Capítulo Vl
Alba
“Paseando por la ciudad conmigo,
Solo mirándote brillar,
Estoy en el asiento pasajero,
Tu tienes el control,
Está en ti, ahora” – The Neighbourhood // Scary Love
Alex se sentó junto a la detective, sosteniendo la espada entre sus manos. Ella lo vio con ella en sus manos e hizo un gesto desaprobatorio.
“Los jóvenes no saben a qué hora alejarse de las cosas afiladas, grandes y brillantes”, dijo sarcástica.
“Por favor, tu también lo hiciste una vez”, contestó Alex con una risita.
“Hey, ese respeto, muchacho”, dijo ella, regañándole. “Cuéntame, cómo es esta historia, qué está pasando aquí”, dijo ella, acomodándose en el suelo húmedo de piedra.
“Me enamoré de mi mejor amigo, se llama Erick, y pues…
… nunca le hice caso a los demás, cuando me dijeron que me haría mal”, Alex dio una carcajada triste, que hizo eco en el túnel, Eve le miró paciente. “Le dije que le amaba, por qué sabía que él también lo hacía, pero tiempo después me di cuenta que algo estaba mal, a través de uno de mis dones, vi lo que sucedía realmente…”
“¿De que dones me hablas?”, preguntó la detective. Alex le miró y se dio cuenta de lo que acababa de decir. “Puedo viajar mientras duermo, y me es muy fácil contactar espíritus, a veces me han hablado”.
“¿Encontraste algo ahí adentro?”, preguntó ella, señalando la entrada oscura bajando las escaleras.
“Me enteré de lo que realmente trata ésta maldición, básicamente, una vez que le diga a Erick que lo amo, se alejará de mí, y el alma oscura enviará demonios que nos maten a los dos”, dijo Alex, viendo la oscuridad que habían dejado atrás.
“Creo que está sucediendo, digo, no están del todo juntos”, advirtió la detective.
“Si, ya ha comenzado”.
“Erick es afortunado”, soltó la detective, mientras Alex se levantaba y ponía la espada en su espalda. Alex le miró interrogante.
“Tiene a la persona más terca y arrogante luchando por él, eso, es una gran ganancia”.
“Tal vez soy algo joven para saberlo, pero puedo sentir que esto es real, algo en mi dice que tengo que luchar por él, aunque eso signifique sacrificar mi salud”, respondió Alex, agarrando a la detective por la cintura. Subió con ella las escaleras en espiral, hasta toparse con el final, donde estaba una puerta.
Alex se sorprendió, ya que al abrir la puerta, vio una enorme Iglesia, muy, pero muy antigua. Notó que en la torre central se hallaba el símbolo que estaba en la pistola y la espada que cargaba.
“Aquí es”, suspiró Alex, triunfante. Pero había algo raro con el clima, había nubes de tormenta muy oscuras sobre la ciudad, y el viento soplaba, como si estuviera enfadado.
Alex levantó a la detective para llevarla adentro del templo, subieron las escaleras frontales, y los dos dieron un respingo al ver que las puertas se abrían por si solas para que pasasen. Adentro, había un área muy amplia, de forma cuadrada, donde se encontraban muchas personas reunidas, todas con máscaras de diferentes diseños. Alex tocó instintivamente la culata del arma en su cinturón.
“Te estamos esperando, Alex Rodd”, dijo el que estaba en medio, con una máscara de corteza de árbol que se alargaba hacia arriba.
“Creo que demasiadas personas conocen mi nombre hoy en día”, dijo Alex, haciendo una pausa para dejar a la detective en una banca cercana. “¿Quiénes son, y cómo saben mi nombre?”.
“Nosotros, somos La Orden De La Luz Eterna, y…
… te hemos estado siguiendo la pista, desde que el libro del destino Treelight te reveló en sus páginas”.
“Tengo entendido que les han ayudado por mucho tiempo”.
“Nuestros ancestros ayudaron a los suyos”, dijo el hombre, sacudiendo la cabeza.
