¡¿qué es esto en mi barriga?!

3. ¿Keidan?

—¿Entonces el bombón salió corriendo? —me miro de arriba abajo—Hasta yo lo hubiese hecho—soltó una carcajada.

Le pegue un zape.

—Estúpida — me aferre más a la chaqueta.

Íbamos de camino hacia la casa de Lisa, después de que él chico sin nombre saliera corriendo, llego ella.

Todavía tengo sus ojos azules grabados en mi cabeza, no entiendo porque salió corriendo, ¿En serio se asustó de mi apariencia?

Bajo el espejo que está pegado al auto de Lisa en la parte de arriba y me miro.

—No estoy tan mal — reprocho mientras me acomodo un poco el cabello revuelto y todavía mojado por la lluvia.

—Lo que digas, pareces el Chuki en plena acción de asesinato — murmura mientras estaciona el auto afuera del departamento.

—Come pito —me bajo del auto y corro hacia la entrada para no mojarme tanto.

—Con gusto el del vecino que esta para chuparse los dedos —abre la puerta del departamento cuando hemos llegado al piso y me deja pasar mientras niego por su comentario.

En cuanto estoy adentro, camino hacia donde está el baño, no quiero resfriarme menos en mi estado.

—Me tome la molestia de conseguirte una cita con un ginecólogo para que te hiciera una prueba y estuviéramos más seguras.

—Me párese bien.

═══●♥●═══

—No quiero, tengo miedo.

— Kaily, no te va violar —susurra—. Bueno... no a menos que quieras.

—Lisa, me pusiste peor —tapo mi cara con mis manos—. ¿No puedes entrar conmigo? —levanto la cara de mis manos para poder observarla.

—No creo, solo puede entrar el padre y... —me miro triste.

—Yo no sé quién es...—la interrumpí bajando la mirada.

—¡Kaily Riley! —grita una mujer que parece ser la secretaria.

—Te toca —me levanto con toda la paciencia del mundo—. Ándale que se hace domingo —la castaña me empuja y yo la fulmino con la mirada.

Toco la puerta del consultorio antes de entrar, escucho un Pase del otro lado y la abro. Sentado detrás de un escritorio, está un señor de mayor edad.

—Buenos días, tú debes de ser Kaily, ¿no es así? —pregunta parándose y tendiendo una de sus manos que tomo con una ligera sonrisa.

—Sí, soy yo —me siento frente a él.

—Soy el doctor Stephen —se puso a leer algo en su computadora—. Aquí dice que vienes a hacerte una prueba de embarazo.

—S-sí.

—¿Ya te habías hecho una antes?

—Una casera y la verdad no confío mucho en ellas —respondo un poco nerviosa.

—¿Qué salió? —siguió viendo en su computadora.

Positivo.—susurro.

—Te haremos una de sangré, tal vez tarde un poco de horas en salir los análisis. ¿O podrías venir mañana? —me miro atentamente y frunció el ceño.

—Claro podría venir mañana...

—¿Cuántos años tienes? —levanto la mirada de mis manos y veo al señor más nerviosa que cuando llegue aquí.

No sé si decirle mi edad verdadera o decirle que tengo dieciocho, aunque el doctor me inspire confianza.

Di-Dieciséis —murmuro por lo bajo con la mirada en mis manos que juegan una con la otra de lo nerviosa que estoy.

—¿Y tus papás que dicen de esto? Estás muy chica, eres menor de edad —mis ojos se cristalizan solo de pensar que no tengo su apoyo.

—Me... Corrieron —muerdo mi labio inferior, el doctor suspira.

—¿Y el posible padre?

Dio en el blanco, si no había llorado cuando le dije que me corrieron mis padres de la casa, esté era el momento perfecto para hacerlo, ¿Cómo le dices a alguien que no sabes quién es el padre de tu hijo sin que te miren como a una cualquiera?

—No llores —me pasa una caja de Kleenex. Ni siquiera me había dado cuenta de que lloraba—. Él padre no quiere hacerse responsable, ¿Cierto? —lo miro con lágrimas en los ojos.

—Ya quisiera yo que no se quisiera hacer cargo, y saber aunque sea quien diablos es —bajo la mirada avergonzada y sollozo sin poder evitarlo. Limpio mi rostro con las toallitas.

—¿Quieres hablar?

—Es una larga historia —sueno mi nariz.

—Tengo tiem...—una llamada de su celular lo interrumpe—. Lo siento es mi hijo.

—No hay problema ya me tengo que ir— me levanto de mi asiento.

—Afuera mi asistente te va sacar la sangre para los análisis, te espero mañana. Un gusto en conocerte —sonrío y nos despedimos con un simple saludo de mano.

—No se preocupe, gracias —sonrío y camino hacia la puerta.

—¿Keidan? ¿Qué pasa hijo?

¿Keidan? ¿Dónde he escuchado ese nombre? 
 




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