Era un día muy caluroso de verano, en donde las cigarras no paraban de cantar. La gente solo pensaba en tomar una siesta o disfrutar de un rico tereré en horas de ocio. La única que estaba con energías para trabajar era Mariana, una joven redactora web que realizaba artículos por encargos.
Y es que, desde que emprendió ese camino, no pudo detenerse más. Con el dinero ganado pagaba las cuentas y podía darse uno que otro gustito.
A medida que tecleaba en su laptop, se le venían mil ideas en la mente. Desde contenidos temáticos hasta propuestas de proyectos, todo le parecía perfecto para iniciar con algún emprendimiento por internet.
Pero fue ahí que, de inmediato, se le mezclaron con recuerdos turbios de su pasado: su lamentable viaje al Brasil, su primera decepción amorosa, la muerte de sus padres, una despedida y un intento de suicidio. Su cabeza no dejaba de jugarle malas pasadas, por lo que dejó su labor y salió de su cuarto a respirar aire fresco.
En un rincón habían varios papeles. Eran fotocopias, su título visado y apostillado, listo para seguir su posgrado al exterior. Pero no consiguió la beca. Esperaba ansiosa poder viajar, dejar todo atrás y seguir adelante. Pero al final, con tantas desilusiones, se quedó encerrada durante todo el verano delante de la computadora, haciendo anotaciones y viendo trabajos que podría hacer en casa.
Aunque intentaba pensar en positivo, la verdad no sabía qué hacer con su vida. Tenía todo para sobresalir, pero no lo conseguía. Y aún no pillaba qué era lo que le faltaba.
Como ya desechó la idea de seguir con el trabajo, se echó a la cama y buscó alguna película para ver. Pero ninguna le interesaba.
Al final, se encogió de hombros y se echó a la cama a mirar el techo. Otro día desperdiciado.
…
El mes estaba a punto de terminar. Y pareciera que los ánimos de Mariana se iban por los suelos por cada día que pasaba. Se la pasó recorriendo los alrededores y almorzando afuera. Incluso empezó a andar en bicicleta. Era lo único que la distraía de su depresión. Y en esos momentos deseaba montar en bici y seguir adelante, sin detenerse, sin echarse atrás.
Un día, mientras hacía su recorrido en bici, vio un extraño objeto cayendo del cielo. Pero lo que no sabía era que en varios países del mundo se registraron caídas de extraños meteoritos de color rosa. Y lo más extraño era que dichos meteoros, antes de impactar a tierra, se fragmentaban en pequeños trozos y se esparcían por grandes áreas desérticas o pobladas.
Y Mariana vio exactamente cómo cayó uno de esos meteoritos. El objeto impactó un poco lejos de donde estaba y sintió una fuerte ráfaga que la echó al suelo. Por suerte solo recibió un raspón en la rodilla.
Entre temerosa y curiosa, fue al lugar del impacto y se topó con el meteorito rosa.
El mismo era tan grande como una pelota de basquetbol y formó un cráter en el medio de una plaza, similar a los baches de su ciudad. Muchos, al igual que ella, también se acercaron. Pero fue Mariana la primera que se acercó al objeto, lo palpó y lo alzó con ambas manos sin esfuerzo.
Había creído que le costaría levantarlo, pero era ligero como una pluma.
Y mientras se preguntaba de dónde había salido ese extraño objeto, comenzó a emitir un extraño brillo que la cegó por completo.
Cuando recuperó la vista, el paisaje a su alrededor cambió. Ya no se encontraba la multitud, la plaza ni el bache, sino había toda una extraña ciudad formada por hologramas. No solo la ciudad, sino sus pobladores eran hologramas. Lo supo cuando alguien la atravesó completo, como un fantasma.
Mariana lo soltó, pero en vez de estrellarse contra el suelo, el mismo flotó. La voz robótica siguió hablándole a Mariana, mientras ésta la escuchaba atentamente.
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Editado: 31.03.2023