“Bueno, necesito su ayuda para revocar la maldición”.
“No se puede, lo hemos intentado antes”.
“Debe haber una manera”.
“No la hay, te sugeriría dejar esto así, y escapar lo más rápido posible, chico”, dijo el hombre con la máscara de conejo a la derecha del de la corteza.
“Bueno, no me rendiré tan fácilmente”.
“No sabes los riesgos que corres, niño”, dijo una voz femenina detrás de una máscara de insecto, que se le acercó lentamente, hasta quedar frente a el. “Ella te odia, por qué sabe que le puedes combatir, te hará sufrir”.
“Si puedo hacerle temer, entonces podemos ganar, pero necesito ayuda”.
“No, es muy peligroso, además, te queda muy poco tiempo”, las palabras helaron a Alex. “Pero no creo que los mate tan fácil…”
“¿A que se refiere?”, preguntó Alex, alzando la voz.
“Ella ha llegado a odiarte, primero te hará sufrir, se llevará a Erick lejos de ti, a otra dimensión, para hacerte ir hasta donde ella tiene poder total, para matarlos a ambos”.
“Bien, si eso quiere, iré hasta el maldito infierno por Erick”, dijo Alex, desesperado, al borde de las lágrimas.
“Chico, eres muy terco”, dijeron todos los presentes al unísono, cosa que alertó por un momento a Alex.
“Si no cuento con su ayuda, lo haré yo solo”, dijo Alex, dándose la vuelta para levantar a Eve, fue entonces que uno de los presentes gritó algo en otro idioma, que Alex desconocía, haciéndole voltear para ver que sucedía.
“¿Dónde has conseguido esa espada?”, preguntó el de la máscara de corteza, acercándose velozmente a Alex, como si flotara en el aire.
“Raúl Treelight me la ha brindado”, dijo Alex, y los susurros en la sala se escucharon.
“La hemos buscado por mucho tiempo, nuestros escritos sugieren que Raúl Treelight se la daría al único capaz de romper su maldición, siempre buscó alguien así, y por lo que veo, lo ha encontrado”, dijo el hombre, a centímetros de Alex.
“Creo que tengo su interés ahora, o, ¿necesita alguna otra prueba de que puedo lograrlo?”, le dijo Alex, con una ceja arriba.
“Creo que eres digno…
… te ayudaremos”, dijo el hombre, volteando por la aprobación de los demás.
“Bien, díganme qué tengo que hacer”.
“Ella te hará sufrir, no lo matará tan rápido, así que te ayudaremos a abrir la puerta cuando sea tiempo”, el hombre dio una vuelta alrededor de Alex, observando la espada. “Mientras tanto, encuentra a Erick, y cuida de él, ya que necesitamos que su cuerpo físico no sufra ningún daño”.
Alex asintió, y se acercó a la detective para levantarla, pero el hombre con la máscara de corteza le detuvo, poniendo su mano en el hombro de Alex.
“Deja que cuidemos de ella, si está contigo en otro enfrentamiento, temo que no resistirá, y, aunque lo hiciera, ella no tiene nada que ver en esto”. Le dijo pacientemente.
“No lo haré…”.
“No, Alex, está bien, ve y encuéntralo”, le calló la detective.
Alex asintió, y miró a los ojos detrás de la máscara. Se encaminó hacia la salida, cuando Eve le llamó por su nombre, Alex volteó a verla.
“¿Cómo se llamaba éste chico?”, Le preguntó.
“Erick”, respondió elevando la voz, ya que las puertas se habían abierto, dejando entrar el fuerte viento de la creciente tormenta.
“Cuando le encuentres, hazle saber que lo amas, no sabes que pueda pasar”, Alex asintió con la cabeza. “También dile que, si te llega a romper el corazón, le patearé el culo”.
“Gracias, Eve”. Alex reprimió sus lágrimas, le había llegado a querer como una amiga.
“Por cierto”, agregó ella. “Si algo amenaza con no dejarte acabar tu misión, haz lo que yo haría, dispárale hasta que se muera”, acabó con una sonrisa en el rostro mallugado.
