Marco y Althea se hicieron buenos amigos a partir de ese momento. Aunque Marco era reacio a entablar ningún tipo de relación con nadie, ni amistosa, ni mucho menos romántica, Althea era distinta. Notaba que no estaba buscando nada salvo hacerle reír y subir su tan apagado ánimo. Quizás por eso no la apartó como había hecho con muchos que se le habían acercado antes que ella. En el caso de las mujeres, para ver si tenían una oportunidad ahora que estaba soltero, y en el caso de los hombres, para conseguir un nuevo compañero de juergas.
Althea por su parte luchaba para que Marco no se cerrara. A ratos le costaba mucho que él le abriera su corazón o le contara cómo se sentía, pero ella era una mujer persistente y había hecho su propósito el devolverle la alegría de vivir. Le dolía verle a menudo con su rostro triste e incluso a veces impasible. Su silencio no contribuía en nada a su mejoría pero ella siempre encontraba la manera de arrancarle una sonrisa de su rostro. Claro que a los pocos segundos el rictus de tristeza volvía aparecer.
A Althea le hubiera gustado poder compartir más con él. Apostaba a que si pasaban más tiempo juntos tendría más oportunidades para hacerlo feliz, pero no veía la forma, hasta que un comentario de Marco le iluminó la ampolleta.
- ¿Cómo estás hoy?
- Bien. – Por la cara que tenía, Althea sabía que eso no era del todo cierto.
- ¿Estás seguro? Te noto preocupado.
Marco suspiró y guardó silencio, quizás para ordenar sus ideas y confesarle a Althea aquello que lo tenía sumido en una profunda intranquilidad.
- Lo que pasa, Thea, es que estoy en aprietos. Mi exnovia y yo habíamos comprado un departamento para irnos a vivir allí cuando nos casáramos. De hecho yo fui el primero que me mudé al lugar para prepararlo para cuando ella llegara. Sin embargo, ya sabes qué pasó. La cosa es que la muy infeliz se las arregló para que el departamento figurara a su nombre y ahora resulta que me llama para exigirme que abandone el departamento que compramos a medias porque se va a vivir allí junto con su nuevo marido. Me dio una semana para irme.
- ¡Maldita hija de Satanás! Si la tuviera frente mío te juro que le retuerzo el pescuezo.
- No eres la única que desea eso, créeme. El asunto es que estoy obligado a encontrar otro lugar para vivir.
- Pero eso es injusto. ¡Tú pagaste la mitad!
- Lo sé, pero ante la ley, mi nombre no figura como dueño del departamento si no ella.
- ¿Y qué pretendes hacer?
- Lo único que puedo hacer, buscarme otro lugar.
Althea casi podía sentir cómo se movían los engranajes de su cerebro y encontró la solución al problema de Marco y la oportunidad para llevar a cabo su objetivo.
- Marco. Si te pregunto algo, ¿prometes no asustarte? – Él la miró ceñudo y asintió. - ¿Te gustaría vivir conmigo? Sé que suena loco, pero vivo sola y a veces me veo apretada para llegar a fin de mes por lo que me vendría bien tener un compañero que compartiera conmigo los gastos. Mi casa tiene dos dormitorios así que hay espacio suficiente para los dos. ¿Qué te parece?
Marco abrió los ojos como platos, incrédulo aún ante la oferta de Althea. Cuando le contó su problema, lo hizo solo porque ella lo preguntó, no porque esperara que le solucionara su dilema, pero después de meditarlo, creyó que era la solución inmediata más factible en ese momento.
En realidad era la única que tenía.
- ¿Estás segura? No quiero ser un inconveniente. No es fácil vivir conmigo, digo…… así con el ánimo que tengo. No he sido una buena compañía desde…… desde…... bueno, ya sabes.
- Punto uno, estoy segura. Punto dos, lo de tu ánimo, déjamelo a mí. Ya verás que estaré a tu lado pa’ callar toditas tus penas. – Ella le sonrió sinceramente y Marco quiso creerle, aunque no se atrevió a devolver la sonrisa. Temía que si lo hacía, algo en él mismo con respecto a lo que su amiga le provocaba iba a cambiar y no estaba seguro de que eso fuera muy sensato, sobre todo pensando en que comenzarían a vivir juntos. Aún estaba fresco en él la traición de aquella pérfida mujer y no estaba dispuesto a abrir su corazón para amar a nadie. Al menos no aún.
- Está bien, Thea, tú ganas. Seré tu roommate. Compartiremos espacio y gastos.
- Y también amistad. Porque eso es lo que somos ¿verdad, Marco? – Esta vez Marco se permitió sonreír. Que Althea tuviera clara la relación que existía entre ellos lo liberaba de las dudas y de la presión de que el estatus de su relación corriera riesgo de cambiar.
Sintió alivio y comenzó a imaginarse su nueva vida junto a aquella mujer que se había colado en su vida sin siquiera pedirle permiso. Una mujer única que estaba luchando por hacer de su vida una experiencia gratificante aunque ello le reportara enfrentarse a su mal humor, su tristeza, melancolía y desasosiego. Al parecer a ella no le importaba ver ese lado suyo y eso lo hizo sonreír una vez más.