Capítulo 25. La lección de una maestra
Una vez conformada la agrupación y la posición de los miembros, se acercaron a la división. Sorlac le preguntó a Asmot el porqué no quiso incluir a Hiro en la agrupación, después de todo lo que pasaron en esos meses juntos.
- Ese niño ha sido secuestrado dos veces por los científicos – Explicó Asmot – La segunda vez tuvimos suerte de encontrarlo con vida. Quiero evitar el derramamiento de sangre lo más que pueda, en especial si proviene de personas jóvenes.
- Si más no recuerdo, has estado en el ejército desde niño – Le dijo Esjo – Tú y tu hermano han sido reclutados desde jóvenes.
- Y es lo que más he lamentado en mi vida – Dijo Asmot – Si Asthar no hubiese desaparecido, quizás mi hermano hubiese estudiado una carrera y yo habría podido formar una familia. Pero no tenía opción. Era eso, o la muerte.
Edfe estuvo a punto de decir algo, pero prefirió callarse. Eso pudo verlo Sergio, quien prefirió no entrometerse en la vida de esos hermanos “astharianos”.
Por otro lado, Gerda y Ahtma también comenzaron a charlar.
- Creo que fuiste dura con esa niña – Le dijo Ahtma a Gerda – Betty te considera su heroína.
- Soy contrario a eso – Dijo Gerda – Es verdad que yo comencé con este oficio a una edad muy temprana. Nunca tuve una adolescencia normal. Ni amigos. Por eso no quiero que Betty sea una asesina como yo. Solo le enseño a defenderse. Nada más. Para Betty esto es como un juego. En cambio, yo tuve que pasar por muchos obstáculos para llegar hasta aquí. Y créeme, no es una vida placentera.
- Debiste sufrir mucho en tu mundo.
- ¡No es para tanto! - Dijo Gerda, sonrojándose al ver que Ahtma le tenía compasión – Lo importante es el presente. Concentrémonos en derrotar a esos científicos y rescatar a nuestro ángel.
- ¿Qué es un ángel?
- Según la tradición, es un ser celestial de corazón puro. Nunca he creído en los ángeles, hasta que conocí a Mariana. Y ahora es el momento de que ese ángel retorne a nuestro mundo.
La agrupación llegó hasta la división. Los científicos se encontraban durmiendo, por lo que activaron un campo magnético capaz de repeler los disparos láser mientras descansaban.
- Utilizaremos los paralizantes – Explicó Asmot – Luego, quince de nosotros tomará a un científico y utilizará su transmisor para enviarlo a su mundo. Los cinco restantes los cubriremos por si se acercan científicos de otras divisiones. ¿Alguna pregunta?
Nadie objetó nada. Cada uno tenía en claro lo que debían hacer.
Los paralizantes eran los únicos artefactos capaces de atravesar el campo magnético, pero debían ser precisos en el cálculo para que fuesen efectivos. Conformaron pequeños grupos de tres en cinco puntos de la división, formando un círculo. Lanzaron los paralizantes y fueron directo a los dormidos científicos. Éstos se despertaron y, cuando intentaron repeler esos artefactos, los mismos se activaron y perdieron movilidad en sus cuerpos.
Los quince escogidos para ingresar al campamento de la división, entre ellos Gerda, Ahtma y Esjo, comenzaron a avanzar. Pero apenas alcanzaron las carpas, activaron unas pequeñas bombas detectoras del movimiento que colocaron a unos metros de distancia. Asmot no había previsto que la división contaría con ese plan de contingencia para liquidar a los aliados de Asthar.
- ¡Cambio de planes! ¡Activemos los transmisores! ¡ASTHAR!
Al mencionar su nombre en voz alta, todos los transmisores flotaron por los aires, se fusionaron y conformaron una roca rosada. La misma emitió brillos potentes que alcanzaron a los científicos y los enviaron de vuelta a su mundo.
- ¿Cómo supiste que podías hacer eso? - Preguntó Edfe, sorprendido.
- Fue ese niño – Dijo Asmot – Lo había mencionado hace meses atrás. Aún así, me acordé tarde de sus palabras. ¡Demonios! ¡Debí prever esto desde el inicio!
Se acercaron a los afectados por las bombas, entre ellos Gerda, Ahtma y Esjo, para verificar sus heridas y comprobar si seguían con vida.
- No es tu culpa, hermano – Le dijo Edfe – Estos científicos son impredecibles.
- Aún así, debí estar preparado para lo que sea. ¡Todo es mi culpa! ¡Y ahora nuestras compañeras están lastimadas!
- ¡Basta, Asmot! - Le gritó Edfe.
Todos dirigieron sus miradas a los dos hermanos. Era la primera vez que los veían discutir de esa forma.
- No tienes que cargar todas las responsabilidades tú solo – Le dijo Edfe, ajeno a las miradas de la agrupación – Todos aquí te apreciamos y nos ofende que siempre quieras ocultar tus lamentaciones. ¡Sabes que te seguiremos siempre!
- ¡Soy el líder! ¡Se supone que debo cargar con la responsabilidad!
- ¡Y yo soy tu hermano! ¡Y no entiendo el porqué siempre me haces de lado! ¡Al menos considera mis puntos de vista antes de planificar tus ataques! ¡Quizás así estas cosas no sucederían!
- ¡Basta! ¡Los dos! - Intervino Sergio - ¡Si van a discutir, háganlo cuando curemos a los heridos!
Señaló a Ahtma y Gerda, quienes la explosión les provocó severas quemaduras en el rostro y pecho. Esjo, quien se situaba a unos metros de ellas, tenía las piernas completamente achicharradas. Sergio se acercó a Gerda y la levantó en brazos. Asmot hizo lo mismo con Ahtma. Edfe se acercó a Esjo, quien aún seguía despierto a pesar del impacto.
- ¡No siento mis piernas! - Dijo Esjo, al borde de las lágrimas - ¡No resisto más!
- Te enviaré de vuelta a nuestro mundo – Le dijo Edfe – No podrás luchar en estas condiciones. Descuida, la máquina regeneradora volvió a funcionar.
- Eso espero – Dijo Esjo, cerrando los ojos del dolor – No me gustaría usar esas prótesis robóticas obsoletas. Me vería ridículo y Ahtma no querría salir conmigo.
Edfe activó su transmisor y envió a Esjo a su mundo para que pudiese recuperar sus piernas.
- ¿Máquina regeneradora? - Preguntó Sergio a Edfe.
- Algunos de los científicos que atrapamos arreglaron las maquinarias que usaban nuestros antepasados, en la época gloriosa de Asthar – Explicó Edfe, mientras enviaba a todos los heridos de vuelta a su mundo – Hay un pequeño porcentaje que se arrepintió de sus acciones y ahora trabajan día y noche para recuperar nuestro mundo de forma gratuita.
- Me alegra escuchar eso – Dijo Sergio – No todos los científicos son cínicos, después de todo.