Alex soltó una risita nerviosa, y se volteó para salir del recinto. Las puertas se cerraron pesadamente tras de él, mientras que la detective levitaba en el aire.
No tenía tiempo de dirigirse al motel donde se hospedaba, pero no sabía donde comenzar a buscar. Bajó la colina por el estrecho callejón, y llegó a una parada de autobús, se sentó en la banca. Sacó de nuevo el papelito que le había dado Erick y lo desdobló otra vez. Ahora estaba sucio y húmedo, la tinta que formaba las letras se había corrido, y apenas era legible. Alex cerró los ojos tras la última palabra, y trató de imaginar en donde Erick estaba, asustado y nervioso, perseguido por sus propios demonios.
Entonces algo en su bolsillo comenzó a vibrar. Sacó su celular, y notó que la pantalla tenía una gran grieta atravesándole. El identificador mostraba el nombre de Fern. Alex contestó en seguida.
“¿Fern?”, dijo Alex, al no escuchar nada. Empezó a sacar oscuras conclusiones, cuando escuchó la temblorosa voz de Fern.
“A… Alex, ¿Estás bien?”.
“Si, no ha pasado nada relevante”, mintió Alex.
“Ha muerto, me acaban de informar por teléfono y solo pensé en llamarte”, dijo ella, su voz se quebraba espasmódicamente con el llanto.
“Lo siento mucho, Fern”, Alex no sintió reales esas palabras, siempre había querido que Fern dejara a aquel tipo. “Iré para allá en dos horas, ¿okay?”.
“Contéstame algo Alex, ¿Acabaste tu búsqueda?”.
“Eso no importa”.
“No, Alex, contéstame”, dijo ella, con la voz llena de fuerza.
“No”.
“No permitiré que regreses, quiero que lo salves, lucha por él”, la voz de Fern se convirtió en llanto por un momento. “Al menos tu aún puedes hacerlo, quiero que me digas si necesitas mi ayuda, ¿okay?”.
“Lo haré, pero no porque tu me lo ordenas”. Hizo una pausa. “Necesito saber cuál es la dirección de la casa de los padres de Erick”.
“Creo haberlo visto en alguna parte de su página de Facebook”, dijo Fern, claramente, su voz se hizo más ligera tras cambiar de tema. “Te lo envío enseguida”.
“Fern, gracias, por todo”.
“Para eso estamos los amigos, Alex”, la llamada terminó, y dejó a Alex con más emociones a flor de piel de las que ya tenía en ese momento.
Un minuto después, un mensaje hizo vibrar su celular de nuevo. Alex lo abrió, y vio la dirección exacta. Sonrió por lo rápido que Fern podía trabajar.
Se ubicó en el pequeño mapa que sacó de un dispensador para turistas. La manera más rápida de llegar a donde debería, era un sendero que atravesaba en mayor parte por el bosque. “Me han dicho que tomara riesgos, y aquí es el momento”, se dijo a si mismo. Notó que la calle estaba vacía, todos se habían refugiado por la tormenta. “Mucho mejor”, pensó Alex, ya que nadie armaría un alboroto al verle correr con una espada colgando a su espalda. Guardó el mapa en su bolsillo y bajó de nuevo al parque, para tomar el sendero.
Fue cuando Alex se dio cuenta que ya no llevaba puesta su mochila, pensó en eso durante unos minutos, mientras corría ágil por el bosque, hasta que dio con que la había soltado en su última pelea con el demonio.
Se detuvo para recuperar el aliento, y sacó de nuevo el mapa, comprobando su ruta. Volteó al nublado cielo, y se dio cuenta que ya no quedaba mucha luz de día. Debía apresurarse. Guardó el mapa de nuevo, y comenzó a correr, como si la esperanza se le escapara, y necesitara alcanzarle. A cada minuto que pasaba, podía escuchar, sobre su agitado ritmo cardíaco, unos extraños sonidos. Alex no les dio importancia, sabía lo que eran, y no había tiempo para ello.
