-¿Qué?- ella frunce el ceño- ¿nos mentirás otra vez solo para "no preocuparnos"?- niego con la cabeza.
-Ey, Daria, no ataques sin sentido- le intenta tranquilizar Adrián.
-Vale- levanta los brazos en forma de rendición momentánea y se sienta en la silla que hay delante mío.
Estamos en la cafetería en la que siempre quedamos y que se ha vuelto nuestro lugar de relajación. Tenemos una norma que es no hablar de nada malo aquí, pero debo romperla para recuperarlos. Es raro como las cosas cambian se un día para otro, bueno, en realidad no es así. Constantemente leo libros en los que normalmente se dice que todo cambia de golpe, con una acción, sin que se den cuenta los protagonistas. Pero no es así. Son pequeñas acciones que se van acumulando y que al final estallan y crean un grave problema. La cosa, es que creemos que es esa última acción la que lo ocasionó todo, pero la verdad es que nunca nos damos cuenta de que cada enana decisión, afecta, y por ello se crea la duda, la extrañeza, el enfado y todo acaba mal. Muy mal. Pero nunca es tarde para enmendar un error ¿no?
-Lo siento- susurro.
-¿El que?- vuelve a atacar Daria.
Ya estamos todos sentados en la misma mesa de siempre, al lado de la ventana, separados de la barra y escondidos de la gente. Como he dicho antes, esto es un sitio para alejarse de la realidad. Adrián está a mi lado, mirándome con una expresión que no logro comprender, es extraño, porque él es muy expresivo y que sea indiferente... Es raro. África está al lado de Daria que está justo en frente mío, ella no sabe en donde meterse, porque no comprende nada, no sabe nada, y por eso he pedido que la traigan. Mi mejor amiga me mira furiosa, impasible, a punto de explotar si se me ocurre mentirle o decir alguna tontería.
-Yo... Siento haberos mentido durante tanto tiempo- trago saliva con dificultad- pero tengo mis razones, bueno, o eso pensaba- sonrío triste, sin atreverme a levantar la mirada.
-¿Qué has hecho esta tarde?- me pregunta Daria más relajada, pero sin eliminar del todo su tono demandante.
-No, por ahí no debo comenzar- la miro a los ojos- el punto en el que comenzó todo fue... Creo, que cuando Eric cogió el avión y se fue, hace ya un mes y medio- mi mejor amiga frunce el ceño.
-¿Por qué?- habla mi Adrián y yo le miro.
-Porque mi vida, mi tranquilidad, mi normalidad, se resquebrajó y todo me vino de golpe, ya que también mi hermana se fue a la universidad y... Me comencé a estresar- observo a través de la ventana como las personas caminan relajadas, con el móvil en la mano o simplemente mirando a la nada, pensando.
-¿Y por qué no lo dijiste?- vuelve a preguntar Daria.
-¿Qué os iba a decir?- los miro a todos- oye, que como un amigo se me ha ido a otro país estoy mal y puede que se me vaya la pinza, prestarme atención, mirarme, ¡soy el centro del mundo!- suelto con un tono irónico y una sonrisa de lado- me hubieseis mirado extraño, sin sentido, porque a todos nos afectó que se fuera, encima, me diríais que él volvería dentro de unos meses, que no me sintiera así y luego lo dejaríais correr- se miran entre ellos y se que piensan que tengo razón.
-¿Cómo te puede afectar tanto que un amigo se vaya 3 meses a estados unidos para estudiar?- miro a la persona que ha formulado la pregunta- no tiene sentido, todos sufrimos pérdidas de amistades durante toda nuestra vida, esas cosas se deben saber, no vais a ser amigos de por vida, lo sabéis ¿no?- todos nos quedamos perplejos.
-África, esas cosas no se dicen, y menos si son mentira- le reprocha Daria.
-No, que va, mis mejores amigas del otro pueblo en las que pensaba que éramos inseparables, me abandonaron, sin sentido, solo porque éramos diferentes, y vosotros no tenéis nada en común, solo os une la infancia, no tiene sentido que seáis amigos- frunce el ceño y comienza a enumerar- un nerd- señala a Adrián- una popular y un badboy a primera vista- nos mira a mi mejor amiga y a mi- no tiene sentido.
-Te falta el gótico que sería Erick- señala Adrián que está a punto de reírse.
-Si, somos una panda de locos- suelta una carcajada Daria.
-¿Y ahora qué os pasa?- pregunta África más extrañada.
-Que eres nueva y por eso no lo entiendes- le aclaro- no nos une la infancia, nos unen nuestras diferencias, aprendemos de los otros y nos cuidamos mutuamente.
-Exacto, porque hay algo que si que tenemos en común y es la locura que tenemos dentro- sonríe orgullosa mi mejor amiga.
-También los problemas y los secretos, sabemos confiar en los otros y nunca nos abandonaríamos- corrobora Adrián.
-Pero...- intenta contradecir África.
-Nada de peros, es lo que hay, aunque nos vean raro, nos encanta estar juntos- asiento intentando que lo entienda.
-Sigo sin entender el porqué te afectó tanto que se fuera- ataca ella.
-Porque explotó mi burbuja- sentencio- llevo con una vida monótona y tranquila desde que unos ataques de ira incontrolables me surgieron- trago saliva y comienzo a explicar- cuando alguien me lleva al límite, me ciego de furia y comienzo a dar golpes sin sentido- la miro a los ojos y veo que la he asustado- nunca le he pegado a una personas, pero casi y eso es lo que intento controlar, intento que no me den estos ataques.
-¿Pero cuál es tu límite?
-Cuando todo empezó, no tenía límite, por cualquier chorrada ya me enfadaba, un año después de que esto comenzara, decidí ir al psicólogo para comprender el porqué me pasaba esto, no funcionó, incluso fue a peor- río sin gracia ante eso- hasta que fui a mi psicóloga actual, y durante dos años estuve tranquilo, sin sorpresas y eso me pareció perfecto, pensé que no recaería, que todo estaba solucionado- ruedo los ojos- entiéndeme, era un crío de 15 años que no quería ir tan pronto a un psicólogo y preocupar a tanta gente, así que llevo un año sin ir.
-¿Has vuelto esta tarde a ir?- pregunta Daria después de estar en silencio un buen rato y yo le sonrío.