Puedo sin ti, papá

Cuatro

No digo que mi infancia era miserable porque realmente no lo fue ni lo será. Pero la falta me afectó demasiado en mis pasos a lo largo de todos estos años. Era duro ver a mis amigas y que sus padres estaban ahí en cada entrega de boletín, momentos importantes, fiestas de fin de año, etc. Era duro saber que nos daban tarea o nos hacían hacer regalos para el día del padre y no poder entregárselo.

Fue duro saber que todas esas pequeñas cosas que las maestra nos hacían hacer era peor para mí y peor cuando ya se acercaba el día de la madre. A ella si la tenía, la cuestión era que no era lo mismo, ella era mi papá y mi mamá. Era la única que me ayudaba a levantarme en momentos melancólicos. Es por eso que me da rabia los adolescentes de hoy en día y su estúpida manera de valorar las cosas cuando ya no están, ¿Por qué amarlo cuando ya no está? ¿Por qué querer a alguien cuando ya no está? ¿Por qué la estupidez nos golpea tanto?

No siempre fuimos lo que quisimos, nunca pudimos demostrar lo que sentimos porque nunca somos lo que realmente somos.

Los adolescentes de hoy en día están desvalorizados en cualquier aspecto, no solo con el tema de amar lo que tenemos y no, lo que no tenemos.

No es bueno encerrarse en uno mismo pero, a veces, es la mejor opción, a veces nosotros mismo somos nuestra propia contención. Ya no habla de mí y de lo que pensaba con mi mamá, ya no era lo mismo. Cuando estaba papá en casa venían los tíos y nos poníamos a bailar, y me gustaba. Luego de los sucesos ya no era lo mismo. Era estar en mi casa, ir a la escuela y volver. No iba de vacaciones a ningún lado y de vez en cuando mamá nos llevaba al centro a comprar cosas que nos faltaban, o ir a tomar helado.

Mi familia se había desmoronado mucho. Mis tíos ya no se hablaban tanto, mi abuelo estaba solitario y mi mamá buscaba siempre un trabajo de más y no por no querer estar con nosotros sino que había cuentas.

Al pasar dos semanas ya era mi cumpleaños, caía sábado y mamá, esa mañana, cuando se fue a trabajar me saludo con un beso en la mejilla y un fuerte abrazo prometiéndome que me iba a hacer mi comida favorita.

Mis tíos me llamaron y mis abuelos también y queda de más decir que fue el final de mi cumpleaños. Siempre pensé que esa fecha nunca fue muy importante, solamente era un año más, un año más de tristezas, nada más. Pero me quedé frente al celular esperando aquellos dos llamados que esperaba con ansias pero nunca llegaron.

Una de esas llamadas era el esperar una llamada que jamás iba a suceder porque los muertes no llaman, pero mi esperanza de que aquel celular iba a hacer el hilo de separación entre el cielo y la tierra, entre la muerte y la vida; y, la segunda, era la llamada que no era imposible de que suceda, esperaba el saludo de mi papá aunque supiera que iba a suceder como todos los años: no iba a haber rastros de él, aquel celular no iba a sonar, no iba a haber ninguna conexión entre padre e hija. Y es ahí donde conecté los puntos. La muerte no es la mayor separación entre las personas sino que era la distancia y la ignorancia.

Mamá llegó al mediodía con un pequeño sobre en su mano, me abrazó y me lo extendió junto con un cuaderno rosa que tenía un pequeño candado. Ahí nacieron mis mayores secretos, mis pensamientos, lo que sucedía en el colegio, frases que se ocurrían. Luego de ver el cuaderno con detenimiento abrí el sobre: era un anillo. Mamá me miró dolida, vi sus ojos llorosos y mis ojos se aguaron ante tal imagen.

 — Perdón, hija. Es todo lo que te puedo dar este año. Aun no cobré — me miró triste.

Ella no sabía que mi mayor regalo era estar a su lado. El saber que ella no me había dejado, el saber que ella hacia todo lo posible para mi pequeña familia era suficiente para mí. De cualquier forma no me gustaban las muñecas, prefería estar con cuadernos a mí alrededor y hacer que corregía jugando a las maestras.

Porque yo quería una vida mejor, yo quería demostrarles a todo que si alguien no está, no significa que sea un obstáculo. Yo necesitaba estar con mi familia, yo necesitaba estar con mi papá pero si él no quería no puedo obligarlo a quedarse porque sentía que había encontrado las causas suficientes como para hacerlo; para irse de mí lado.

Las personas creen que todos tenemos esa habilidad de olvidar a todos en un abrir y cerrar de ojos cuando realmente no es así. Me hubiese gustado que en ese día no tan especial para mí, al menos, se hubiera acercado a mi lado. Porque la vida era dura, si que lo era porque ese mismo día te ví pero no me habías visto. Estabas trabajando a la vuelta de mi casa. Obviamente, implementamos el dicho “el amor se encuentra a la vuelva de la esquina” solamente que cambiaba por “Papá se encuentra a la vuelva de la esquina”… mentiría si dijera que no había caído en un pozo negro gracias al comentario que había escuchado detrás de la puerta. Mamá instintivamente empezó a hablar más bajo, caminé hacia la cama viendo como mi hermano dormía plácidamente en la cama matrimonial, me senté en la orilla de la cama pensando en aquella oración.




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