Capítulo ll
Oscuridad
“Sé lo que significa para ti
Cualquier tiempo, todos los días, cada semana para ti,
Estaré ahí para escuchar y creer en ti,
Es lo mismo que realmente necesito de ti” – The neighbourhood // 24/7
Erick empezó a acomodar su maleta. Sistemáticamente. No porque el quisiera. Necesitaba algo para dejar de pensar en lo que había pasado. Pensó que unas vacaciones eran muy buenas para alejarse. Se cuestionó si eso había sido el plan de Alex. Decirlo al final de un ciclo, para poder comenzar el otro sin tener los problemas pasados. Se dio cuenta de que estaba pensando en ello y se auto corrigió.
Sus padres habían salido hacía ya varias horas para comprar algunas cosas para el viaje. Eran ya pasadas las once de la noche, pero Erick no podía dormir. No dejaba de pensar en lo que había pasado el día anterior. Sintió que sus tripas rugían, y fue a la cocina para prepararse algo.
Abrió la nevera. No había nada. Cerró la nevera. De pronto empezó a sentir un frío anormal. No le tomó importancia, ya que acababa de abrir el congelador. Se dirigió de nuevo a su habitación.
Cuando sus dedos estaban por tocar la perilla, el seguro se activó de la nada. Giró la perilla y empujó la puerta. Era inútil, el seguro se encontraba del otro lado. La única manera de entrar, eran las llaves que estaban en el cajón de la oficina de su padre. Apresurado se dirigió hacía la oficina. Pero justo cuando la iba a alcanzar, la puerta se cerró en sus narices.
Trató de tranquilizarse, de buscar una explicación lógica. Pero no la encontró. Dio un paso adelante. Fue entonces cuando las puertas, cada puerta de la casa se cerró violentamente.
Erick cayó al piso aterrado. Su respiración estaba agitada, presa del pánico que lo invadía. Todo fue silencio durante unos minutos. Trató de recomponerse, pero entonces escucho las voces. Susurraban algo que no podía entender. Y luego, el susurro llegó a su oído. “No te dejaremos ir”. Entonces, le gritaron. Mil voces gritando en su cabeza. Por un momento breve, Erick deseó estar muerto. Entonces se callaron. Abrió los ojos y vio oscuridad. La luz se había cortado, no había energía. Aferró sus piernas, y las lagrimas cayeron de sus ojos.
“¿Qué sucede Alex?, ese mensaje de texto me dejó preocupada”.
“Fern, creo que algo persigue a Erick”, dijo Alex, sentándose en los viejos sofás de la casa de Fern, viéndola sombrío.
“Si, creo que eres tú, Alex”, dijo Fern, tratando de sacar la pesada vibra que traían esas palabras, dirigiéndose a la cocina. “¿Quieres desayunar?”.
Alex se había levantado muy temprano, y había hecho que Fern lo hiciera también. Lo había recibido en su casa a las siete de la mañana. Ella estaba en pijama y con el pelo todo revuelto. Grandes ojeras se extendían por su cara. Nadie de los dos había comido algo. Pero aun así, Alex no aceptó. No tenía apetito. Sólo conseguía dirigir sus pensamientos hacía la extraña visión que había tenido la noche anterior. Fern regresó de la cocina con un bowl de cereales y leche hasta el tope. Se le quedó mirando un momento, y se sentó también en los sofás de cuero, llevándose grandes cucharadas a la boca.
“Así que, tu hombre está siendo perseguido por algo”, dijo Fern, con un bocado de cereales. Alex tardó unos segundos para contestar. Fern pensó que tal vez era difícil dejar de pensarlo.
“No es nada mío, Fern”, dijo Alex aún mirando a la nada. “Pero si, creo que algo lo persigue, como un maldito parásito”.
“¿Cómo lo sabes?”.
“Lo vi, acabo de soñarlo”, se detuvo para verla a los ojos, ella dejó de comer mientras la veía. “Podía sentir algo malvado, pero eso no ha sido todo, vi a Erick también”.
“Bueno, tal vez fue solo una pesadilla, después de lo que pasó, no lo dudaría”, dijo ella subiendo los hombros.
“Antes de despertar, pude oír muchas voces, decían que no lo dejarían ir”.
Fern se removió en el sofá, haciendo que soltara ruiditos chirriantes. A ella no le gustaba hablar de las cosas que Alex veía. De las cosas que Alex llamaba dones.
“Bien, si estás tan seguro de ello”, dijo ella. “Qué planeas hacer?”.
“Primero, necesito algunas respuestas de Erick”.
Fern miró al piso, justo cómo Alex lo había hecho. “No pretendía que te enojaras, o algo por el estilo, pero…” Alex la miró, esperando que dijera una mala noticia.
“Vamos Fern, no puedo enojarme contigo, anda, dímelo”, dijo Alex con tono ligero y fingido.
“Bueno, Erick me ha mandado un mensaje, dijo que se iría de viaje hoy por la mañana”.