Psicosis

Caso 27. Mi nombre es Jake Thomas Pardo (3/3)

Día 25

Increíblemente el detective Miles no necesitó acudir a la casa de Arely para realizar la entrevista, ya que fue el propio Jake Tomas quien arribó a la comisaría, esposado y con un policía sujetándolo de la playera.

—Detective Miles —el sheriff se plantó bajo el umbral de la puerta—. Me había comentado que pensaba acudir a la casa de los Pardo para entrevistarse con Jake Thomas.

—Así es.

—Aquí está, lo hemos detenido.

—¿Lo detuvieron? ¿Qué pasó?

—Un policía que transitaba cerca del arroyo lo detuvo porque… estaba golpeando a una niña.

Al ser Villa Grazdo un pueblo pequeño y no contar con un cuarto exclusivo para interrogaciones, Miles pidió que trasladasen a Jake a una oficina vacía y que bajaran las persianas. Cuando el detective entró, el rostro malhumorado de Jake, un joven que a todas luces parecía un verdadero adolescente, adquirió un gesto sumiso y aterrado.

—¿Jake?

—Mande.

—¿Qué fue lo que pasó en el arroyo?

—Estábamos jugando.

—El policía dijo que la niña estaba llorando y que tú la comenzaste a golpear.

—El policía miente.

Miles modificó su expresión y la hizo más dócil.

—Me alegro que hayas vuelto, Jake. Tu madre te extrañó mucho.

—Lo sé, me lo ha contado todo.

—Yo soy nuevo en el pueblo. Me reasignaron hace un par de días, pero apenas escuché tu historia, me quedé verdaderamente sorprendido. Lástima que no pude leer completo tu expediente. ¿Cómo conseguiste volver?

El joven levantó su mirada. No dijo nada, pero en el fondo Miles la sentía bastante parecida a la de Poulsen.

—El informe le da más detalles.

—No creo que me permitan leerlo completo.

Jake se mordió el labio.

—Un hombre me secuestró y llevó a vivir con él y con su esposa.

—¿Y luego qué pasó? —la atención del detective viajó a los dedos del chico, este se los había raspado tanto con las uñas que pronto comenzarían a sangrarle.

—Un policía me rescató y después le pedí que me trajera aquí.

Efectivamente, aquella no era la misma historia que les había contado al sheriff y al resto de uniformados que lo entrevistaron la primera vez.

—¿Un policía te rescató? ¿Cómo recordaste dónde vivías?

Jake tragó saliva.

—Vi en los periódicos que mi madre me estaba buscando.

—Y diste por hecho que eras Jake Thomas.

—Yo soy Jake, lo que diga mi padre no es cierto porque él dejó de quererme. Mi nombre es Jake Thomas Pardo —y cuando Miles consiguió que el chico lo mirara a los ojos, entendió a lo que Richard se refería cuando dijo: parece un adulto atrapado en el cuerpo de un adolescente.

De pronto, un par de gritos comenzaron a resonar en los pasillos de afuera. Arely había entrado a la comisaría exigiendo que le entregasen a su hijo, pero no fue la única que hizo semejante escándalo, ya que unos segundos después, la policía se vio advertida por un enorme hombre que cargaba una guadaña y amenazaba con destripar al bastardo que había intentado abusar de su hija. Sin duda alguna, los asesinatos tenían al pueblo entero bastante sensible.

La policía consiguió controlarlos; a la señora Arely la metieron a una de las oficinas, mientras que al padre de la víctima lo llevaron al exterior para quitarle de las manos la letal herramienta. Por supuesto Miles se aprovechó de lo ocurrido para pedir una orden de registro en la casa del joven. Y como ya lo dije antes, debido a que el miedo tenía en vilo a la población y la policía se sentía desesperada, le concedieron la orden.

Lo primero que Miles pudo identificar al llegar a la residencia, es que la habitación de Jake estaba prácticamente vacía. Las paredes estaban limpias, no había recortes ni posters pegados, su armario contenía la ropa necesaria y su cama parecía perfectamente ordenada.

—¿Ocurre algo, detective? —el sheriff se acercó a él.

—Es muy limpio para ser un adolescente.

—¿No le parece mal generalizar a todos los adolescentes?

—Yo sé que hay adolescentes pulcros, pero este chico parece diferente.

—Detective, mire esto —una de las policías se acercó a él. En sus manos cubiertas por un par de guantes blancos cargaba una caja de zapatos en la que había cinco puñales de diferentes tamaños.

Miles miró al sheriff.

—Generalizar a todos los adolescentes está mal, no saberlos identificar está peor. Sigan buscando, por favor.

Miles también participó en la faena, se colocó sus guantes y después de arrodillarse en el suelo, comenzó a palpar cada uno de los tablones de madera hasta llegar a las esquinas. Cerca de la cama, una de las tablas que ya formaban parte de la pared, hizo un ruido hueco cuando Miles la golpeó con los nudillos de su mano. Al removerla, encontró en su interior una buena cantidad de películas.




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