Volvió a detenerse junto a un árbol, para respirar hondo y descansar un poco. Entonces un extraño rugido se escucho entre los árboles. Alex agudizó el oído, tratando de localizar el sonido. Pasaron varios segundos para que se volviera a hacer presente en el aire. Pero ésta vez, le acompañaron gritos humanos.
“Demonios”, pensó Alex, para después pensar en la ironía que acababa de pensar. Se acercó lentamente a donde provenían los gritos. Había una pareja en el centro de un remolino gris, asustados y gritando por ayuda.
Alex salió de su escondite, y desenfundó por primera vez la katana a su espalda. Los años de entrenamiento con su abuelo le habían dejado muchas enseñanzas. Alex rogó a Dios, para que se acordara de lo suficiente ésta vez. Se acercó lentamente, mientras veía la cara confundida de la pareja. Alex dio un golpe con la espada, tratando de darle al extraño remolino gris, o a lo que lo ocasionaba. Cenizas ardientes volaron por el aire, y el remolino se detuvo, chillando fuertemente. Alex vio que era un demonio, parecido a una hiena, de color gris, al cual le había cortado la cola y le miraba amenazante.
Alex blandió la espada al frente, hacia el demonio, y con su cuerpo, cubrió a la pareja. La hiena se abalanzó hacia Alex, pero falló, y los reflejos de Alex le hicieron reaccionar antes. El demonio se metió entre los árboles, corriendo en círculos alrededor de ellos.
Alex sacó el arma de su cinturón, y le apuntó pacientemente, disparó una y otra vez, pero era demasiado rápido. Entonces, por unos segundos, el demonio se detuvo, desapareciendo momentáneamente. Alex apuntó la espada en dirección al pecho del demonio, justo cuando saltó de entre la maleza. Era increíblemente ligero, pero daba zarpazos en el aire, para alcanzar a Alex.
Alex se movió hacia un árbol cercano, y recargó al demonio en él. Con el arma en mano, le apuntó justo entre los ojos, descargando cinco balas, las últimas del cartucho. El demonio saltó en cenizas que aún estaban en combustión, desapareciendo, dejando atrás, un horrible chillido en los oídos de los presentes.
Alex guardó las armas, y se acercó a la pareja, que seguía de rodillas en el suelo, aterrados.
“¿Están bien?”, preguntó lentamente.
“Gracias, chico”, respondió el hombre. Los dos se levantaron y vieron de nuevo a Alex.
“Por ese sendero se llega de nuevo a la ciudad, vayan por el, y no se detengan hasta llegar”, ordenó Alex, señalando el camino por donde el había llegado.
La pareja se perdió entre los árboles a la vista de Alex, y él consideró que era hora de seguir su búsqueda.
Corrió por entre los árboles, esquivando pequeñas piedras y raíces en su camino. Se detuvo al ver la casa en la colina, sabía que era la de los padres de Erick, pero parecía que algo andaba mal.
Se situó en la orilla de un peñasco, para observar un poco mejor los senderos, y dio con el indicado. Pero entonces, algo le golpeó fuertemente por la espalda, haciéndole caer de bruces hacia abajo. Golpeó rocas y árboles antes de llegar al fondo, y desde ahí, tirado en el suelo, sobre una ligera capa de hojas, vio al demonio con el hacha. Al cual había disparado antes.
Alex sintió sus párpados muy pesados, y no pudo evitar sumirse en una profunda oscuridad.
Ahora se encontraba de nuevo bajo el agua, y tenía las vías de ferrocarril bajo sus botas. Volvió a ver el paisaje siniestro, lleno de cadáveres flotantes.
“Realmente te has convertido en una molestia”, dijo una voz, que parecía distorsionada y profunda.
Alex volteó hacia la voz, y vio una mujer. Sus cabellos flotaban en el aire, y llevaba un enorme vestido, que parecía ser de ramas espinosas, que salían del suelo tras de ella. No podía verle la cara, ya que se encontraba agachada.
