Psicosis

Caso 18. Saludo mendaz (2/3)

Día 12

Cuando hay un expediente de caso en la mesa, y este no se ha resuelto, el pasar de los días se vuelve un tormento para los investigadores. La mañana doce se presentó amarga para la médico forense Thara Horie, ya que un potente asesino en serie seguía libre en las calles. No obstante, su mañana se presentó aún más amarga de lo habitual, Harold ya no estaba, y en su lugar había dejado una nota explicando que por motivos de estrés y tensión había tomado la iniciativa de ingresar al gimnasio.

—¿Gimnasio? Pero si odia el ejercicio.

Thara no siguió pensando. Imaginó que Harold la alcanzaría más tarde ya que viajaban en autos diferentes porque no siempre gozaban de los mismos horarios. Sin embargo, esa mañana algo completamente extraño le dio un terrible mal sabor de boca.

Molesta y confundida, Thara tomó su propio auto y salió en dirección a la comisaría local. Para sorpresa de ella, el único interesado en recibirla fue el propio Zacarías.

—Buenos días, Thara, ¿cómo amaneciste?

—Doctora Horie, los análisis que pidió ayer ya llegaron —no hubo tiempo para que Thara respondiera a su pregunta, pues Marion Dawson, una de las principales secretarias, dejó varias carpetas sobre su mesa y después se marchó.

—¿Necesita algo más, agente? Como usted ve, yo tengo demasiado trabajo.

Zacarías sonrió.

—Contestar mi pregunta y ser sincera quizá podría persuadirme para retirarme.

—Amanecí bien.

—Mentirosa.

—¿Disculpa?

—Estás tensa; tus dedos tiemblan al teclear, y además, no has llegado con la misma frescura con la que nos conocimos. Deberías relajarte.

—Me relajaría más estar sola.

A tanto, el hombre levantó sus manos en son de paz, se despidió y fue a tomar posesión de su turno en el recorrido de calles.

***

Otra mañana más, otra tarde y futura noche en la que los sospechosos eran liberados por no tener ninguna relación con los homicidios. Los cuerpos perdían pistas y entre menos evidencias, menos posibilidades de detener la pesadilla.

Era de noche, Thara terminaba de acomodar y dividir las carpetas que llevaría a casa para revisarlas cómodamente. Estaba a punto de marcharse cuando un visitante, algo inoportuno, llegó a ella.

—¿Ya te vas?

Thara le sonrió, muestra clara de que estaba cansada.

—Quiero meterme a la bañera y olvidarme por un momento de todo esto. ¿Y tú? ¿Tienes turno a esta hora?

—No. El que se queda es Devon, yo me marcho también.

Después solo existió el silencio. Afuera la lluvia comenzaba a caer y las gotas rebotaban en los vidrios de la oficina.

—Creo imaginar cómo vas a reaccionar, pero debido a la ausencia de Harold en la comisaría y al hecho de que me gusta ser masoquista, me arriesgaré a preguntarlo. ¿Me permites llevarte a casa?

—Es muy amable de tu parte, pero tengo auto —con los expedientes en la mano y el bolso en el brazo, Thara se apresuró a la salida, justo el lugar en donde Marion la abordó.

—Doctora Horie, el agente Harold me ha encargado pedirle un taxi. El auto la espera afuera.

—¿Taxi? ¿Y yo para qué quiero un taxi?

—El agente me dijo que se llevaría el suyo por motivos imprevistos.

—¿Motivos impre…? ¿Qué demonios me estás diciendo? ¿Por qué no me llamó?

—Sólo sigo sus indicaciones, doctora.

—¿Subirte a un taxi a esta hora y con un loco allá afuera? —Zacarías se puso a su lado.

Thara suspiró. En otro momento hubiera subido a ese taxi, sin embargo y viendo a través de los ojos de una forense todo lo que estaba sucediendo en Detroit, ya no se sentía tan segura.

—Acepto la invitación.

Zacarías y ella bajaron, él le pagó el servicio nunca utilizado al conductor y finalmente la invitó a entrar a su propio auto. Durante el trayecto, el sujeto no perdió la oportunidad de conocer más sobre ella.

—Y entonces, ¿en dónde creciste, Thara?

—Mis facciones físicas te dan curiosidad, ¿no es así?

—Suelo ser muy directo y solo responderé que todo de ti me da curiosidad.

Thara le sonrió.

—Nací en Tailandia. Cuando tenía dos años mis padres se mudaron a Colorado, con el tiempo yo fui buscando mis oportunidades y me mudé a Michigan.

—Y conociste a Harold.

—Harold y yo nos conocimos en mi actual lugar de trabajo.

—¿Para cuándo está pensada la boda?

—Haces muchas preguntas, ¿no te parece? ¿Por qué no mejor me dejas hacerte una a ti?

—Adelante.

—¿Por qué tienes conmigo ese interés, Zacarías? Con los demás no eres así, y supongo que tus compañeros te conocen más tiempo que yo.

—Los demás no me interesan.

—Estoy comprometida, ya te lo había dicho.




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