El silencio en el carro era incómodo, desde hacía un par de meses que ya los viajes no eran así de callados, pero ese día era diferente, demasiado diferente... Era el primer día de Anneliese, era el primer día de clases, era la primera vez de ella en un colegio rodeada de tanta gente; en su momento se vio rodeada de apenas cinco compañeros de salón, ahora ver a través de la ventana al montón de alumnos que entraban en aquel instituto le causó un regocijo que no podía describir.
Por un momento creyó estar soñando, o quizá dejándose llevar por la alegría de alguna película que veía en la televisión, de esas películas trilladas en donde los adolescentes iban a fiestas, o hacían tríos en los baños del colegio.
Oh, Dios... ¿Veré a gente teniendo sexo?
—Entonces... Sabes que, si te sientes mal, incomoda o no quieres estar allí, solo tienes que llamar.
La voz de su madre la alejó de sus pensamientos, aún le costaba demasiado comprender que esa era su mamá, que esa voz era suave y que le hablaba con cierto cariño, aunque para Anne era demasiado complicado descifrar a través del tono de voz lo que la gente realmente le podía transmitir. Estaba tratando de aprender ello.
—Me irá bien, les prometo que si algo ocurre les estaré avisando, tengan un poco de fe en mí.
Ambos padres la miraron a través del espejo retrovisor, asintiendo a las palabras de la castaña, quién parecía querer abrir la puerta del vehículo y correr lo más lejos posible.
—Aunque si gustas puedo acompañarte por un par de horas.
—Lo agradezco, realmente lo hago, pero necesito hacer esto por mí misma. Antes podía hacer las cosas bien sin siquiera escuchar, ahora que puedo hacerlo sé que todo irá bien. Por favor, estén tranquilos.
No les dio oportunidad de responder, tan solo se quitó el cinturón de seguridad y tomó el bolso, abriendo luego la puerta y saliendo de allí; se despidió de ellos con la mano y les dio la espalda, no quería darle demasiado tiempo a su mamá para pensar en el hecho de que finalmente Anne estaba yendo a la escuela. Avanzó con pasos rápidos, viendo todo a su alrededor y escuchando con atención cada ruido y sonido, era impresionante la cantidad de voces, de risas. Algunos chicos se abrazaban, otros gritaban al verse, incluso dando brinquitos emocionados. Solo fue un verano, ¿en serio era necesario gritar? Pensó por un momento.
Caminó hacia el casillero que le tocaba, avanzando entre largos pasillos. A través de la página de la escuela adquirió su clave y su horario, y agradecía en ese instante haber ingresado a un pequeño curso de verano, conocía el lugar, no totalmente, pero sí lo básico como para no tener la necesidad de preguntar en lo absoluto, tan solo limitarse a lo sencillo y pasar desapercibida; aunque muy internamente Anne deseaba que alguien la viera y le hablara.
Entró al laboratorio de biología y se sentó en una de las mesas de la segunda fila, dejando su bolso en el mesón y observando de reojo como algunos entraban. Nadie le saludaba, tan solo pasaban de largo y les hablaban a sus antiguos compañeros; por un breve momento se imaginó como en las películas; sola y sin amigos, comiendo en un baño. Ella no quería comer en un baño, era asqueroso y poco higiénico.
El timbre sonó, algo en ella se revolvió. Era su primera clase, era la primera vez que escucharía a un profesor, quería gritar de la emoción. Algunos alumnos terminaron de entrar, y finalmente una chica de brillante cabello castaño y ondulado se sentó a su lado, hablando emocionada con otra que llevaba el cabello aún más rizado y de color violeta.
—Voy a vender mi riñón, lo juro.
—Lisa, eres tan exagerada... —la castaña rio al escuchar a su amiga, el hecho de llegar tarde les impidió sentarse en la misma mesa, por lo que con un breve movimiento de manos y mientras escuchaban al profesor cerrar la puerta, ambas chicas se acomodaron en puestos diferentes.
Aquel hombre saludó, presentándose como Louis, algunos se sorprendieron por la introducción, pero él solo señaló que había una nueva estudiante, en ese instante todos parecieron notar la figura de Anne, quien solo suspiró, elevando el rostro y saludando con un breve movimiento de cabeza.
—Preséntate para la clase, nadie te comerá.
Anneliese creyó por un momento que caería al piso desmayada cuando se levantó y todos la vieron con cierta duda, la chica a su lado le sonrió y sin más, con un tono de voz bastante bajo logró saludar; algunos se quejaron de no poder escucharla, ella tan solo repitió su nombre elevando un poco su voz y se sentó nuevamente.
Todavía no sabía manejar el volumen de su voz, en el pasado hablaba en tonos muy altos, era demasiado ruidosa, el doctor le dijo que era normal para alguien que no escuchaba elevar la voz, no conocía su tono, por lo que tendía a ser un poco gritona; él le dio el ejemplo de una persona de la tercera edad que empieza a perder el sentido de la audición y empieza a gritar cada vez más al hablar, por lo que ahora que podía escucharse evitaba en lo posible gritar y trataba de hablar en un tono más tranquilo.
Luego de la breve presentación la clase empezó, y en ese momento Anne solo se encargó de escuchar todo con atención. Su compañera de al lado también sería su compañera de laboratorio, y a pesar de temía que esta quisiera cambiar, no lo hizo. Cuando el timbre finalmente sonó, todos tomaron sus bolsos y partieron del salón.
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Editado: 27.08.2022