¿qué es África?

Capítulo 17

Pan, pan. 

Pan, pan, pan.

Pan, pan.

Pan, pan, pan.

Repito ese ritmo varias veces con los dedos sin parar. Son las 7 de la mañana y estoy demasiado nervioso, hoy va a ser un día muy importante y no se como va a salir. Necesito estar tranquilo, sin expresar muchas emociones, creo que no ha sido muy buena idea quedar con África hoy. A lo mejor aún puedo cancelarla y quedar mejor mañana, cuando todo pase... 

No, no puedo, estoy bien, no me pasa nada, seguramente no será nada.

Trago saliva y me levanto de la cama, necesito moverme, liberar energía y desestresarme. Me pongo una sudadera encima, no llevaba camiseta, solo unos pantalones de deporte. Salgo de mi habitación con sigilo de no despertar a nadie, ya que es sábado y nadie se despierta a esta hora en fin de semana. Atravieso la cocina para salir por la puerta trasera y una vez que el viento roza mi cara... Me tranquilizo.

Siempre he reaccionado así, por eso me gusta el campo más que la ciudad, por eso me encanta donde está ubicada mi casa, lejos de a sociedad y la contaminación, donde el viento es lo bastante puro como para calmarme. Durante unos segundos me quedo quieto, dejando que el mundo pase ante mis ojos sin yo hacer nada, solo viéndolo. Porque mientras yo estoy aquí, alguien puede estar muriendo, alguien puede estar teniendo el mejor día de su vida, alguien puede estar con un corazón roto. Nadie tiene una vida perfecta y mientras tu caminas otros también lo hacen, de forma diferente a ti, pero lo hacen y no te das cuenta.

Me alejo de mi casa unos cuantos metros, respiro ondo, estiro un poco y comienzo a correr. No era lo que tenía pensado hacer nada más despertarme, pero lo necesito, es una gran forma de soltar todas las emociones. Llevo demasiado tiempo sin hacerlo y la verdad es que lo echaba de menos, se siente bien, y mientras no pare, lo seguiré estando. Es un movimiento contínuo en el que no tengo que hacer otra cosa que concentrarme en correr y ya está, el camino me lo sé de memoria y por ello lo hago inconscientemente. Es genial.

Llego al parque en el que siempre solía venir hace un par de años y me tumbo en el césped a mirar el cielo lleno de nubes. Después de un rato cierro los ojos y me intento concentrar en mi respiración aún irregular, he corrido demasiado de una tacada. Debería haber empezado poco a poco, pero necesitaba quitarme los nervios, pero ni la lectura me servía, y eso me estresaba más.

Ping, Ping, Ping.

Debí haber dejado el móvil en casa.

-Dime- suspiro cansado, es que ni puedo salir a correr en paz.

-¿Dónde estás?

-He salido a correr- contesto tajante.

-¿Por qué?

-¿Cómo que por qué?- me incorporo de golpe- porque quería y ya.

-Ya bueno, pues no deberías escaparte a las 7:30 de la mañana para ir andando por ahí como si nada.

-Lo se, pero...

-Ni peros ni peras, vuelve a casa ahora mismo- y cuelga.

Sip, mi madre se preocupa porque salga a correr y no porque mi hermana me lleve a una de sus fiestas cuando tan solo tenía 12 años. La lógica de mi madre es aplastante...

Me levanto y miro al cielo por última vez, me calma. 

Comienzo a correr de nuevo y me encuentro por el camino a la señora que siempre tiene la mirada apagada. Ella me mira, triste, y luego me sonríe mientras paso por su lado. ¿Qué ha sido eso? Paro y observo como se aleja caminando, lento, sin un rumbo fijo, solo pasea para, seguramente, olvidar. No es el mejor método, pero admito que yo intenté lo mismo... Suspiro y me acerco a ella cuando la veo sentarse en un banco mirando a un punto fijo sin sentido.

-Hola- susurro.

-¿Hoy vas a dejar de mirarme con pena- mira directamente a mis ojos, penetrándome, intentando descifrarme- o vas a decirme que debería seguir con mi vida?

-En realidad...- trago saliva, su mirada en muy intensa- no se porque le he dicho hola...

-Me llevas observando mucho tiempo- comenta.

-Lo siento si la he incomodado.

-Tranquilo, no tienes pinta de ser un mal chico, solo un poco curioso.

-Lo siento- aparto la mirada, siento como si pudiera ver hasta mi alma.

-¿Sabes mi historia?- asiento- ¿qué te parece?

-Han pasado dos años...- susurro, temo que se enfade conmigo si le digo esto.

-¿Y?

-¿Ha intentado ir a un psicólogo, a terapia?- la miro, pero ahora es ella la que aparta la mirada.

-Un hijo no se puede superar con terapia- niego con la cabeza.

-Pero puedes aprender a sobrellevar el dolor, se que no se va, pero creo que se merece ser feliz- miro mis manos cuando veo que una lágrima cae de su mejilla.

No has debido decir eso...

¿Te crees que no me había dado cuenta, consciencia estúpida?

-¿Eso crees?- su voz es un hilo, casi inaudible.

-Si...

-¿Y qué problemas puedes tener tu para intentar ayudar a una abuela como yo?- se ha enfadado.

-Tengo problemas, señora- me pongo serio- tiene razón, no como perder a un hijo, pero solo le voy a decir una cosa, antes de hablar, conozca la vida de los demás, porque si, tengo problemas, y encima intento solucionarlos, no como usted que vive encerrada en su casa deprimiéndose cada día más- suelo de golpe, me levanto y corro en dirección a mi casa.

No debería haber dicho eso, pero el daño ya está hecho.

Cuando llego a mi casa, paso a un lado de mi madre que me está gritando por haber tardado más de lo debido. No me ha servido de nada el haber salido a correr, he llegado el doble de estresado y no se si me podré controlar. Subo las escaleras y entro a mi habitación para hacer las respiraciones que me dijo que serían útiles en estos momento. No funcionan.

-Diego, te estoy hablando- mi madre entra sin llamar- te he dicho que...- me mira, luego mis manos que ya sangran por la fuerza que he hecho al apretar los puños- tranquilo- corre y me abraza- es esta tarde, hablas con ella y todo se soluciona, como antes- me sonríe y a mi se me cae una lágrima- no llores mi vida, todo está bien, vas a volver a estar bien.



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En el texto hay: primer amor, amistad, adolescencia y amor

Editado: 17.10.2020

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