Psicosis

†CAPÍTULO 1†

~La droga~
 


 

[KIA]
 


Los nervios están a flor de piel produciendo leves temblores en mis manos, siento una capa de sudor fríos en mi cuerpo y los latidos desenfrenados de mi corazón. ¿Quién imaginaría que dejarlos sin supervisión ocasionaría un problema tan pronto?, Ellos están viviendo juntos, contando que son como poner una chispa junto a un envase de pólvora. No pasará mucho tiempo antes de que suceda un accidente, pensé en cuanto lo supe, sin embargo me dije a mi misma que los probaría.

Al parecer fue un error.

Tan solo unas pocas semana antes de que causen problemas, Fhilip no es el indicado para soportar a Matías. En definitiva, sus ideas no son las mejores; debí haberles puesto vigilancia como el año pasado. La impulsividad de Fhilip no podría juntarse con alguien inestable como Matías; nada bueno saldría de allí.

El volante se escurre entre mis manos sudorosas, por lo que trato de secarlas una por una con mi pantalón. Un mal presentimiento se estuvo acumulando en mi estómago durante el día, al momento de su llamada el amargo sentimiento por poco se había esfumado, existe una enorme zona gris; en la que, inconscientemente busco los peores casos, y esto ya comienza a inquietarme.

Mi mirada permanece en el frente y atenta a todo; estoy en modo automático, pero puedo confiar temporalmente en mi instinto y manejar segura gracias a lo despejado que se encuentra el camino, muy a pesar de tener la mente prácticamente en otro mundo...

 

 

§
 

 

20 minutos antes...

La serie que eligió Harrie está en pausa en el televisor frente. Mi compañero de departamento cocina las palomitas mientras consigo una posición más cómoda en el cómodo sofá color crema de la sala. El tono de llamada resuena en la habitación, estiro mi brazo en un intento de tomar mi teléfono de la mesa ratona. Harrie entra a la sala con un tazón en las manos, pero se detiene al verme con las piernas en el espaldar del sofá y la cabeza en donde deberían ir los pies. Él me observa confundido por un par de segundos hasta que se resignan a encogerse de hombros como diciendo: "¿ya qué?". Pasa frente a mi después de dejar el teléfono en mi mano alzada, murmuro un "gracias" antes de revisar la pantalla.

Me llevo una sorpresa al ver que no tengo registrado el número telefónico, sin embargo contesto de igual manera. Esto me da mala espina.

《Núm. Privado》
 


 

—¿Hola?
 


 

—¿Kia?, Tienes que venir ahora. Fhilip. Problema. Casa. Ya —Contesta la voz alterada de Matías, casi no entiendo que quiere decir debido la velocidad de sus palabras. 
 


 

—¿Qué sucede? —interrogo con calma aunque se hayan encendido tres alarmas dentro de mi. —¿Matías?...
 


 

§
 


 

¡¿Qué habrán hecho para que Matías me llame así?!
 

Tranquila, a lo mejor y solo es un pequeño asunto.
 

¡¿Por qué no me lo pudo decir por teléfono?!
 

También pudieron haber encontrado a uno de ellos... Pero, tenemos códigos, él debió utilizar alguno.
 

¡¿Por qué no lo hizo, sí es para éste tipo de situaciones?!
 

Puede que Fhilip haya perdido el control...
 

Ya ni mi conciencia me tranquiliza.
 


En definitiva, mis guerras mentales no me ayudan en nada. Debe ser más específico a la hora de hablar por teléfono, sino me moriré de un infarto demasiado joven. O los mataré.

Lo que suceda primero.
 


 

La desolada carretera de la zona es cubierta por tonos opacos, las plantas muertas al borde del pavimento le da un tono lúgubre al ambiente, no obstante estoy exasperada: lo último que necesito es ver el depresivo ambiente muerto y oscuro. Incluso hay nubes grises en el cielo opacando los rayos del sol, según el termostato del auto hay unos 10°C cuando mucho allí afuera. Miró de reojo el GPS el cual me indica que falta apróximadamente un kilómetro para llegar a la casa en donde se están quedando ese par de inútiles. Acelero otro poco al no haber a más autos en la carretera, esa es una de las razones por las que me gusta Strongher: es tranquilo, el estilo de vida de sus habitantes es sencillo y sin muchas complicaciones. Especialmente en la zona Este, dónde los chicos viven, los terrenos entre las casas son ridículamente inmensos. Casas que en su mayoría se encuentran; desalojadas, con ancianos, o incluso con personas quisquillosas que les gusta la privacidad en exceso.
 


 

No puedo reprochar el lugar que escogieron, ya que lo hicieron bien. Aquí no habrá problema con vecinos chismosos, y personas curiosas merodeando por los alrededores.
 


 

En cuestión de minutos, estoy subiendo velozmente los escalones hacia el porche de la casa con mi abrigo azul y gorro de lana encima, dejando atrás la deliciosa calefacción del carro. Los golpes desesperados en la puerta contrastan el ruido dentro de la casa, se escuchan algunas cosas caer al suelo y romperse. 
 


 

Ojalá que no estén peleando.
 


 

¿Por qué coño no tienen cerebro?.
 


 

El sarcasmo de mi conciencia es interrumpido por un fuerte golpe contra el suelo, pasos acelerados cada vez se hacen más audibles hasta que la puerta es abierta.
 


 

¡¿Por qué tardaste tanto?! —Un Matias exaltado me recibe con desespero y gritos en ruso, me toma de la muñeca para luego arrastrarme hacia dentro.
 


Me lleva con prisa a través de las escaleras, por un muy corto lapso de tiempo puedo vislumbrar una sala hecha mierda totalmente, es como sí hubieran hecho un concurso de quién puede despedazar una sala primero. Por el pequeño momento que logre verla, hay una mesa... o, bueno; los restos de ella cerca de una ventana rota, uno de los sillones está volcado sobre el sofá con pedazos de vidrio alrededor, el otro sillón que hace juego se encuentra volcado del otro lado de la sala, y existen restos de alguna sustancia en el suelo... La ví por unos segundos, pero eso es suficiente: no es sangre...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.