Punto de quiebre

Capítulo 13

Dos días después del encuentro en el parque, Thomas decidió invitarme a salir, quería que tuviéramos nuestra primera cita, oficialmente. Aquel acontecimiento me llenaba de mucha emoción, al fin tendría mi primera cita, pero, a la vez estaba muy nerviosa. No sabía que colocarme, ¿qué se debía usar en una cita?

Para mi suerte, llegó Denna con una maleta llena de sus vestidos, y la lanzó en mi cama, sacando desesperadamente cada vestido. Por un momento aseguré que mi amiga estaba loca, o quizás muy emocionada. Una emoción que en lo particular me aterraba.

Luego de un par de horas, seleccioné un lindo vestido color crema. Era bastante sencillo y eso me gustaba, a Denna, no. Ella quería que usara un de los vestidos con brillantes muy llamativos. Así que durante un buen rato le platiqué que aquello no era mi estilo, aceptó mi posición no tan complacida.

Onduló mi cabello y me maquillo de la manera más natural posible. Quería verme linda, no ser un payaso que se escapó del circo.

A las siete en punto sonó el timbre; Thomas había llegado, y mi padre se dispuso abrir la puerta. Así que mi intento de correr por las escaleras y llegar antes que mi padre, no funcionó. Ahí me encontraba, en el último peldaño de la escalera, mientras mi padre le abría la puerta a Thomas.

— ¡Joven! Imagino que usted debe ser el chico que ha ocasionado revuelo en mi casa, esta tarde.

—Sí, supongo—escuché su voz muy nerviosa.

—Soy el padre de Zoé, y usted es…

—Thomas, señor. Vivo en la casa 30, al lado de la carpintería. Trabajo medio turno en la cafetería cerca del parque, juego baloncesto y estoy en una banda—hablaba muy deprisa—Mi padre es el teniente de la comisaría, y mi madre también. Bueno, ella también es policía, así que…

—Entendí, Thomas.

Mi padre sonrió, al igual que todos los que escuchamos a Thomas presentarse. Debía entender que mi padre daba un poco de miedo.

—Creo, que ella ya está lista.

Mi padre me dio una mirada cómplice y terminó de abrir la puerta para que Thomas pudiera verme.

El llevaba en su mano derecha un ramo de flores, de muchos colores, margaritas para ser exacta. Vestía semi-formal y su cabello estaba muy bien peinado. Al verme sus ojos se abrieron como platos y una sonrisa adornó su rostro.

—Hola, Thomas—saludé amablemente.

—Estás hermosa—su comentario ocasionó que me sonrojara.

— ¿Nos vamos?—él asintió.

Tomé las flores y se las entregué a mi madre. Tomé mi bolsa de mano y  me dispuse a salir de casa.

—Señor, Thomas—advirtió mi padre—nueve de la noche, puntual. Si algo le pasa a mi niña, recuerde que sé su número de vivienda, trabajo y el número de la policía. —Thomas palideció por unos segundos. —Solo diviértanse—agregó luego con una sonrisa.

 

Era el comienzo de una noche como ninguna otra, y en mi memoria se había quedado grabada la expresión de Thomas al tomar mi mano y caminar juntos por la calle.

Jamás había visto a nadie mirarme de esa manera, ¿acaso eso era lo que llamaban amor?



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En el texto hay: ballet, amor, enfermedad terminal

Editado: 09.06.2019

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