Tan sencillo juzgar sin conocer.
Tan sencillo actuar sin importar el después.
Tan sencillo el presente, pero tan complicado el futuro...
Camino hasta la habitación en la que he estado tantas veces en el pasado, la que acarrea mis peores pesadillas dentro de ella. En una silla, con delante suyo, un escritorio, se encuentra la mujer que tanto me ha ayudado durante tantos años y que igualmente, he tirado todo su trabajo a la basura. Intenté hacerme el fuerte, el que no necesita apoyarse en nadie para seguir adelante y he fallado. No se como sentirme en estos momento, si feliz porque puedo pedir auxilio en alguna parte o triste por la cruel realidad que es la vida.
-Buenas tardes, Diego- me saluda con su clásica sonrisa de boca cerrada. Sin estar muy feliz, pero tampoco triste, neutra. Nunca expresa un sentimiento concreto.
-Lo siento- noto como ya se me llenan los ojos de lágrimas con solo pronunciar esas palabras.
-No, no, no debes sentir nada, debías equivocarte para ver que aún te queda un largo camino por recorrer, pero que puedes sanar- se levanta y me señala la silla que está al lado de la ventana. Ella se sienta en la que está justo en frente.
El lugar es tan blanco que hasta da dolor de cabeza y tiene más sillas que cualquier casa. Una ventana enorme te deja ver el pueblo entero, sus casas y coches que pasan por la calle. Hay dos plantas, una al lado de la puerta de entrada y otra en medio de la habitación. Me acuerdo que un día le pregunté que porqué la ponía ahí si estorba al pasar. Su sonrisa en ese momento fue tan genuina que no tuve de otra que prestar atención a su explicación.
-La gente, nada más entrar a un sitio, se suele fijar en la ventanas, en cómo están dispuestos los muebles alrededor de la habitación, pero eso no es lo que yo quiero- sonrió aún más- si pones una planta en mitad, la gente se fija en ella y así se relajan,- fruncí el ceño extrañado- se preguntan miles de veces la razón y al estar distraídos, olvidan el porqué de su llegada a este lugar.
-Pero no tiene sentido- le dije convencido- las personas no olvidan solo por una planta.
-Ay Diego, te queda tanto que aprender de la vida...- miró a través de la ventana a un punto en toda esa inmensidad- la gente se fija tanto en las vidas ajenas que olvidan la suya, ¿por qué crees que la gente se burla de otra? ¿por qué crees, aunque lo hagan inconscientemente, que las personas critican a otras personas?
-Para... ¿Olvidar?- ella asiente un poco triste por la realidad.
-Si quieres distraer a alguien, simplemente, dale algo para criticar. Algo sin sentido.
Sin duda, es una de las mejores psicólogas que he conocido. He pasado por tantos que ya ni me acuerdo del número exacto. Los fui dejando porque no causaban efecto en mí, yo seguía con ataques de ira incontrolables cada 10 segundos y ellos tampoco se esforzaban mucho para que yo mejorase. Se que simplemente es hablar a la persona y que de vez en cuando te hagan preguntas que te hagan abrir los ojos y luego sentirte mejor. Pero es que esas preguntas a mi me causaban rabia, me estresaban y no respondía ninguna. Cuando llegué aquí por primera vez, me dijo: "pregúntame lo que quieras y yo te respondo". Su táctica es completamente diferente al del resto y funciona.
-¿Cuándo volvieron?- pregunta refiriéndose a los ataques.
-Al principio de este curso, creo- trago saliva mientras aplasto más la bola antiestrés que me ha dado la secretaria.
-Bien- asiente y anota algo en su cuaderno marrón- pregunta.
-¿Por qué vuelvo a caer?- ella sonríe de lado.
-¿Por qué te fuiste?- contraataca.
-¿Por qué crees que lo hice?- entrecierro los ojos en su dirección.
-Viste que mejorabas, y pensaste que podrías solo, sin preocupar a nadie más, porque el hecho de ir al psicólogo te hacía parecer débil, y los demás pensaban que debían cuidar de ti, cosa que tu odias- se inclina un poco hacia delante como para analizarme mejor- he dado en el clavo- afirma.
-Siempre lo haces- susurro y miro por la ventana.
-Más preguntas.
-¿En algún momento podré estar bien?- esta vez la miro a los ojos fijamente.
-Nunca se está del todo bien, solo hay que intentar que la balanza que tenemos en nuestro cerebro no se desestabilice y así mantenernos cuerdos- contesta.
-Pero eso es limitarse, no querer estar bien porque se cree imposible- sonríe de nuevo.
-Echaba de menos tu forma de contradecirme, normalmente mis pacientes solo se limitan a hablar y a escucharme después, se creen todo lo que les digo y se van- me mira a los ojos, penetrante- tu eres una grata excepción.
-No has contestado a lo que he dicho- en serio me interesa este tema y a veces odio como ella va saltando de uno a otro como si nada.
-Limitarse se puede confundir con el término de ser realista, con el término de ser pesimista, pero es que en realidad, es la realidad- su juego de palabras y su forma de expresarse siempre son muy confusas.
-Pero yo quiero estar bien, no quiero tener miedo a un día explotar y hacer daño a alguien- le confieso con la voz un poco rota.
-Debes eliminar ese miedo, ya que es lo que te impide cumplir lo que deseas- frunzo el ceño sin comprender- el miedo te hace estar en tensión todo el tiempo, pero si se va... Podrás disfrutar más de la vida y te aseguro que tus ataques de ira se disminuirán a una cifra mínima.
-¿Cómo hago eso?
-¿Para qué crees que estás aquí?
Pasamos el resto de la hora haciéndonos preguntas extrañas y con respuestas confusas. Siempre ha sido así y la verdad es que me encanta. No me acordaba de la buena sensación que sentía cuando salía de esa habitación con alguna duda rara resuelta gracias a ella. También sus recomendaciones me dejan un poco aturdido porque ahora, a parte de correr, leer y escuchar música para relajarme, que fue lo primero que me recomendó hace años, me ha pedido que consiga un nuevo hobbie.