Puntos Cardinales

6. Sureste

La semana pasa rápido para Zu; disfrutó cada segundo al máximo, prestó atención a las clases y en las tardes tenía interminables charlas sobre autos y su vida en Tokio con Finn.

Para Edik cada día se sentía como una la peor tortura. Odiaba el español, las clases, nada lo motivaba a quedarse en aquel lugar... excepto por cierta morena que disfrutaba mirar cuando nadie se percataba. Ella era la razón por la que aún no se había largado.

Nathalie contaba cada día que pasaba. Seis meses, ese tiempo había calculado que sería suficiente. Después podría ser libre. Asistía cada día a clase como cualquier alumno, ser normal, no despertar sospechas; esos eran sus principales objetivo y aunque no prestaba la mínima atención a las clases, ya sabia todas las respuestas. Sus notas eran envidiables.

Onintza se acostumbro rápido a la vida universitaria, Danna y los otros chicos se convirtieron en sus amigos con facilidad, aunque en el fondo sentía que no encajaba... Algo le faltaba... epinefrina, esa sensación de incrementación de la frecuencia cardíaca.

El viernes no tardo en llegar.

La canadiense disfruta ser Nathalie Nort, no Spencer, ni Mariana; Tatiana o Leila; solo ella.

No tiene que fingir que disfruta salir más que nada en el mundo. Navegará en internet, mirará una buena película y se acostara temprano; nada de fiestas locas o sexo salvaje, solo paz, orden y tranquilidad.

El asiático ha quedado con Finn en asistir a las carreras ilegales que realizan en las afuera de la ciudad, como negarme a semejante propuesta cuando su cuerpo grita por adrenalina y él no esta dispuesto a negarle un poco.

—Vamos Danna no te puedes negar, eres la única amiga que tengo aquí, nos divertiremos —Danna niega a las suplicas de Oni, prefiere quedarse leyendo libros que acompañar a un bar a la morena.

—Será hasta temprano lo prometo —Por mas que intenta convencerla no parece tener clemencia.

Es el primer día libre desde que llegó a la universidad y Oni solo piensa en que se quedará viendo series y vídeos cómicos en YouTube —¡maravilloso!

El lugar donde se hacen las carreras esta a reventar; música, alcohol, mujeres con poca ropa, coches tuneados, rugido de motores;  todo esto resumido en una palabra paraíso así lo ve el japones.

La carrera inicia, Finn le presta su carro a Zu para que pueda correr, pero si gana le debe dar una parte del dinero.

El asiático lleva el carro hasta la línea de salida.

Todos hacen silencio, ya no se escuchan ruidos, silbidos o ronroneos de motores. Se suma a la competencia un lamborghini veneno con cristales oscuros que ocultan la identidad de quien lo conduce.

Finn se acerca a la ventanilla para hablar con su amigo.

—Olvida el trato, no ganes —El miedo sobresale en su voz.

¿Por qué tan repentino cambio de decisión?

—¿Pero, por qué? —cuestiona el asiático confundido.

La chica que indicaba la salida se posicionó frente a los autos, Finn se aleja junto a la multitud sin decir nada más. Aún confuso el japones solo tiene una cosa clara, no importa lo que allá dicho su amigo, ¡ganará!

Tocan la puerta de la habitación.

Edik se apresura en abrir.

La chica rubia que lo perseguía el primer día de clase se encuentra frente a él, viste un corto y ajustado vestido rojo.

El ruso la ha llamado, y ella no se ha negado a mostrarme como se entretienen en su país...

La carrera termina.

El japones llega primero a la meta, la multitud lo miran impresionados y dudosos; de segundo llega el carro de cristales oscuros.

Zu reconoce al chico que baja del coche, lo ha visto antes por los pasillos de la universidad, pero no presta mucha atención, tiene que celebrar su victoria.

Ira inunda la visión de perdedor, él es el mejor y si alguien se atrevía a desafiar su autoridad seria aniquilado.

Hace un gesto en modo de seña a Ivan y a Ramiro, lo único que pasa por su cabeza es golpear a la rata china que le ha ganado hasta que implore por su vida, así comprenderá como se hacen las cosas en aquel lugar.

Edik no tarda en llegar al lugar que le mostraría la rubia en las afueras de la ciudad, es tarde. Las carreras, el mayor entretenimiento del lugar han terminado, pero aun hay música y alcohol. El ruso explora el sitió.

Tres chicos acorralan y apartan de la muchedumbre al ganador de la competencia, algo le hace seguirlos, quizás sea el hecho de que lo llevan a la fuerza, o simple curiosidad.

—Soy el rey de esta ciudad, nadie me gana, y menos un chino de mierda como tu, ¿entiendes? Igual te lo explicaré a los golpes —hablan pero el ruso apena entiende palabras y una que otra frase completa: Soy el rey de esta ciudad, nadie me gana, chino de mierda, golpes.

La situación se hacia más clara por segundos, dos de los chicos aguantan de los brazos al chino, mientras el que dio el discurso lo golpeaba. De ser otra persona se habría girado y largado evitándose el problema, pero la sangre bombeaba por el cuerpo de Edik hace tiempo que no pelea, y lo extraña.

Avanza ruidoso llamando la atención de los cuatro, quienes se detienen al notar su presencia.

—Lárgate o ... —Estampa el puño sobre su rostro de Ivan, sin permitir que termine la frase.

Ramiro suelta al chino, ayudando a su amigo quien cae al suelo por el golpe. Zu no pierde tiempo, golpea a aquel que se hace llamar el rey del lugar, las personas comienzan a acercarse, el rey detiene la pelea, retirándose no sin antes decir unas palabras.

—Esto no va a quedar así.

La madrugada fría abraza el cuerpo de la canadiense quien camina solitaria por los alrededores de Pyxida, caminar en la noche le hacia olvidar su pasado, en la oscuridad podía ser quien ella quisiera sin importar sus errores.

Edik y Zu atraviesan la entrada de la universidad caminando con dificultad, por la lejanía la pelirroja solo divida sombras, uno cae al suelo —Debe estar borracho—. Piensa Nathalie, pero igual se acerca dispuesta a ayudar a los desconocidos.



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En el texto hay: amigos, universidad, accion

Editado: 24.11.2020

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