
—Ella es diferente, papá. Más que exploradora, ella prefiere los paisajes liricos de los libros.
—Lo sé, pero esto realmente la afectó, y lo va a seguir haciendo mientras la policía no detenga los hallazgos.
—Padre, ¿crees que sigan apareciendo partes humanas?
—No lo sé, pero me gustaría pensar que esto termina hoy. O que por lo menos nunca pasó.
—Déjala viajar conmigo.
—¿A dónde?
—Mira, no tengo una gran cantidad de dinero, pero en mi último trabajo logré juntar algo. Unos amigos me han hablado sobre un lugar hermoso. Deja que mi hermana venga conmigo por una semana. Le ayudará a despejarse y a olvidar lo que ocurrió.
—No lo sé, Dom. Siempre has viajado solo o con personas que se cuidan por ellas mismas. ¿Crees poder cuidar de ti y de tu hermana al mismo tiempo?
—Es mi hermana. Amlie y yo somos una sola persona.
—Habla con ella, y si ella está de acuerdo, entonces tienes mi permiso.
Día 11
Si bien el entusiasmo de la chica no fue exacerbado, bastó para darle esperanza de que la maldita imagen de la mano pudiera dejar de perseguirla durante las noches. Despidiéndose de su padre y de Orus, Amlie y Dominic subieron al auto en busca de su primera aventura real juntos.
—¿A dónde vamos a ir?
—Me contaron sobre un lugar muy parecido a los lugares que imaginábamos de pequeños. Por la mañana la nieve se derrite dejando a la vista hermosas montañas y zonas con plantas, por la noche el cielo parece ser pintado con cientos de puntos blancos y brillantes, y al amanecer la nieve brilla como si fuera escarcha.
—Suena hermoso.
—Eso me dijeron. No sé qué tan real sea, pero vamos a averiguarlo.
—¿Y queda en…?
—Alaska.
Dos fronteras por cruzar, y pronto los dos hermanos estarían pisando territorios gélidos, territorios en los que no había nada más que nieve, frío y sus suéteres apenas y serían suficientes para acobijarse bajo el basto frío de la noche.
Día 12
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Editado: 11.11.2024