Puedo sin ti, papá

Uno

Porque de alguna manera te dejé ir, de alguna manera fui yo misma cuando estaba a tú lado, de alguna manera te amé cosa que nunca comprendí de como llegué ahí, de alguna manera te di todo de mí, te di todas las armas para que puedas destruirme. Deseaba con todas mis fuerzas que eso no sucediera pero mis deseos fueron en vano, no fueron escuchados me destruiste como si yo no valiera nada y, de alguna manera, no valía la pena averiguarlo ya que después de esa estúpida situación lo supe.

Esta recta final significó mucho para mí, para ti, para todos. Por alguna razón me dejé llevar por estúpidos comentarios de personas que no me valoraban. Por un momento en mi vida le dije basta a tus mentiras, le dije basta a tus estúpidas promesas que ni siquiera tenías en cuenta ya que realmente ni me tenías en cuenta en tu vida. Me sentía como un estorbo. Ya no, papá.

Papá, que chistoso… hay chicas de mi edad que no tienen y sin embargo morirían para conocerlo, otras tienen a un padre perfecto que esta siempre con él o ella y sin embargo no sabe cuan perfecto seria ese momento y después están las chicas como yo, que odian a sus padres no porque no estén con nosotras sino porque parece que es fácil dejar regalitos para después hacerse el padre cuando lo necesita. Me siento como los viejos juguetes, que ya no se usan. Esos juguetes que se acuerdan cuando estas más aburrido y lo jugas solamente para pasar el rato. Me siento como los rompecabezas, solamente me arman una vez y luego me desarman para dejarme olvidada en alguno de sus estantes.

Me siento usada. Sí, esa es la palabra exacta: usada.

Si antes me sentía sola, ahora siento que tengo que cerrar puertas que jamás abrí, siento como si le hubiera dado paso a que abriera mi corazón e hiciera destrozo con mis ilusiones.

Porque sé que estoy a punto de perderme, de no verte y me duele. Porque sé que estás aquí. Aunque actúas diferente yo te quiero y me duele que me veas así. Papá, ¿Qué paso con las promesas que me hiciste? ¿Qué paso con las mentiras que dijiste? ¿Qué paso?

Me dejaste ir.

“Papá” una palabra tan inútil para ti. Sé que no tiene ningún significado y déjame decirte que, para mí hace mucho también lo perdió.

Sigo esperando con ansias tus abrazos, sigo esperando tus besos en las noches. Me mataste las ilusiones del amor, me mataste la infancia con dolor y no solo me afecta a mí sino a ti. Sigo sufriendo tu ausencia, no sé si esto es nuestros final pero déjame decirte que te odio; te odio por haberme dejado ir, por dejarme sola cuando más lo necesitaba porque, si te hubiese importado un poquito menos de lo que te amo, me hubieses mandado un texto o te hubieras acercado hasta mí.

Cuando menos te espere, volviste. Pero solamente porque pensaste que no ibas a volver a verme. Volviste porque una vez en tu vida pensaste que tus hijos sufrirían por tú partida.

Una vez en tú vida te diste cuenta que por la mugre que tomabas te alejó de tú familia y querías comprobar que aunque nos hiciste daño ibas a confirmar que todos íbamos a estar a tú lado. Déjame decirte un secreto: fui por lastima y obligación.

Cuando era chiquita me quería engañar diciéndome que en algún momento de tu vida te ibas a dar cuenta, que me ibas a prometer que ibas a volver pero con ganas de estar con nosotros: tu familia.

Un día volviste, discutiste con mamá y te acercaste a mí, me tomaste en tus brazos sentándome en tu regazo para mirarme fijamente y darme un beso en la mejilla y un abrazo.

- Hija, prometo no volver a hacerlo - me miraste atento esperando alguna reacción mía.

-¿Lo prometes, papá? -Asentiste con la cabeza y ese fue el momento donde sentí que por primera vez iba a ver a mi papá cumplir una promesa pero no fue así. Solamente creí en falsas palabras. Solo duraron días y volviste como la última vez, discutiendo con mamá.

Y fue que aprendí que las promesas no eran más que estúpidas palabras. Palabras que hoy en día nadie tiene en cuenta, que somos tan ignorantes que no nos importa en lo absoluto si herimos a la persona más dulce del mundo, no nos importa nada. Mi mamá decía que si una persona mentía una vez lo haría las veces que creía necesaria. Y es ahí donde empecé a ignorar a cada persona que trataba de mentirme. Entre ellas, mi papá.

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Estaba apoyada sobre la puerta de mi habitación escuchando las dolorosas palabras que se gritaban entre sí. Palabras que también me importaban porque se dirigían a mí.

Con tan solo cinco años me preguntaba del porqué estaba viva, del por qué me tuvieron si sabían que iban a pelear y del porqué me tuvieron si yo era la causa de sus problemas.

Sé que en el fondo hasta sus palabras les dolían pero eran tan orgullosos que no lo aceptaban, por una vez en la vida deseaba con muchas fuerzas no haber nacido.

Hice resbalar mi cuerpo hasta quedar sentada apoyando la espalda en aquella puerta que parecía ayudarme a cerrar todos mis problemas, tomé con fuerza uno de los lados de mi camiseta de fútbol que me la había regalado papá para mi cumpleaños y que me iba demasiado grande.




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