Entre al instituto después de básicamente un fin de semana perfecto, lleno de sonrisas y risas, sin nada malo alrededor, bueno, excepto lo de África, pero eso lo va a solucionar, me prometió que lo haría. Abro y cierro los ojos volviendo a mi horrible realidad, donde son todo clases, tareas, horarios y monotonía durante 8 horas de mi vida, son demasiadas. Es complicado volver y centrarse de nuevo en todo, al ser aún septiembre, no me acostumbro a la rutina de nuevo y necesito un tiempo para recomponerme, estos días han sido como unas vacaciones.
-Hola, tío- me saluda Adrián uniéndose a mi en el pasillo.
-Hola- suspiro y paro de andar cuando llego a mi taquilla- estoy agotado- asiente.
-Yo igual, cuando me he visto en el espejo esto- señala sus ojos que tienen unas ojeras enormes que se ven a la perfección, igual que yo- casi me da algo, y lo peor de todo es que mi madre quería ponerme maquillaje- suelto una carcajada.
-Tu madre me cae bien- comento, su madre es una de las mejores del mundo, siempre tiene comida recién hecha en casa, desde galletas hasta un pollo que te puedes comer cuando te de la santa gana.
-Supongo- se encoge de hombros y desvía la mirada- he vuelto a discutir con ella y he...- suspira- he sacado el tema de mi padre.
-Ay amigo, la has cagado- suelto negando con la cabeza.
-Lo se- siempre que hablamos de cosas como esta nos decimos la verdad a la cara, no vale suavizar la cosas. Es una promesa que hicimos cuando él me dijo al para que no me sintiera mal y fue peor, ahora solo decimos las cosas a la cara, directamente.
-Hola chicos- nos saludan desde atrás- ¿habéis conseguido dormir lo suficiente para no tener ojeras?- en ese momento nos giramos los dos a la vez y nos señalamos la cara.
-¿Crees que esto responde a tu pregunta?- Daria frunce los labios y asiente.
Los tres nos dirigimos a la clase de matemáticas y por el camino mi mejor amiga va saludando a todo el mundo, a veces odio que sea tan popular, siempre tardamos una eternidad en llegar a los sitios porque se tiene que parar a hablar con la gente. Cruzamos la puerta del aula indicada y encontramos a África con el móvil en la mano, caminando de un lado a otro desesperada, metida en sus propios pensamientos.
-¿Afri?- escucho que la llama mi mejor amiga, pero no responde- Afri- lo vuelve a hacer pero tocando su hombro, esta vez reacciona y me mira a mi.
-Lo hice- al segundo lo comprendo, ella sonríe de oreja a oreja.
-Eso es increíble- y ella me abraza feliz, le correspondo encantado- me alegro por ti.
-¿Qué has hecho exactamente?- pregunta intrigada mi mejor amiga.
-El otro día me llamó Oceanía y me contó la situación en casa- suspira y su sonrisa flaquea- estuve hablando con ella y me dijo que hablaría con nuestros padres- me mira a mi esta vez- han aceptado venir aquí a vivir, nadie aguanta ya esa ciudad y no teníamos muchos amigos que digamos así que dentro de dos meses...- nos observa a todos y vuelve a sonreír feliz- ellos vendrán para quedarse y podremos solucionar los problemas que tenemos- todos la abrazamos.
-Me alegro por ti, pero...- hace un puchero- ya no serás más mi hermana y mi compañera de cuarto.
-Ay Dari- ella le abraza- lo primero es que siempre seremos inseparables, aunque no vivamos juntas, lo segundo es que me verás todos los días en este instituto y tercero, Asia y Oceanía vendrán así que volveremos a estar juntas- mi mejor amiga asiente.
-Vale, pero como te alejes solo por eso te mato- la amenaza pero luego sonríe- quiero volver a comentar con Asia y contigo sobre los libros que me recomendáis.
-No te leíste el último, boulevard- comenta y yo reconozco el título en seguida.
-¡Porque se como acaba!- se justifica Daria.
-Acaba fatal- arrugo la nariz recordando que llegué a llorar con ese libro.
-¿Te lo has leído?- asiento.
-Claro, yo leo en wattpad, me he leído casi todas las historias- digo obvio.
-¿Y qué te pareció...- no pudo terminar porque el profesor entró en la clase.
-Buenos días- medio grita para que todos le atiendan y poder comenzar con su clase tranquilo.
A partir de ahí no escucho nada más, me siento al lado de Adrián, con la ventana al otro lado, me encanta siempre este sitio. Puedo ver a los pájaros y las nubes en el cielo, ¿por qué no puedo ser un pájaro y volar libre? Es injusto. Cada vez que veo a un pájaro abrir las alas y surcar los cielos me da un pinchazo de envidia porque yo también quiero sentir el viento en la cara y poder ver todo desde allí arriba.
-Tío,- me llama Adrián, me había olvidado que estoy en clase- o atiendes o te volverá a llamar la atención y lo sabes.
-Lo se- suspiro- pero cuando miro el cielo...- y me vuelvo a perder en las vistas, mala idea.
-Señor Míler- me grita el profesor- se que no le interesan las matemáticas, pero estoy seguro que son mejores que el cielo- no se de donde me saco el valor de hablar.
-En realidad, señor Díler- su apellido es demasiado parecido al mío, lo odio- quiero ser astrónomo, así que para mi, si es más importante- suelto de golpe.
-Comprendo- se da la vuelta y sigue con su clase.
Seguramente se ha quedado en shock, nunca he dicho lo que quiero ser de mayor y sinceramente podría haberme dicho que astrónomo es de las estrellas no del cielo, que igualmente tendré que saber matemáticas para sacarme esa carrera, pero no, se ha callado y ha seguido con su clase. Es raro, pero me siento bien al decir lo que quiero, me encantan las estrellas, siempre me han fascinado, porque ellas son algo inalcanzable, que desaparecen en algún momento igual que nosotros, como si murieran, pero en una explosión. La verdad es que el espacio en si me fascina, pero me da miedo ser astronauta, me perdería muchas cosas de la vida por estar en un sitio en el que no te pueden oír gritar y el tiempo no pasa.