Observo a Ken mientras limpiamos el entorno de este extraño fuego. Su ropa, brazos y parte de su rostro están cubiertos de sangre. Sus ojos aún brillan con ese tono carmesí, haciéndolo parecer peligroso. Yo sabía que lo era, pero ahora es una de esas personas que no querría cruzarme en un mal día. Y hoy había sido malo para todos.
Al llegar al área de forma tan directa, ocurrió lo que esperábamos. Lo primero con lo que nos topamos fueron los devoradores de almas, armas que Robert consideraba descartables.
_Me haré cargo de ellos. -informa Ian Alexander-
_No estarás solo. -Él me mira sonriendo-
_¿Quién es el líder? -pregunta a los devoradores-
_No es de tu incumbencia. -responde uno de ellos con una expresión confusa- Lo dijiste muchas veces ya.
_ Esperaba que solucionaran sus problemas sin intervención externa.
_Eres el hijo del antiguo líder, no eres un extraño. Fuiste y siempre serás parte de nuestra tribu.
_No lo soy. -alega Ian- Morí hace tiempo.
_Y sin embargo, aquí estás. -Da un paso acercándose- Tan capaz como siempre, sino más. ¿Has dejado de ser su hijo o un devorador?
_No, y nunca dejaré de serlo. – Ian da un paso- pero ya no pertenezco a la tribu. Eso es parte de quien fui antes.
_ No es así. -ahora luces casi suplicante- El hecho de que hayas regresado como Mooth solo te hace aún más digno de la posición. Eres el único capaz de liderarnos.
_Al menos, ¿le han dado la oportunidad a alguien más?
_Suficiente de tanta charla. -interviene uno de los soldados, Ian luce molesto por eso- Tenemos órdenes que cumplir.
Un grupo de diez devoradores de aspecto salvaje y unos siete soldados nos rodean, listos para atacar. Puedo sentir como algo cambia en el aire, una electricidad que nos se envuelve repentinamente. Una tormenta comienza a formarse sobre nosotros. Un fuerte estruendo rompe la tensión cuando Mikel dispara a uno de los soldados. Los estruendos continúan y comprendo que son truenos al mismo tiempo que los rayos comienzan a caer. Shein estaba ahí, cuidando a su pareja desde las sombras, aunque solo me bastó un parpadeo para comprender que no lo necesitaba, Ian Alexander fue aterradoramente rápido con sus garras, casi bailando a su alrededor, apenas arañó a cada uno de los guardias en pie, siendo el último el que había hablado, la estática se intensificó cuando Ian se acercó al devorador, colocó una mano en su hombro sin dejar de mirar sus ojos.
_Las reglas cambiarán a partir de ahora. -dice Ian-
El hombre cayó de rodillas por el peso del poder del líder Ian Alexander y su propio cuerpo, al verlo, podría jurar que estaba al borde de las lágrimas. Pasaba mucho más de lo que se podía ver.
Una densa niebla nos rodea, pero no nos alcanzaba, como si estuviéramos dentro de una burbuja o como si eligiera solo cubrirnos, ocultando nuestra llegada sin estorbarnos el avance.
No pasó mucho para que encontráramos otro grupo de devoradores, y luego otro, como si los cazáramos o ellos a nosotros. Pero en cada caso, el líder Ian Alexander repitió su acción, derrotándolos con facilidad. No fue hasta toparnos con el quinto grupo que realmente tuvo pelea. El devorador que enfrentó era realmente fuerte, pero aún así no tuvo oportunidad contra Ian. Con solo unos golpes super veloces lo noqueó. En ese momento, entramos al perímetro de los pilares, lo supe por la expresión de incomodidad y desagrado de nuestros acompañantes. Ian lo disimuló un poco mejor.
_Así que estamos aquí. -digo- A estas alturas, ya tienen que saber que estamos aquí.
¿Crees que intenten emboscarnos? -pregunta Ian-
_ No, atacará de frente. -respondo, viendo como la niebla finalmente se disipa- Robert cree que una emboscada es de cobardes, sobre todo si tu enemigo te ataca de frente. _Pues vamos entonces. -indica Ian- No queremos hacerlo esperar demasiado.
Llegar a la fortaleza no fue difícil, pero desde ahí la situación cambió. Se había dado la alerta y nos estaban esperando. Frente a la entrada estaban Miguel y Robert con sus sombras, Matías y Colín, entre ellos y nosotros estaban los soldados, junto a algunos de los devoradores, muy molestos.
Sería interesante ver cómo resultaría todo ahora que ninguno tenía sus dones.
_¿Te atreves a venir aquí después de todo lo que has hecho? -cuestiona Robert- Muchacho malagradecido.
_Es verdad que debo agradecerte por algo. -respondo fuerte y claro- Gracias a ti y tu ego, tengo a quienes llamar hermanos. Tengo un propósito.
_ Eres una criatura desagradable que no sabe reconocer su lugar. -Interviene Miguel, molesto- Mereces lo que te suceda.
Por un momento, Robert lo mira con desprecio, seguramente ya cansado de chocar sus egos, soportando a alguien que es igual que él. Los soldados hacen un suave movimiento para sacar sus armas, pero soy más rápido. Lanzando un cuchillo que da en el cuello de uno, luego de eso, todos nos agachamos, evitando los disparos con el tiempo justo para acercarnos. Observo con asombro cómo Ian y Cher son capaces de moverse con mucha rapidez, aún sin sus dones. Sujeto el primer soldado cerca, apuñalándolo repetidamente hasta que ya no siento resistencia, dejándolo caer. Paso al siguiente. Esta vez, con un movimiento fluido, le doy una patada y luego otra, girando sin detenerme. Luego de la tercera, con el rostro ensangrentado, cae inconsciente. Alguien me sujeta por la espalda, por lo que reacciono con una rápida sucesión de codazos en su estómago. El soldado aprieta fuertemente sus brazos en mi cuello, pero no me detengo. Finalmente, consigo liberarme luego de un golpe sinérgico en la ingle. Cae retorciéndose de dolor, por lo que solo bastó un golpe en la cabeza para dejarlo inconsciente. Ellos nos superan en número y aún así conseguimos reducirlos con facilidad. En la entrada, observo cómo Matías y Colín se dirigen al interior. Intento acercarme, pero otro soldado me bloquea el paso. Robert nota eso y sonríe con malicia.