Un fuerte golpe se hace presente en mi espalda y parte de mi cabeza. —Mierda—me quejo sin abrir los ojos mientras con ambas manos intento posicionarme para levantarme y liberar la tensión de mi parte trasera, que está sobre el suelo.
Abro los ojos al recordar lo que sucedió... solo hay oscuridad, las estrellas y la luz de la noche. Terminamos donde todo inició. Un poco a las afueras del pueblo, en una especie de hundimiento. Veo mis manos pero no puedo notar alguna diferencia... siento todo mi cuerpo entumecido, así que la esperanza brilla, aunque una espinita no estaría conforme con el resultado.
De entre las hojas veo que se levanta alguien más, fijo mi vista... es una figura extraña. —¿Funcionó?...—preguntó mientras sacó mi iPhone... con dificultad lo intentó sacar de mi bolsillo cuando la luz se enciende con la figura que está frente a mí. Es Alan...
Dejó caer el resto de mi peso sobre el suelo y suspiro. —Creo que no funcionó...—murmuró mientras le veo y él me lanza la luz. No responde nada mientras me observa.
—Me siento extraño...—se pone de pie y coloca sus manos en sus rodillas, intentando tomar aire. —Carajo...—agrega y sube el monte para observar el pueblo.
Yo también me centro en mis pensamientos. En definitiva no me siento como antes, lo cual era lo esperado, pero continuó en el mismo cuerpo. Solo que intento ubicarme por completo y controlar mi cabeza.
—No hay nadie en el pueblo... ni una luz, carruaje, personas o negocios... todo se ve desierto. No hay nada—me comenta mientras me alumbra. —¿Te sientes bien? Yo no. Siento mi cabeza algo revuelta...—señala mientras se desliza hasta a mi y me ayuda a ponerme de pie.
Asiento. —No recuerdo bien mi vida pasada... siendo Alan. No recuerdo mucho... pero sí nuestro propósito y porque estábamos aquí—contestó mientras tomó su mano y me pongo de pie.
Me observa con una mueca de confusión y tristeza. —Quería que tú lo dijeras—dice mientras le tengo de frente. Me cuesta mantenerme firme, así que de inmediato me intento sentar al percibir dolor.
Alan me busca la mirada. —Sofía... ¿estás bien?—mientras me intenta sujetar antes que llegue al suelo.
Niego. —Siento dolor pero creo que puedo caminar...—me quejo y en mi rostro se percibe mi dolor. —Ayúdame, volvamos a la casa y la bruja quizás nos ayude...—me aferro aún mientras me apoyo sobre una rodilla.
Se sorprende y niega. —¿Qué? Estás loca... tenemos que irnos ya, Sofi. Corremos peligro aquí...—me suelta y rápidamente yo intento gatear e ir en dirección al pueblo.
—Aún podemos... vamos—le digo esperanzada y agotada.
Él me toma y me carga. No representa mucha dificultad al hacerlo. —No podemos, tenemos que volver al auto...—se niega y nos retiramos al auto mientras me carga en brazos.
Solo veo cómo lentamente me alejo del pueblo que cambió mi vida por completo. Llegamos aquí muy seguros y no muy convencidos de que la magia realmente pudiera existir, pero lo vivimos en carne propia.
Escucho la respiración de Alan, tal vez algo cansado mientras acelera el paso. Creo que tiene miedo de que más podría sucedernos aquí.
—Solo espero que ahí siga... de lo contrario esto será difícil—murmura mientras caminamos por un costado de la autopista. Yo solo le escucho y no respondo nada, trato de abrazarle y aferrarme para no caerme.
Segundos después le escucho. —Gracias a dios...—manifiesta al ver el auto. —Ya casi llegamos...—me susurra mientras con esfuerzo quita la alarma del auto y me acomoda en el asiento.
Siento dolor por la posición en la que me acomodo, es como si me hubiesen golpeado múltiples veces en la espalda. Es un dolor espantoso, pero poco a poco se quita y me da libertad y paz. Aunque de momento intento sobrevivir.
Nuevamente cambio mi posición del asiento y estoy más cómoda. De inmediato se salta por el cofre del auto para llegar a la puerta del lado del piloto, abre y sube. Arranca y casi al instante da la vuelta para salir del lugar. —Nos largamos de este maldito pueblo...—declara mientras acelera y enciende las luces.
Por el retrovisor observo como nos alejamos del pueblo cada vez más... alejándome de las esperanzas que todo volvería a ser como antes, aunque no me siento derrotada. Tal vez porqué en el fondo sabía que este podía ser el resultado y me había indignado a vivir mi vida.
Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando Alan me entrega unas pastillas. —Esto te ayudará a eliminar el dolor—me entrega una pastilla.
Me inclino un poco y tomo el jugo para beberme el medicamento.
—Te dije que no era de fiar...—me recuerda con un tono molesto mientras conduce. —Las pastillas te ayudarán para que cuando llegues a casa el dolor haya desaparecido, descansas y para mañana estarás como nueva...—confirma sin despegar su vista del camino. Parece que quiere salir de aquí cuanto antes.
Dos chicos que solían ser escépticos, huyendo de una bruja.
Yo le escucho mientras me tomo la pastilla. Me vuelvo a recostar y tomo aire. —Ella dijo que no era seguro y 100% eficaz. Pero tengo otro plan...—le comentó y él no me responde nada. Su mirada sigue fija al frente y ni siquiera parpadea, e intentar adivinar si lo está meditando; es un misterio.
Me percato que tengo llamadas perdidas de mi madre, algunos mensajes preguntando dónde estoy. No tengo ganas de hablar, solo le respondo a los mensajes y apago la pantalla de mi iPhone.
El camino a casa se vuelve extenso, mi cabeza se llena de múltiples pensamientos. Lo único que se escucha es la radio del auto, sin ganas de hablar y con Alan molesto y confundido la charla no fluye.
Cuando llegamos se estaciona una casa antes de la mía. El analgésico y desinflamatorio funcionó a la perfección... me bajo del auto y él apaga su auto. No me quiero quedar con las ganas de decirle ciertas cosas, en el camino no hubo charla, pero no puede terminar así...