Sentía como mi cuerpo era recubierto por una tela suave que rosaba mis desnudas piernas, me sentía desnuda. Bueno en realidad estaba desnuda. Una espesa capa de sudor cubría mi cuerpo, me senté a la orilla de la cama recordado todo lo que estaba soñando. Una pesadilla recurrente desde hace ya varios meses.
Todo estaba arruinado, mis ojos se llenaban de lágrimas cada vez que mi cabeza intentaba recordarme lo que había perdido. Sin siquiera darme cuenta empecé a sollozar, la sensación de perder a la persona que más amas en todo el mundo después de emprender toda una lucha solo para lograr estar con ella y que algo tan sencillo como una explosión te quite toda las esperanza es una mierda.
Una mano subiendo y bajando por mi espalda me saco de los malos recuerdos. Los suaves toques de las manos del señor McClarence en mi piel siempre me ponían caliente.
── ¿Otra pesadilla? ── Preguntó mientras a sus manos se unían sus cálidos y suaves labios. Dejando un rastro de besos desde la parte baja de mi espalda subiendo por toda mi columna vertebral hasta llegar a mi cuello, donde dejo un pequeño mordisco.
── Un recuerdo ── susurre echando mi cabeza a un lado dejándole libre mi cuello para que continuara con su tortura. Sus suaves caricias hicieron que todos los recuerdos se evaporaran en un dos por tres, siendo la lujuria la que remplazara esa sensación de pérdida que solo él podía quitar.
Sus manos en mis caderas hicieron girar mi cuerpo, haciendo que quedara sentada a horcajadas sobre él. El contacto de mi pelvis contra la suya hizo que un gemido saliera de mi garganta. Lleve mis manos a sus pectorales para poder apreciar la dureza de estos, me encantaba sentir la tensión de sus músculos cada vez que lo tocaba, el tamaño de sus bíceps encajaba perfectamente en mis manos.
Sentir como la dureza de su pene encajaba en mi abdomen era la sensación más placentera, bueno no. Sentir como introducía lenta y tortuosamente su pene en mi interior era el más placentero. Pero sentir lo dispuesto que siempre se mostraba en mi abdomen a hacerme suya era halagador. El mínimo toque de mi piel con su piel hacía que nuestras hormonas entraran en revolución.
Atraje su boca a la mía reclamando sus labios, un beso arrasador fue lo que obtuve de su parte, inmediatamente su lengua salió a la búsqueda de la mía.
── Dason ── dije entre medio de los besos.
── Tranquila mi amor ya paso ── contesto mientras me apretaba fuertemente contra su cuerpo. Sus manos vagaron por todo mi cuerpo hasta que una de ellas se coló entre nuestros cuerpos unidos, localizando mi clítoris, empezó a hacer pequeños círculos, arrancando gemidos y jadeos de mi garganta.
Mi mano que se encontraba sumergida en su espeso cabello rubio hiso un recorrido por todo su cuerpo, pasando por su abdomen hasta llegar a su pene duro y dispuesto para mí. Lo envolví en mi mano y empecé a subir y bajar lentamente. Nuestros cuerpos bullían ante la necesidad de ser sentidos por el otro. Bajos su boca hasta que encontró uno de mis senos, el cual rápidamente fue sometido a una deliciosa tortura de besar, morder y chupar, no precisamente en ese orden, mientras su otra mano trabajaba rudamente en mi zonas más bajas.
Poco a poco fue empujando hasta que estuve recostada completamente en la cama con él entre mis piernas. Nuestras manos eran codiciosas y no dejaban de moverse en ningún momento. Mi reticencia a soltar su miembro lo hizo reír de manera ronca por la excitación.
──Amor, te necesito ── dijo mientras retiraba mi manos de su pene ubicándolo en mi abertura vaginal, para después introducirse lentamente en mi cavidad. Un gruñido salió de nuestras gargantas apenas y estuvimos completamente unidos.
Nuestras caderas empezaron a moverse por inercia arriba y abajo, haciendo que el placer incrementara a cada envestida. Mis manos apretaban su trasero ayudándolo a entrar cada vez más profundo. Mientras las suyas se entretenían en mis senos acercándonos cada vez más al clímax.
La explosión que me producía su cuerpo al llegar al orgasmo me dejaba adormecida. Sus envestidas fueron disminuyendo hasta que alcanzo su propia liberación y se quedó recostado sobre mí con su cabeza en terrada en mi cuello repartiendo pequeños besos. Unos pequeños pasitos provenientes del pasillo nos sacaron de nuestra burbuja.
── Mami, Papi ── dijo la vocecita al otro lado de la puerta. Mientras giraba el pomo de esta para entrar.
Dason y yo nos cubrimos rápidamente con las sabanas mientras por la puerta entraba una pequeña princesa de largo cabello rubio y ojos azules. De dos añitos de edad. ── La princesa Jane quiere ver a los reyes ── dijo con vocecita cantarina. Sabíamos que cuando decía eso, saltaba a la cama con nosotros, los ojos de Dason se abrieron desmesuradamente mientras el color escapaba de su rostro.
── cobarde ── susurre en su dirección cuidando que la pequeña no me escuchara.
── Muy bien princesa Jane ── vocalice hacía ella ── pero primero debes salir de la habitación de los reyes y tocar antes de entra, te parece ── dije con voz dulce. Apenas y la niña salió de la habitación Dason se vistió rápidamente mientras yo me colocaba un albornoz.
Cinco años atrás cuando nos enfrentamos prácticamente a todo el ejército nacional por defender lo nuestro y tratar de demostrar que no éramos peligrosos juntos. Perdí a una gran amiga.