Puerta dimensional

Capítulo 31. Protegiendo la puerta dimensional

Cuando abrieron los ojos, se volvieron a encontrar dentro de esa cabaña alquilada en Brasil. Por más que fuese diciembre, la misma permaneció inhabilitada para alquilar o alojar a huéspedes, por contener un turbio misterio en torno a ella.

Los agentes, cumpliendo con su palabra, no dijeron nada de lo vivido y visto en la “Puerta dimensional”.

  • ¿Qué harán con nosotros ahora? - Preguntó Sergio.
  • Los trasladaremos a sus países de origen – Le respondió uno de los agentes – Como ya no poseen los transmisores, no serán detectados por los satélites captadores de ondas electromagnéticas extrañas.
  • ¿Entonces regresaré a la cárcel? - Preguntó Gerda.
  • No. Estarás bajo libertad condicional – Le respondió otro agente – Podrás hacer lo que quieras siempre y cuando no mates a nadie.

Gerda sintió un alivio. Aún así, pensó que debía realizar alguna misión de vida para expiar sus pecados.

  • Sumimase, ojisan – Dijo Hiro, en su idioma original.

Todos lo miraron. Enseguida se dieron cuenta de que el efecto del transmisor se había ido y que ya no podrían comunicarse en el mismo idioma.

  • Don't worry, boy – Le dijo Gerda, en ingles – You're going to Japan and you can see your parents. You understand?
  • Yes. I understand.

Tanto Sergio como Gustavo suspiraron. Al final ese transmisor era más útil de lo que creían.

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Llegó la nochebuena. Gustavo recibió a sus parientes en casa, pero nadie se sentía con ánimos de celebrar. Por ese año, al menos, esperaban haber contado con la presencia de Mariana.

La joven fue declarada muerta. Los agentes lo demostraron y así se hizo oficial. Sin embargo, Mariana aún vivía. Y en esos momentos era la guardiana protectora de la “Puerta dimensional”.

Cuando terminó la reunión, Gustavo decidió pasear por la arboleda y respirar aire fresco. Había bebido demasiado y los recuerdos le invadían la mente.

Recordó el nacimiento de su hermana y los celos que sintió al ver que le prestaban más atención a ella. Luego cómo su obsesión por el trabajo la alejó por completo de su familia. Y cuando encontró la carta e intentó salvarla, pero al final la abandonó a su suerte y por más que deseaba visitarla, nunca se animaba. Al menos se alegró de que hubiesen hecho las pases ese año, en que el destino hizo que poseyeran los transmisores que los reunía a todos en la “Puerta dimensional”. Fue un año largo e intenso, tal como si fuese una película de ciencia ficción.

Y mientras pensaba en eso, le pareció verla a lo lejos. Pensó que había bebido demasiado, pero igual se alegró. Se acercó y le dijo:

  • ¿Qué tal todo por ahí?
  • Aburrido – Respondió Mariana – No hay mucho que hacer.
  • Si quieres puedo hacerte compañía.

Mariana rió. Ambos se quedaron en silencio por un buen rato. Al final Mariana preguntó:

  • ¿Sabes algo de Hiro? ¿Y Gerda? ¿Qué tal el detective Sergio?
  • Sergio está bien – Respondió Gustavo – Al fin superó lo de su ex, se mudó de casa y conoció a otra persona. De Hiro y Gerda no sé nada. Supongo que están bien.
  • Me alegra saber eso. Bueno, me marcho.
  • ¡Espera! Por favor, quédate un poco más. Estoy borracho, lo sé. Pero quiero que te quedes un poco. ¿Sí?

Mariana se sentó al lado de su hermano. Su cuerpo traslúcido descubría las ramas de los arbustos. Gustavo quiso tocarla, pero sentía que si lo hacía, ésta se desvanecería por completo.

Así que decidió seguir charlando de nimiedades.

Le habló de la patética reunión familiar navideña que tuvo recientemente, de las vacaciones que planeaba realizar en Japón para fastidiar a Hiro y de las noticias que leyó de una misteriosa mujer enmascarada que se encargaba de rescatar a personas secuestradas o en peligro de ser asesinadas. Todo eso escuchó Mariana, sin decir palabra alguna. Y así siguió hasta que Gustavo bostezó, recostó su espalda por el tronco del arbusto y se quedó profundamente dormido.

Mariana lo levantó en brazos y lo llevó hasta su dormitorio. Por más de que solo era una proyección, podía levantar toda clase de objetos y masa sin importar peso y tamaño. Y también podía trasladarse en ambos mundos. De esa forma pudo ver cómo era el mundo de Sorlac realmente. El holograma de la ciudad futurística era eso: una ilusión. Los edificios eran ruinas y apenas se veía la luz del sol debido a la densa neblina que pululaba en el ambiente. Pese a todo y sin ayuda de Asthar, los humanos del mundo paralelo lograron salir adelante por sí solos. Todos daba lo mejor de sí para restaurar su mundo. Incluso los científicos quienes, con sus conocimientos, pudieron reparar las maquinarias y encontrar remedios a enfermedades consideradas “incurables”. Todo eso y más lo vio Mariana desde la “Puerta dimensional”.

Pero no podía dejar de pensar en Sorlac.

Él habría deseado ver a su gente trabajar y restaurar su mundo. Por más que podía proyectarse, no podía retroceder en el tiempo para evitar su muerte. Quizás también la historia sería completamente diferente si Rombit no efectuara el disparo. No terminarían juntos, eso lo sabía desde el principio. Pero, al menos, sabría que él estaría bien y que haría lo posible por crear un mundo nuevo con sus propias manos.

Miró el control dimensional, con el cual se aseguraba de que nadie pasara las fronteras ni invadiera los universos alternativos. En él dormía Asthar. Desde aquella vez no volvió a escuchar su voz. Era como si Asthar hubiese entrado en una hibernación profunda, confiando su propia tarea en una simple mortal.

Arropó a su hermano, le dio un beso en la frente y finalizó la proyección. De vuelta se encontraba en la “Puerta dimensional” y, mirando el control, le dijo a Asthar:

  •  Aunque antes no haya valorado mi vida, ahora siento que al fin he encontrado el sentido a mi existencia. Quizás éste siempre ha sido mi deber. Por eso lo cumpliré y haré todo lo posible para asegurar la integridad de ambos mundos. No dejaré que nadie pase la “Puerta dimensional”. Nunca más. Te lo prometo, Asthar.




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