“Así que al fin nos conocemos”, dijo Alex.
“¿No me temes?”, preguntó la mujer.
“No, no te tengo miedo”, respondió Alex.
“¿No te has dado cuenta?, estamos aquí, en donde me es muy fácil matarte, y, estás solo, sin tus armas”.
“Te equivocas”. Alex tocó su cinturón, donde guardaba si arma, y se concentró para imaginarla, hasta que sus dedos pidieron sentirla bajo las yemas. Alex le apuntó con el arma.
“Sorprendente, pero, aquí, yo tengo el control”. La mujer movió una mano, y ramas apresaron las muñecas de Alex, levantándolo en el aire. Alex se aferró a la pistola.
“Y, ahora que estamos solos, podré matarte fácilmente”.
Una luz creciente apareció tras de la mujer, y un chico con dos dagas salió de ella. “No, no lo estoy”, dijo Alex, y el muchacho que acababa de llegar, le clavó una de sus dagas en la espalda de la mujer, quién gritó fieramente, agitando los brazos, para mandar por el aire lejos al muchacho.
Aprovechó la distracción, y Alex comenzó a imaginar la luz en sus muñecas, cerró los ojos, y las ramas fueron quemadas, liberando a Alex, quién cayó al suelo de rodillas. El otro muchacho se incorporó, y se pasó al lado derecho de Alex, blandiendo sus dagas. Alex apuntó con la pistola, a la mujer ahora de espalda.
“Malditos mocosos, nos veremos muy pronto, a fin de cuentas, los dos van a morir por mi mano”, dijo ella, chasqueando los dedos. Alex sintió que el suelo temblaba, y de repente, la imagen se rompió en pedazos, como si hubiera sido cristal.
Ahora de vuelta en su cuerpo, Alex se sentó en el suelo del bosque. Tenía moratones en los brazos, y raspaduras por todo el cuerpo, su ropa estaba rasgada. Verificó que no hubiera nada roto, y fue entonces cuando sintió algo que le observaba por detrás. Se levantó, con espada en mano.
El mismo joven que le había salvado la vida, salió de entre los arbustos, con las dagas en sus manos. Alex bajó su espada, pero el joven no hizo lo mismo.
“Me has salvado la vida”, dijo Alex. “Gracias”. El otro chico guardó sus armas, y no dijo ni una palabra, miraba a Alex de una manera curiosa. “¿Cuál es tu nombre?”, preguntó Alex, pero no recibió respuesta.
“Vamos, quiero saber quién me ha salvado, ¿No vas a decirme tu nombre?”, insistió. Ésta vez, el chico se le acercó lentamente, y puso su dedo en la sien de Alex. Fue cuando escucho su voz.
“Mi nombre es Charles”.
Alex se quedó pasmado. Podía escuchar su voz, pero no le veía mover la boca. “¿Cómo has hecho eso?”, preguntó Alex.
“La orden me lo ha enseñado, así como el manejo de armas punzocortantes”, respondió Charles, de nuevo su cara permaneció inmóvil.
“Gracias por lo de hace rato, a propósito, ¿Qué hacías ahí?”.
“Sé quién eres, Alex Rodd, sé lo que sientes por mí hermano”.
“Momento, ¿Erick es tu hermano?, el nunca te mencionó”, contestó Alex, intrigado.
“No sabe de mi existencia, me separaron de mi familia antes de que él naciera, para ser entrenado y luchar contra las fuerzas oscuras que acechan mi familia”.
“Bien, ¿me ayudarás en mi búsqueda?, lo busco a él”.
“Encárgate de él, puedo ver que el ancestro te ha elegido, no puedo interferir”.
“¿Y por qué me has ayudado?”, pensó Alex.
“Estará en el lago, he oído que le gusta ir ahí, cuando tiene problemas”.
“Indícame la ubicación”, preguntó Alex, sacando el arrugado mapa. Charles le apuntó a una pequeña mancha con la leyenda: “Lago Peacelight”. Después, el muchacho se perdió de nuevo entre la maleza.
