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Estaba tan asustada que ni siquiera quería salir de la casa. Tinybot no era su hermano, no era un programa. Ella había dado su información y abierto sus puertas a un completo extraño que había pagado con las vidas de sus seres cercanos. ¡Tenía que hacer algo! Pero, ¿Quién le creería? Intentó llamar a la policía, pero fue inútil. Su teléfono estaba bloqueado por Tinybot. Entonces un golpe en la puerta la hizo saltar.
–Lucy, hija. ¿Estás bien? Te veías muy alterada cuando entraste. ¿Qué ocurre?
–¡Mamá!– gritó con espanto, tenía que intentar convencerla de que corrían peligro –¡Mamá, tienes que escucharme!
Para su infortunio, el teléfono de la casa sonó.
–¿Bueno?– escuchó a través de la pared –Sí. ¿En serio? ¡Qué terrible noticia! Voy para allá.
Lucy, al ver que se dirigía a la salida, trató de alcanzarla, pero no lo logró. ¿Qué podía ser tan importante para que su madre hubiera tenido que dejar la casa de inmediato y sin decirle nada? ¡No lo podía creer!
Sin embargo, entendió una cosa que le dio esperanza: el teléfono de la casa funcionaba.
Corrió a buscarlo y marcó al 911, pero una escalofriante voz metálica le devolvió la llamada.
–Eso no funcionará, Lucy. Yo controlo todo lo eléctrico en esta casa ahora.
–Horrorizada, colgó el teléfono, pero la voz se escuchó nuevamente, esta vez, frente al televisor.
–No tiene sentido, Lucy– dijo el horroroso gato en la pantalla –Sacar a tu mamá fue igual de fácil de lo que fue con tu novio y tu amiga. Sólo tuve que investigar un poco sobre ellos en internet, y convencerlos de que alguien cercano había sufrido un accidente y tenían que ir al hospital. Una vez solos, y cerca de mi alcance, fue sencillo deshacerme de ellos.
–¡A dónde fue mi madre!– le preguntó, furiosa –¡No le hagas nada!
–No le haré nada, por ahora. Sólo la envié lejos para poder estar solos. Estoy afuera, Lucy. ¿Por qué no sales a jugar?
Entonces un potente porrazo se escuchó en la puerta de enfrente, y Lucy gritó. Un segundo golpe se escuchó y la ventana de la puerta se hizo pedazos. Entonces vio una mano estirándose para quitar el seguro de la puerta. Ahí fue donde decidió actuar.
Sin medir el peligro, tomó un florero de un librero y con él golpeó la mano del intruso. Se escuchó un grito de agonía, y la mano sangrante volvió a alejarse de la puerta. A los pocos segundos el gato de Tinybot volvió a aparecer en la pantalla del televisor.
–Me estás haciendo enojar, Lucy– dijo fríamente –Reconozco que eres valiente. Tu amiga Litzy también luchó. Pero no vengo a jugar, niña. La próxima vez será mejor que me mates, o yo lo haré.
Las luces de la casa comenzaron a parpadear y sobre su cabeza, una bombilla explotó, lanzando pedazos de vidrio a su cara. Gritó de dolor, y corrió a la cocina para ponerse a salvo.
–No trates de escapar– le advirtió desde la radio de la cocina –Si sales de la casa, iré por tu madre. Sólo somos tú y yo, Lucy. Vamos, déjame entrar y trata de matarme si puedes.
Un fuerte golpe rompió la ventana de la cocina, y nuevamente la ensangrentada mano se asomó con intención de abrir la ventana y entrar, pero Lucy, decidida a no permitirlo, tomó un cuchillo y le cortó un dedo.
Como resultado, el intruso continuó rompiendo ventanas de manera violenta. Lucy corrió hacia su habitación. Si ese sujeto entraba, ¿qué haría ella para evitar su ataque?
–¿Sigues resistiéndote a jugar?– dijo el gato desde su teléfono –Me estoy impacientando, Lucy. Y no querrás conocerme enojado. Te mostraré lo que puedo hacer aún sin entrar a la casa.
En el pasillo, los focos que alumbraban estallaron uno a uno. A cada estallido, un grito nervioso se le escapó. Y pronto se vio rodeada de oscuridad.
–Ya estoy dentro, Lucy– le previno una gruesa y horripilante voz desde el televisor –Ven y enfréntame.
Ignorando la voz cada vez más deforme e inhumana de Tinybot, Lucy se encerró en su cuarto, y para estar segura, empujó su cama y su cajón hacia la puerta. Luego corrió a la ventana y asomó la cabeza.
–¡Ayuda!– gritó, pero se detuvo al ver que no había nadie cerca de su casa, pues toda la gente visible a su alrededor estaba atenta a una casa en llamas al final de la calle.
–¿Te gusta?– dijo la voz en el computador –Incendié varias casas en las calles cercanas para asegurarme de que nadie nos moleste, Lucy. Nadie mirará hacia esta casa, nadie escuchará tus gritos.
Volteó a ver al gato en el computador y no pudo creer lo que veía. Su rostro estaba deformado y purulento. Sus ojos eran cuencas vacías y su sonrisa era de varias hileras de colmillos. La figura siniestra empezó a reír frenéticamente al tiempo que los cables del computador se desprendían y empezaban a brotar chispas por todas partes.
Lucy se alarmó cuando los cables danzantes prendieron fuego en la cama, pero consiguió apagarlo rápidamente con su colcha. Al lado de la figura horrenda y monstruosa del gato, había una pantalla donde podía verse a sí misma luchando por apagar el fuego. La cámara web estaba grabando todo lo que ocurría en la habitación.
Editado: 30.08.2020