-Tienes esa forma de sonreír como si intentaras caerle bien a todo el mundo, pero en tus ojos se nota la desconfianza hacia los demás.
Esa frase interrumpió la nube en la que se había subido Alya.
Parpadeó, desconcertada, y miró al chico que estaba frente a ella, con la cabeza semioculta tras un libro. Unos segundos después, cayó en la cuenta de lo que Derek acababa de decirle.
-¿Qué? -preguntó, confundida.
-¿Has hecho un proyecto así antes? -Derek levantó la mirada, mostró un semblante calmo, y la observó fijamente, como si aquellas palabras anteriores nunca hubieran existido, o simplemente no tuvieran importancia.
Alya no estaba segura de haber escuchado bien, o si todo había sido una ilusión. Pero algo en el tono de voz de Derek le hizo dudar.
¿Cuál es el límite entre la imaginación y la realidad?
La biblioteca, que siempre estaba llena de murmullos y pasos, ahora parecía un desierto. El silencio se estiraba como un eco demasiado grande para dos personas.
La clase había terminado y ambos se habían dirigido directamente allí. Todo era incómodo, incluso raro. Extraño que ese ambiente se sintiera tan frío y ajeno en una biblioteca tan inmensa.
Metida nuevamente en sus pensamientos, sintió un frío recorrerle la nuca.
Sus ojos se dirigieron inmediatamente a Derek, quien la observaba serio.
¿La estaba analizando?
Alya se movió en su silla con incomodidad. ¿Acaso este chico no sonreía nunca?
La profundidad en su mirada era peculiar. Y algo dentro de ella le decía que no estaba bien.
El silencio se alargó entre ellos, pero él no parecía perturbarse. De repente, otro pensamiento cruzó su mente:
¿Quizás había algún problema con la biblioteca hoy?
Luego de largos silencios, miradas incómodas y cruces de pocas palabras, llegó por fin el momento de separarse.
-Bueno, creo que el viernes podemos juntarnos y... -decía Alya mientras comenzaba a guardar los libros en su mochila.
De repente, un estruendo metálico la interrumpió. Un portazo seco que rompió el aire denso de la biblioteca.
Al voltear hacia Derek, se dio cuenta de que él ya no estaba.
Alya se quedó unos segundos quieta, con la mirada perdida. Una melancolía extraña le atravesaba el pecho sin explicación alguna.
No entendía qué había pasado. Se sentía confundida y, a la vez, intrigada.
¿Por qué se fue así? ¿Qué sucedía en la cabeza de él?
Derek despertaba una curiosidad peligrosa en ella.
La curiosidad mató al gato, dicen.
-¿Dónde estabas? -preguntó Emma apenas Alya entró al aula. Su tono no era acusador, sino de sorpresa.
-En la biblioteca, con Derek. Empezamos el proyecto -respondió Alya, dejando la mochila junto a su banco, con un cansancio notorio.
-¿En la biblioteca? ¿Hoy? -intervino Zoe, frunciendo el ceño-. Pero si estaba cerrada. Tenía un cartel en la puerta que decía "cerrado por mantenimiento". Pensamos que no habías venido.
Ambas amigas la miraron, confundidas.
Alya se quedó en silencio unos segundos.
-¿De verdad? -preguntó, y su voz sonó más para sí misma que para las demás.
-Sí. Lo vimos cuando fuimos a buscar un libro para el examen de historia. Qué raro... -Emma se cruzó de brazos-. ¿Estaban solos? -añadió, esta vez con un leve tono de preocupación y a su vez de acusación.
-Sí -respondió Alya, más bajito.
Su mente empezó a divagar. Se imaginó en un lugar totalmente oscuro, con una luz tan violenta que desgarraba la visión. En medio de la penumbra, las paredes emergían agrietadas.
No era una conversación, era un interrogatorio con la sonrisa como coartada.
Las chicas se miraron entre sí. No dijeron nada, pero la incomodidad quedó flotando en el aire. El silencio resultaba eterno.
-Capaz el conserje puso el cartel por error -dijo Alya, como quien lanza una excusa sin convicción-. No había nadie cuando llegamos, tal vez pensaron que estaba vacía...
Zoe no respondió. Solo la observó, como si viera algo nuevo en Alya. Nada que se notara a simple vista.
Emma cambió de tema enseguida, y la conversación giró hacia otras cosas. Pero Alya, aunque presente, ya no estaba del todo ahí.
No podía dejar de pensar en el portazo.
Ni en los ojos de Derek.
.............
Esa noche, se encerró en su habitación con los auriculares puestos, pero sin música. El silencio era más cómodo cuando parecía intencional.
La lámpara de escritorio dibujaba sombras largas en las paredes. Ella jugaba con el bolígrafo entre los dedos, sin lograr escribir ni una palabra del proyecto.
Derek aparecía y desaparecía en su mente como un reflejo.
Su forma de hablar, de observar, de irse sin avisar.
Esa aura tan magnética que emanaba.
¿Por qué me dijo eso?
¿Por qué me miraba así?
¿Por qué estoy pensando en él?
No lograba recordar si realmente dijo lo que creyó escuchar, o si su imaginación le estaba jugando una trampa.
"Tienes esa forma de sonreír como si intentaras caerle bien a todo el mundo..."
La frase se repetía como un eco entre sus pensamientos.
¿Cómo alguien podía ver eso con solo una mirada?
Ella no era así...
¿Verdad?
Lo había conocido ese mismo día, y sin embargo, ya sentía que él había dejado algo dentro de ella.
Cerró los ojos, molesta consigo misma. No puede ser para tanto, pensó.
Pero era.
Y lo sabía. Muy dentro, lo sabía.
El inconsciente te conoce incluso más de lo que tú lo haces.
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Editado: 16.05.2025