Alex se quedó parado ahí durante unos segundos, tratando de unir todas las piezas. Se rindió, y comenzó a correr hacia la casa de los Treelight.
La puerta delantera estaba abierta, y el interior en completo silencio. Alex sacó la espada, y lentamente se introdujo en ella. Un gemido detrás de él, le hizo dar un brinco instintivo, y volteó rápidamente. Era la señora Treelight, tirada en el piso detrás de un sofá de su sala. Alex guardó la espada, y se dirigió hacia ella. Tenía una herida en el costado que sangraba, y sus ropas estaban manchadas.
“Tranquila, estará bien”, trató de tranquilizarle, pero la mujer se revolvía agitada.
“Hemos fallado, no he podido protegerles”, dijo ella, agitada. Alex le pasó un pequeño trapo encima de la mesita de cristal del centro, y se lo puso sobre la herida, ordenándole que hiciera presión.
“Muchacho, mi esposo, está enfermo, revísale en aquella habitación, yo estaré bien”, ordenó la mujer, y Alex le obedeció rápidamente.
La entrada de la habitación, estaba rota, como si hubieran arrancado la puerta con todo y sus goznes. En el centro había una cama, y las sábanas colgaban al lado, donde Alex no tenía visión. Se acercó, temeroso, y encontró al señor Treelight, inmóvil. Alex se cubrió la boca instintivamente, y la señora Treelight apareció por detrás, con una mano haciendo presión en su costado, y la otra recargada sobre una sombrilla de color oscuro.
La mujer se abalanzó sobre el cuerpo inmóvil de su marido, y se soltó al llanto.
“Lo siento mucho, señora”, dijo Alex, pero la mujer no le hizo caso. Levantó la cara de su marido, y los dos vieron con disgusto, que sus ojos estaban teñidos de un color negro, muy profundo.
“No está muerto, ella se lo ha llevado”, dijo la señora, aferrándose a una nieva esperanza. Miró a Alex, suplicante. “Prométeme que le salvaras, que salvaras a mi hijo, y romperás la maldición”, dijo ella en un sollozo.
“Lo haré”.
“Busca a mi hijo, estará en el lago, y toma municiones para la pistola, están en el closet”, dijo ella. Alex se preguntó cómo sabía todo eso.
Agarró varios cartuchos para el arma, y una sobaquera. Cargó el arma con munición, y justo cuando alcanzó la puerta, la mujer habló.
“Mucha suerte, la necesitarás”. Alex asintió, y salió de la casa.
Volvió a sacar el mapa, y ubicó nuevo el lago en él. Su carrera hacía Erick, fue frenética, sabiendo lo cerca que estaba de él, no podía detenerse. Pero entonces, vio una sombra oscura en contraste con el cielo nublado de tormenta. Se dirigía a donde el lago. Alex apresuró su marcha.
Una vez que vio la orilla, trató de ubicar a Erick. No le encontraba, hasta escuchar un grito sobre una roca muy alta. Erick estaba siendo golpeado por el demonio con el hacha.
Alex sacó el arma de la sobaquera, y desenfundó la espada, corriendo hacia donde ellos estaban. Erick no tocaba el suelo, y la mano del demonio le apresaba por el cuello, trataba inútilmente de escapar. El demonio abrió su horrible boca, llena de oscuridad, y comenzó a succionar una energía azul, proveniente de Erick, que comenzaba a menguar respecto a fuerza.
La espada voló por el aire, hasta impactar el brazo del demonio, cortándolo de tajo, para después volar hacia las aguas del lago, muy por debajo de ellos. El demonio lanzó un horrible y sonoro gemido, haciéndose hacia atrás, mientras su brazo mutilado se desvanecía en el suelo de roca. Erick cayó inconsciente, y Alex le disparó al demonio, una y otra vez, haciéndole retroceder aún más. El demonio desapareció de nuevo, y Alex se inclinó sobre Erick.
