¿qué es África?

Capítulo 16

Viernes, dulce viernes, como te odio.

¿Por qué los días son tan normales y a la vez no? ¿Por qué siempre salimos de la rutina aunque no queramos y cuando conseguimos seguir en ella nos aburrimos? ¿Por qué siempre nos contradecimos a nosotros mismos? ¿No podemos estar felices con lo que tenemos y no querer más? Se que está mal conformarse, pero cuando ya tienes todo lo que podrías desear, ¿lo mejor no sería pararse y apreciarlo un momento? ¿Por qué la gente prefiere ver una fotografía de alguien que está a su lado y arrepentirse de que no estén tan unidos para luego no hacer nada para arreglarlo? ¿Por qué el ser humano es tan estúpido?

Estas preguntas siempre están en mi cabeza, sobretodo los viernes ya que es el día más tranquilo de la semana y tengo más tiempo para pensar. Lo odio. No me gusta pensar en estas cosas, porque nunca obtengo una respuesta que valga la pena, siempre acabo diciendo que es porque somos idiotas y que no vemos más allá de la punta de nuestras narices. Pero eso es erróneo, porque hay gente que no es así y no se debe meter a todos en el mismo saco ¿no? 

No se debe generalizar, porque todos somos diferentes, aunque en el fondo todos nos parezcamos un poco, porque sentimos ira, sentimos alegría, y si no lo expresamos da igual, lo sentimos y eso significa que en eso nos parecemos. Pero hay gente más mala que otra ¿no? Y gente más buena que otra ¿no? ¿Qué es ser malo? ¿Mentir te convierte en malo? Pero si lo haces y luego donas 1000 euros a la beneficencia, ¿eso te vuelve a convertir en bueno? Porque, has mentido, y eso es "malo", pero has hecho una buena acción también. ¿A eso se le puede llamar equilibrio? ¿Somos buenos y malos, todo junto?

-Ey, tío- me llama Adrián desde la entrada del instituto, sacándome de mi trance- ¿en qué piensas tanto?- ríe un poco y entramos juntos para dirigirnos a la clase correspondiente.

-¿Qué piensas tú del ser humano?- suelto sin más y él se sorprende por la pregunta tan directa.

-Pues...- se lo piensa unos segundos antes de sonreír y contestar sin tartamudear- Como mucha gente dice, somos idiotas, que clasifican lo diferente cuando todos lo somos, nadie es igual aunque queramos pensar eso, todos hemos fallado alguna vez en una exposición oral en clase, pero igualmente nos burlamos de quien se ha equivocado en ese momento, aunque el día anterior quien era el centro de las burlas eras tu, te ríes, para encajar, porque es gracioso que alguien tartamudee porque está nervioso, porque necesitamos centrar nuestra atención en los problemas de los demás para olvidar los nuestros- suspira- somos idiotas porque no admitimos de verdad que lo somos, no queremos una vida aburrida, pero nos da miedo salir de nuestra zona de confort, no queremos quedarnos solos, pero cuando estamos tristes huímos y nos aislamos del mundo. En definitiva, somos idiotas hasta el fondo.

-No creía que pensaras tan profundo- frunce el ceño divertido.

-No eres el único profundo- me asegura con una sonrisa de lado- la cosa es que las conversaciones profundas que deberías tener conmigo las tienes contigo mismo, en tu cabeza y por eso siempre te preguntas lo mismo, siempre estás en un callejón sin salida porque no tienes la opinión de otra persona- sonrío al escucharle, porque tiene razón.

-Me cuesta hablar de estas cosas en voz alta, prefiero que se queden en mi cabeza.

-Pues comienza con algo pequeño y poco a poco te saldrá solo, la gente cambia, tú cambias, no eres el mismo de hace unos años- asiento y entramos en la clase de matemáticas.

Adrián tiene razón, nunca lo había considerado, siempre creí que era un poco ignorante, no en el mal sentido, sino que pensaba que no le preocupaban sus problemas, solo los dejaba correr sin sentir miedo del que pasará, sin pensar en las consecuencias. Él es el niño que me decía que si tenía ganas de llorar, sonriera y comenzara a correr hacia ninguna parte, solo para liberar estrés, sin pensar nada, con la mente en blanco, pasando de los problemas. Tal y como él lo hacía o eso me dijo, ahora veo que nadie es lo que dice ser y no nos damos cuenta porque solo nos preocupamos por nosotros mismos.

-¿En qué piensas ahora?- me lo medito unos segundos, le podría decir que nada, como siempre, pero...

-Pensaba en que deberíamos quedar un día nosotros solos, ver una película como cuando éramos niños- frunce el ceño pero está sonriendo- hemos cambiado y necesitamos algo para darnos cuenta de cuanto lo hemos hecho antes de que sea demasiado tarde, tenemos que volver a conocernos para no perdernos- ríe por lo bajo y asiente.

-Te abrazaría si no estuviéramos en clase, estoy orgulloso de ti, hermano- chocamos los puños y sacamos la lengua, igual que cuando teníamos 12 años.

-Hacía mucho que no me llamabas así- reconozco.

-No se cuando paré de hacerlo, pero lo volveré a hacer, eres mi hermano no de sangre, te necesito a mi lado- suspira al ver que yo no contesto a lo que me ha dicho- tu también me debes llamar hermano, que ahora yo me pongo cursi y tu te callas- río por lo que dice, tiene razón, pero me cuesta abrirme, incluso con él.

-Lo siento, tú también eres mi hermano no de sangre- sonrío de lado y él asiente queriendo decir algo más, pero alguien le interrumpe.

-Míler y Lagver- nos llama la atención el señor Díler- se habla en el tiempo libre, no en mi clase- los dos asentimos callados y él continúa su explicación, me había olvidado que estaba en clase.

No se debe abandonar a la gente, no se debe para de querer conocer a alguien por pensar que ya te sabes todo sobre él, porque todos cambiamos todos los días. Hoy no soy la misma persona que ayer y nadie será la misma persona mañana, porque siempre nos pasan cosas que nos haces abrir los ojos y comprendemos cosas nuevas, aprendemos de la vida, unos más que otros, pero lo hacemos, porque estamos creciendo y evolucionando continuamente, es un ciclo que nunca para, que siempre avanza, como una escalera.



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En el texto hay: primer amor, amistad, adolescencia y amor

Editado: 17.10.2020

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