Era el primer día del último año de preparatoria, y Alya entró al salón como siempre: tranquila, observando el ambiente sin hacerse notar. Era bonita, pero no del tipo de belleza que gritaba por atención.
Su cabello largo, de un rojo intenso que brillaba bajo la luz, caía con naturalidad sobre sus hombros. Sus ojos verdes, grandes y expresivos, daban la impresión de mirar más allá de lo evidente. Tenía una presencia cálida, pero también cierta reserva, como si parte de ella viviera en otro plano, uno más sensible.
Nunca había sido la chica que dominaba el salón ni la que esperaba en el centro de atención. Su grupo de amigas era pequeño, pero suficiente para sentirse cómoda.
Emma Smith y Zoe Williams eran sus compañeras inseparables desde hacía dos años, y con ellas podía ser ella misma sin máscaras, sin la necesidad de ser algo que no era.
Emma era espontánea y directa; Zoe, más reservada, pero con un instinto agudo para percibir lo que otros pasaban por alto. Juntas, equilibraban el mundo interno de Alya.
Aun así, las miradas que recibía de los demás no pasaban desapercibidas. A veces, las chicas la observaban con cierta envidia; otras, los chicos la miraban con una mezcla de admiración y distancia.
Después de los rumores que habían dañado su reputación en años anteriores, Alya había aprendido a ser más cautelosa. Se cuidaba de su imagen, pero no quería que eso se convirtiera en su único valor.
Cuando llegó a su lugar habitual, cerca de la ventana, su mirada se cruzó con la de él. Derek estaba en el otro extremo de la clase, y su figura destacaba entre los demás sin esfuerzo. Era alto, de cabello negro azabache, corto y algo desordenado, y sus ojos azules parecían hechos de un hielo que no se derretía. Su presencia era arrolladora, pero no por la simpatía. Era la clase de chico que atraía a todos sin esforzarse, que dominaba cualquier espacio solo con su postura.
Había en él una intensidad difícil de explicar: un magnetismo oscuro, de esos que te resultan hermosos, pero sabes que es peligroso.
Alya nunca había hablado con él, y aunque lo observaba de lejos, no le interesaba involucrarse. Había algo en él que la inquietaba, algo que no sabía cómo describir. Notaba cómo era su relación con los demás, sentía que no era él mismo.
¿Eres tal como eres con los demás... o también ocultás algo para encajar?
El sonido del timbre la sacó de sus pensamientos. El profesor de historia entró al salón con una sonrisa distraída, cargando con una pila de papeles.
-Hoy asignaré a los compañeros para los proyectos de este mes -anunció, mirando la lista.
Alya no esperaba mucho. La mayoría de las veces, los proyectos eran una molestia, pero ya estaba acostumbrada. Emma la miró desde su pupitre con gesto cómplice, y Zoe levantó las cejas, como preguntando en silencio con quién le tocaría esta vez.
Sin embargo, cuando el profesor nombró a su compañero, algo cambió. No fue por la sorpresa, sino por la forma en que Derek, que estaba sentado al fondo, la miró de reojo antes de bajar la cabeza.
-Alya, vas a trabajar con Derek -dijo el profesor sin darle más explicaciones.
El nombre de Derek resonó en su cabeza.
¿Por qué él?
¿Por qué con ella?
El asombro de sus amigas y sus risas en voz baja no pasaron desapercibidas por ella.
Aunque se suponía que su compañero original debía ser alguien más, no pensó mucho en eso. Lo único que sabía era que este año las cosas parecían ir a ser diferentes.
Lo que no sabía, y que más tarde descubriría, es que esta decisión no había sido azarosa.
Derek ya la había tenido en la mira.
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Editado: 16.05.2025