Le dio palmadas en sus mejillas, ahora pálidas, llamándolo por su nombre. Alex se rindió, era demasiado tarde. Pero entonces, entre lágrimas, revisó sus ojos, que estaban cerrados. Su pupila era totalmente normal. Alex volvió a sentir fuerzas, y se sentó al lado de Erick.
Estaba feliz, le había encontrado, y le había salvado la vida. Alex pensó que tal vez, ahora podrían luchar juntos, como pareja. Entonces, Erick se sentó muy erguido, y se levantó sin mirar a Alex. Caminó lentamente hasta el borde del acantilado.
“Erick, ¿Qué haces?”, gritó Alex, apresurándose detrás de él. Entonces, Erick se lanzó al vacío. Alex, corrió tras él, tratando de alcanzarle, pero la distancia era demasiada, así que, sin pensarlo, saltó con él.
El viento rugía en sus oídos, y podía ver a Erick cayendo, parecía verle con una sonrisa burlona. No era Erick del todo. Erick alcanzó el agua, y Alex golpeó con una rama en su caída, lo que le produjo un fuerte dolor en las costillas, sacando el aire de sus pulmones, unos metros antes de caer al agua.
Nadó a la superficie, para recuperar el aliento. Sus ojos no ubicaban a Erick, así que se sumergió en el agua. Nadó algunos metros hacía abajo, hasta que lo pudo ver, tirado en el fondo arenoso. Lo alcanzó con una mano, y tiró de él, arrastrándolo a la superficie.
Aunque sus brazos dolían, Alex no se detuvo hasta llegar a la orilla, donde empujó el cuerpo de Erick.
“No, no, no, despierta, Erick, no me dejes aquí”, dijo Alex frenéticamente, mientras presionaba el pecho de Erick, viendo que sus ojos estaban abiertos, y las esquinas de ellos se tornaban oscuras.
Tras un rato, Erick cerró los ojos de nuevo, y Alex perdió la esperanza. Gruesas lágrimas caían de sus ojos, mientras abrazaba el cuerpo de Erick, con la esperanza de que regresara. Y tal como debía pasar, Erick soltó una bocanada de agua, y Alex, que estaba en su pecho, oyó que sus latidos regresaban. Alex alzó la cabeza, y vio a Erick, confundido y muy mallugado, pero era Erick.
“¿Qué pasó?”, preguntó él, llevándose una mano a la sien, con un gesto de dolor. Alex sonrió entre sus lágrimas, y se abalanzó hacia los labios de Erick. El cielo comenzaba a despejarse de nuevo, y todo parecía volver a la calma.
“Ya está todo bien”, dijo Alex, soltando los labios de Erick. Quien negó con la cabeza.
“Esto no termina, hasta que ella sea destruida y exiliada al infierno”, dijo, viendo a la nada.
“Eso tomará tiempo”, contestó Alex, haciendo que Erick le mirara a los ojos. “Y aquí estoy, contigo, para cubrirte la espalda”. Erick sonrió, y pasó una mano sobre la cadera de Alex, abrazándole también.
“Alex, cuando estoy contigo, me siento seguro, mis fuerzas regresan, nunca te lo dije, por que estaba asustado, de que ella te hiciera daño”.
“Ella no lo hará, yo puedo detenerla”, dijo Alex, pensativo. “Cuando estoy contigo, me haces débil, pero puedo luchar, si lo necesito, por ti, Erick”.
“Eres muy cursi, Alex”, dijo Erick, sonriendo.
“Pero te encanta, ¿no es cierto?”. Alex se separó de él, y se incorporó, notando un dolor en su costado.
“¿Estás bien, Alex?”, observó Erick preocupado.
“Tenemos que llegar a la casa de tus padres”, dijo Alex, levantando a Erick del suelo.
Alex se apoyó en Erick, mientras caminaban entre el bosque hacia la casa de sus padres. La luz del ocaso apenas iluminaba el camino, y pronto, se haría de noche. Pero eso no le importaba a Alex, siempre y cuando estuviera al lado de Erick, lucharía con todas sus fuerzas.