Psicosis

Caso 21. Departamento 7 (3/3)

Ángeles llegó corriendo a casa de Tory, y apenas esta le abrió la puerta, la chica se lanzó a sus brazos envuelta en un mar de lágrimas.

—¿Qué te pasó?

—Mató a mi gato.

—¿Qué? ¿Quién? Demonios, vamos, entra y siéntate.

Tory la dejó que llorara, gritara y se desahogara mientras la escuchaba narrarle todo lo horrible que había vivido los últimos días, así mismo, la escuchó confesarle el enorme miedo que le daba regresar y encontrarse con ese maldito sujeto esperándola en la puerta.

—No puedes dejar las cosas así, Ángeles, tienes que ponerle una orden de alejamiento; si le hizo eso a tu gato, qué cosas no te querrá hacer a ti.

—Tengo que regresar a mi departamento por mis documentos.

—Llamaré a un amigo para que nos acompañe y después iremos los tres. Tranquila, todo estará bien.

El reloj marcó las nueve y media de la noche cuando los tres jóvenes llegaron al departamento. La chica miró la puerta y vio el número siete gravado en ella, introdujo la llave y después la empujó. En el interior las luces estaban apagadas, pero al encenderlas no notó nada fuera de su lugar. A su lado, el amigo de Tory, un muchacho alto y fornido, entró y revisó todo el sitio con un bate de beisbol en la mano, pero tampoco encontró nada.

—Yo opino que hables con tu madre. Tienes que mudarte lejos de este lugar —Tory se acostó sobre la cama—. Mientras encuentras otro sitio en dónde vivir puedes vivir conmigo, sabes que yo no tendría problemas con eso… ¡PUAJ! ¿Qué demonios es esto?

El muchacho que estaba vigilando desde la ventana se acercó a ella y le revisó la mano, pero entonces una mueca de asco enverdeció su rostro.

—¿Qué cosa es? —Tory estaba a punto de oler el líquido pegajoso que se le embarró en la piel, pero el chico la detuvo antes de que lo hiciera.

—Es semen.

—¿QUÉÉÉÉÉ? —gritaron las dos.

—¡Qué asco! —la chica se frotó contra las sábanas de la cama.

—Eso significa que… —Ángeles palideció— ¿Se metió? ¿Entró a mi departamento mientras yo no estaba? Pero, cómo lo hizo si yo dejé todo cerrado.

De pronto, el timbre comenzó a sonar. Una y otra vez, y otra, y otra más hasta que el sonido se volvió insoportable. Ángeles y Tory se abrazaron.

—Rápido, atranquen la puerta, cierren las cortinas de la ventana y apaguen la luz —el chico que las acompañaba empuñó con firmeza el bate y regresó a la sala.

Después de hacer lo que este les indicó, las dos muchachas salieron detrás de él y observaron la puerta hasta que el timbre dejó de sonar.

—¿Ya se fue? —Tory susurró, abrazando el tembloroso cuerpo de su amiga.

Pero entonces, la puerta de entrada se estremeció cuando alguien allá afuera la pateó. Las dos chicas gritaron, pero el joven que estaba con ella se armó de valor y corrió al exterior con la idea de enfrentarlo y golpearle con el bate. Pero al salir, solo pudo ver a un hombre completamente desnudo que entró corriendo al departamento de Kilian.

—Ángeles —comentó el muchacho—, olvídate de tus cosas, tenemos que salir de aquí, ahora.

Y así lo hicieron, Ángeles volvió a cerrar su departamento con llave y los tres abandonaron el lugar.

Día 15

A la mañana siguiente, la policía ingresó al complejo departamental, los dueños estaban presentes, y rindieron todos los documentos necesarios sobre todas las personas que habitaban la propiedad, así como las cámaras de seguridad y algunos testimonios. Pero no solo eso, sino que también la madre de Ángeles estaba allí.

—¿Por qué no me dijiste nada? —la mujer sujetó a su hija de las mejillas y le limpió las lágrimas.

—No quería preocuparte. Después de lo que sucedió con papá, no deseaba darte un problema más.

—Ya todo se terminó y ese bastardo no volverá acercarse a ti por nada del mundo.

Pero entonces, la mirada de Ángeles se desvió hacia el departamento con el número seis marcado en la puerta. De su interior, la policía apareció llevando consigo y esposado a Kilian.

Un año después

Ángeles salió a cubierta y se apoyó en la barandilla de metal del crucero, tomó su teléfono y volvió a marcar el número de su mejor amiga, pero por más que lo intentó, la operadora siempre la mandaba a buzón.

—Diablos —maldijo.

—¿Qué pasa, cielo? —su madre se acercó a ella.

Las vacaciones de verano estaban a punto de terminarse y entre fotografías de playa, toboganes y platillos de diferentes cruceros, la madre de Ángeles había invertido en un viaje vacacional para que su hija pudiera olvidar todo lo sucedido meses atrás. Pero como todo tiene un final, esta travesía estaba a punto de terminarse, y Ángeles debía regresar a Seattle para buscar un nuevo departamento y terminar la universidad.

—Es Tory, sigue sin cogerme las llamadas.

—Seguramente está de viaje.

—En cuanto regresemos iré a casa de sus padres para preguntar por ella.

Y así lo hizo. Apenas regresó a casa, Ángeles y su madre se pusieron en marcha para encontrar respuestas, pero al llegar, la chica se encontró con una verdad que por poco la hace desmayarse.




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