Puerta dimensional

Capítulo 6. La extraña pistolera

A medida que pasaba los días, Mariana se sentía cada vez más absorbida por la “Puerta dimensional”. Era como si se armase un nuevo propósito para seguir viva. Sin embargo, cada vez que regresaba a su mundo, sentía una desorientación tal que debía prender la computadora para recuperar la noción del tiempo. Y ahí veía la cantidad de trabajos que dejó pendientes por hacerse de la heroína al atrapar a una banda de científicos de la otra dimensión.

También se dio cuenta de que las heridas recibidas en la “Puerta dimensional” de sus enfrentamientos, permanecían al regresar a su mundo. No sabía cómo podía pasar eso, si físicamente su cuerpo permanecía en el mismo sitio. Para comprobarlo, se había filmado con una vieja cámara digital al utilizar el transmisor. Lo que captó la cámara era que su cuerpo se quedaba quiero. La filmación duró exactamente un minuto y en ese minuto no se movió ni un centímetro. ¿Acaso era su alma la que viajaba a la “Puerta dimensional”? ¿Era como una especie de proyección astral? Pero si era el caso, entonces no tendría que obtener herida alguna. Tenía tantas preguntas por hacerse y, cuando se los había planteado a Hiro, Sorlac y Jaun, ellos quedaron tan confundidos como ella. Ni siquiera Sorlac y Jaun, que poseían conocimientos del funcionamiento del cuerpo y la tecnología, podían dar explicación al respecto.

Sin embargo, parte de esas dudas se le aclararían cuando viviera uno de los enfrentamientos más peligrosos y angustiantes surgidos en la “Puerta dimensional” durante el año.

Activó el transmisor, como de costumbre, y se trasladó a ese lugar. Se apareció delante de una chica de edad similar, la cual cayó de espaldas por la sorpresa.

Mariana también dio un salto, pero no se cayó. Lo que sí se le escapó fue el transmisor, el cual paró en manos de un científico que inoportunamente se encontraba cerca de ellas.

  • ¡Vaya, vaya, vaya! ¿Qué tenemos por aquí? - Dijo el científico, tomando el transmisor con una sonrisa maliciosa – Creí que me costaría mucho conseguir uno de estos, pero ya que me lo dieron amablemente, lo conservaré.
  • ¡No! - Gritó Mariana, acercándose al científico - ¡Devuélvemelo!

El científico sacó una pistola láser, la apuntó y disparó. Por suerte, Mariana aprendió a esquivar los disparos a distancia y utilizó los guanteletes que le había dado Sorlac. Lastimosamente el científico siguió disparando, por lo que ella no pudo ni acercarse sin riesgo de bajar su defensa.

Mientras pensaba cómo recuperar su transmisor, apareció Hiro, quien golpeó al contrincante de Mariana por la nuca con su palo de Kendo. El científico dejó de disparar y Mariana logró acercarse, darle un golpe a puño cerrado en el abdomen y recuperar el transmisor.

  • Gracias, Hiro – Le dijo Mariana, dándole un abrazo – Pero ten cuidado la próxima. Podrías resultar herido.
  • Mientras estemos juntos, no me pasará nada – Dijo Hiro – Por cierto, mira mi uniforme. Ya soy un estudiante de secundaria.

En efecto, Hiro ya no llevaba puesto su uniforme de marinero ni su gorro blanco. Llevaba un conjunto conformado por un saco y pantalones de color azul oscuro.

  • Felicidades, Hiro – le dijo Mariana – Yo también tuve suerte este mes. He conseguido varios pedidos de redacción de artículos. ¡Y esta vez de sitios web de películas y series, que me encantan!
  • Que bueno, Mariana. Espero poder leerlos algún día.

Mientras conversaban, no se percataron de que el científico recuperó la conciencia y preparaba su arma, dispuesto a dispararles por la espalda.

Por suerte, la chica con que se topó Mariana aún seguía ahí y llevaba consigo una pistola automática, con la cual disparó al sujeto en la sien.

El sonido alertó a Mariana y Hiro, quienes interrumpieron su conversación y observaron al científico muerto. Luego miraron a la chica que lo mató, quien guardó la pistola en el bolsillo trasero de sus vaqueros y les dijo:

  • La próxima vez no bajen la guardia. En especial tú, linda, que ni siquiera sabes lo que es la “discreción”.

Mariana infló sus mejillas de rabia. No le gustaba que la sermonearan, ni menos si provenía de la persona que la envolvió en el lío.

  • ¡No es mi culpa! - Se defendió Mariana - ¡El transmisor no controla mis “aterrizajes”! ¡Además fue tu culpa de que casi me sacaran el transmisor!
  • ¿Fue mi culpa de que seas tan torpe como para soltarlo? - Dijo la chica, con sarcasmo - ¿Acaso te sudan los dedos? ¿O simplemente saliste como error de fábrica?

Mariana estuvo a punto de acercársele para golpearla, cuando escuchó el grito de Hiro.

El niño había sido sorprendido por otro científico, quien lo abordó por detrás e inmovilizó sus brazos, impidiéndole usar el palo de kendo para defenderse. Ambas mujeres fueron para ayudarlo, pero el científico apuntó la cabeza de Hiro con una pistola y les dijo:

  • Si se acercan un centímetro más, lo mato. Me lo llevaré con mis colegas e intentaremos usar su transmisor. Pueden seguir con su estúpida pelea, pero recuerden: Somos vengativos. Y nunca les vamos a perdonar que hayan asesinado a nuestro amigo. ¡Malditas primitivas!
  • Sus acciones amenazan a mi mundo y destruyeron al tuyo – Le dijo la pistolera – Son una amenaza para el multiverso, así que no dudaré en liquidarlos a todos.
  • Si lo haces, también lo haré yo – Dijo, apretando cada vez más el arma contra la sien del niño.
  • ¡Basta! - Le pidió Mariana a la pistolera - ¡No empeores las cosas!
  • Como sea, aquí termina la conversación – Las interrumpió el científico – Por cierto, el colega al que mataron tiene una bomba que se activa cuando se detiene su pulso. ¡Así que corran, que solo quedan diez segundos!

Ambas corrieron y, en efecto, la bomba estalló y las lanzó por los aires.

Cuando Mariana miró al lugar del impacto, ya no vio ni a Hiro ni a su captor.




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