2. Sur

Tokio - Japón.

Revisa su ordenador, como cada tarde, en busca de ver si algunas de las universidades a las que le he solicitado una plaza para estudiar han respondido, el buzón del correo se encuentra lleno, pero ninguno de los nuevos mensajes es el que busca.

Abandona la habitación después de darse un baño.

—Tía, voy a salir.

—Zu, mañana tu tío y yo queremos hablar contigo —Se detiene antes de abrir la puerta.

—¿Ha ocurrido algo malo? —pregunta nervioso.

—No —Asegura la mujer y los nervios del chico se disipan con la misma velocidad que llegaron.

—De acuerdo.


 

Las manos de Zu aprietan el timón, puede sentir el rugido del motor; es como música para sus oídos.

A su derecha se encuentra un chico que lo reta con la mirada, un novato. Nunca antes había participado en una carrera, al menos no en aquella zona. Lo que implicaba una gran ventaja para Zu, Fuera o no un buen conductor, el novato no conocía tan bien la pista como él.

Aparta la vista del nuevo para centrarse en la carrera, no puede permitirme distracciones

Cuarto de milla en línea recta, si gana reafirmara su título en este circuito como cada noche, de no ser así habrá un nuevo campeón de quien se hable en las calles; eso sin hablar de la remuneración monetaria.

Una chica casi desnuda se posiciona frente a los dos autos, su pie cae contra el acelerador en la primera marcha con el embrague metido a fondo, segundos antes de la chica bajar los brazos indicando la salida suelta el embrague —Voy a ganar esta mierda— piensa mientras la adrenalina recorre su cuerpo.

El Nissan GT-R R34 blanco de Zu atraviesa de primero la meta. El Nissan Silvia azul de su contrincante segundo después. El novato era bueno, pero no lo suficiente.

Zu abandona el auto esbozando una gran sonrisa, una gran multitud se aglomera a su alrededor saludando y felicitándolo. Los chicos le brindan alcohol, las chicas se brindan a ellas misma. Ninguna novedad.

¿Quién no quisiera acostarse con el millonario campeón de las carreras callejeras de Tokio?

Llega a casa minutos antes de que salga el sol, dejó caer su cuerpo cansado y algo borracho sobre la cómoda cama matrimonial.


 

Entra en la cocina en busca de agua fría, los tíos lo esperan para hablar al notar su presencia Zu hace una reverencia como muestra de respeto. Desde donde está se escucha el reporte de las noticias, proveniente del televisor.

—Las carreras ilegales son un problema ignorado por quienes deberían ponerle fin, pero lo haremos. Detendremos a esos irresponsables que corren sin importarles la vida de los vecinos infringiendo la ley de tránsito. Somos responsables de velar por la seguridad vial de todos...

—¿Cómo amaneciste? —habla su tío opacando la voz de la reportera y ganado la atención del chico.

—Bien, ¿de qué querían hablar? —pregunta curioso.

—Sabemos que has estado todo el verano revisando si alguna universidad te ha aceptado —hace una silenciosa pausa—, ayer ha llegado una carta al correo. Estamos muy alegres por ti.

El hombre extiende una carta en dirección a su sobrino aun sellada su nombre con el logo de una universidad de Panamá. Emocionado abre y lee el contenido del sobre en voz alta.

Lo han aceptado.

—Te entendemos, no sabes ni qué decir —Habla el tío sonriente.

—Hoy en la noche haremos un banquete para celebrar. Después de la cena compraremos un pasaje para Panamá.

Son las tres de la madrugada; Zu en lugar de estar festejando junto a sus amigos, se encuentra sentado sobre su auto en medio de la pista que le ha visto obtener tantas victorias como la de hace unas horas.

—¡Eh! ¿Qué haces? La fiesta es por allá —grita Yasahiro mientras se acerca a su amigo.

—He tomado una decisión, quiero que tú conserves mi Nissan el tiempo que no voy a estar.

—¿Estás seguro hombre? Sé el trabajo y dinero que gastaste en ese auto, lo amas más que tu vida —comenta. Sabía que Zu se iría en unos días pero nunca esperó le dejara su amado auto.

—Por eso te lo dejo, sé que cuidarás de él. Aunque si no lo quieres...

—Claro que lo quiero —no permite que termine de hablar.

—Cuida de él.

—Con mi vida.