Psicosis

Caso 30. Mis enemigas las flores (2/3)

Día 4

Al amanecer, Charlotte se puso su bata y se dirigió al buzón en busca del correo, pero en su camino tropezó con un ramo de narcisos que se hallaban sobre la alfombra. Molesta, la mujer decidió cogerlos, un acto de lo que se arrepentiría en seguida. Los narcisos estaban cubiertos por una sustancia roja que le ensució las manos, pero cuando Charlotte se las llevó a la nariz para olerlas, el rostro se le puso verde. Estaba a punto de vomitar. Ella conocía ese olor, la mayoría de las mujeres lo conocían y el simple hecho de que alguien lo hubiese puesto en un ramo de flores, era tan repugnante como retorcido.

—¿Lottie? ¿Qué te pasa? —Brady bajó las escaleras porque la escuchó vomitando en el lavamanos de la cocina— ¿Estás bien?

—Dejaron unos narcisos en la puerta.

—¿Otro ramo?

La mujer levantó su mano y le mostró las manchas que había en ella.

—Tenían sangre de menstruación.

—¡¿Qué?! ¿Qué demonios está pasando?

—Llamaré de nuevo a la policía, esto no me está gustando nada.

No obstante, los oficiales les informaron que la denuncia ya había sido tomada, que tuvieran cuidado y en caso de suceder cualquier otra cosa, los llamasen de nuevo. Nada contentos con la respuesta, esa misma tarde Brady y Charlotte se dirigieron a una tienda de electrónicos, compraron dos cámaras de seguridad y volvieron a casa para instalarlas. También adquirieron un par de rejillas para remplazar los vidrios rotos de los ventanales, un sistema de alarma y un par de candados. Algo realmente siniestro estaba sucediendo, y aunque ambos sabían que las flores, y quizá también los ataques podrían estar dirigidos hacia Brady, ninguno de los dos se atrevió a decirlo en voz alta.

—Tengo miedo —Charlotte se hallaba acurrucada en el sofá. Frente a ella, su novio se asomaba constantemente entre las persianas de la ventana para escudriñar los alrededores mientras sostenía una pesada barra de ejercicio.

—Tranquila, seguramente es un idiota queriéndonos jugar una pesada broma.

—Pero ¿por qué a nosotros?

—Porque así es la gente. Hay cada idiota en el mundo que no tiene otra cosa que hacer que no sea molestar. Tranquila, amor —el chico se sentó junto a ella y le besó la frente—. Todo va a terminar bien.

Día 5

La alarma de Brady comenzó a sonar, pero en lugar de alistarse para el trabajo, o bajar a la cocina para prepararse café, el hombre se dirigió hacia su ordenador para ver si las cámaras habían registrado algo. No había nada, ni en la puerta de entrada estaban las flores, ni en las grabaciones aparecía algo sospechoso.

Brady abrazó a su novia

—Charlotte, cuando salgas de tu trabajo, dirígete a casa de mis padres. Yo pasaré por ti en cuanto mi jornada termine. No quiero que te quedes aquí sola, al menos durante esta semana.

En lugar de coger su bicicleta, Brady decidió utilizar su auto, dejó a Charlotte en su empleo y después se dirigió al suyo. Detestaba tener que utilizar el vehículo, puesto que donde se hallaba el local escaseaban mucho los lugares para estacionarse, y los que había eran utilizados normalmente para discapacitados o para los clientes.

—¿Estás bien? Parece que no has dormido en toda la noche —Valerie colgó el teléfono del establecimiento.

—Tuve una mala noche, pero estaré bien apenas me tome un alka seltzer.

—Brady, el repartidor no ha llegado y tampoco responde mis llamadas. Tenemos que entregar estos arreglos antes del mediodía y también tenemos que comprar algunos materiales para los arreglos del miércoles.

—Yo puedo llevarlos sin problema y también puedo comprar lo que haga falta.

—En ese estado ¿no te parece peligroso? Mejor, cuida del local mientras yo los entrego y paso a la tienda de jardinería. Regresaré pronto, y así tú podrás irte a casa para descansar un poco. No te preocupes, yo te cubriré y me aseguraré de que puedan pagarte el día como si lo hubieses laborado completo.

—¿De verdad harías eso por mí?

—No tengo inconveniente.

—No sabes cuánto te lo agradeceré.

Valerie le sonrió, cargó los arreglos que entregaría y salió, pero mientras abandonaba el local, se encontró nuevamente con la misma extraña mujer que se apresuraba a entrar.

Al verla, Brady se puso pálido.

—Buenos días —ella le sonrió. Aquel día llevaba puesta una sudadera más grande que su propio cuerpo, jeans de mezclilla y su cabello perfectamente recogido en un moño alto. Cualquier persona que pudiera verla, jamás sospecharía de ella, pues bien podría pasar como cualquier mujer que ha entrado a una florería con la intención de adquirir un par de flores para adornar su casa.

—¿Qué necesita? —el tono de Brady era gélido.

—Necesito un ramo nuevo… —la voz de la mujer era tímida y baja— No tengo muchas ideas de lo que podría llevar… ¿Me recomiendas algo?

El muchacho la escudriñó un par de segundos, con las manos clavadas en el mostrador hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Finalmente respondió:

—Le daré un par de gardenias. Nos las han traído esta mañana y seguramente están bastante frescas.




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