¡¿qué es esto en mi barriga?!

17. ¿Perdió al bebé?

KAILY'S POV.

—¡Hubiera ido sola! —grito en cuanto llegamos al departamento. Aviento mi bolso al sofá pequeño y me tiro en el grande. Keidan se queda en la puerta con la mirada baja. No sé porque eso me enoja más. Estoy muy enojada. Aprieto mis dientes—. ¡Me hubieras dicho que era tú padre! ¡Tú sabías que él trabajaba ahí!

Siento que debería sacar todo lo que me estoy guardando y me disgusta.

— ¡¿Qué? ¿Tenías miedo, de decirle a tú papá que embarazaste a una chica de dieciséis años y huiste como un cobarde para después volver como si nada...?! —se siente tan bien gritar. Hasta que él me interrumpe claro

— ¡¿Tienes dieciséis años?! —abre sus ojos como platos. Me siento en el sofá.

—Claro que sí. Pero no desvíes el tema.—gruño.

—Ay por Dios. Voy a morir—lleva sus manos a su cabello, alborotándolo  todo. Lo jala demasiado que siento que se lo va arrancar—. ¡Voy a ir a la carcel! ¡Dime que estás jugando! —camino hacia mí y puso sus manos en mis hombros para zarandearme . Demasiado fuerte a decir verdad—. ¡Es mentira! ¡¿Cierto?!

—¡Claro que no es mentira imbécil! ¡Tengo dieciséis años!—le grito en su cara, trato de soltarme de su agarre pero es imposible—. ¡Suéltame! —de igual de soltarme agarro mis muñecas ahora.

—¡¿Qué hacía una nena de dieciséis años en un club para mayores de edad?!—volvió a gritar en mi cara, mis muñecas arden.

La verdad es que en una semana y media cumplo los diecisiete, pero sigo siendo menor de edad.

—¡Existen las mentiras, por si no las conoces! ¡Aunque creo que tú más que nadie las conoce muy bien! ¡También existe las identificaciones falsas, idiota!—grito. Su rostro es rojo de lo enojado que está. Ya no siento mis muñecas. Trato de quitar sus manos de ellas. Nada. Solo causo que me agarrara con más fuerza, suelto un gemido adolorido.

—Eres una niña—escupió a escasos centímetros de mi rostro—. ¿Sabes cuántos años tengo yo? —preguntó enojado.

—N-no—respondí ahora asustada. Pareciera como si se hubiera transformado. Sus ojos son un azul oscuro, se me eriza la piel solo de verlo. Lo que me asusta también es no saber su edad, si reaccionó así sabiendo mi edad, me da miedo saber la suya. Yo no le daba más de 18.

—Tengo diecinueve, próximo a cumplir veinte.—gruñó antes de soltar agresivamente mis muñecas.

Mis ojos se empezar a cristalizar, tome mi muñeca izquierda con mi mano derecha. Empiezo a respirar entrecortada, un sollozo se escapa, luego otro y así sucesivamente hasta que las lágrimas salen a mares.

¿Qué hice para merecer esto? ¿Tan mal me he portado con el mundo?

Tiene diecinueve años, ¡Diecinueve!

Recuerdo partes de ese día, Lisa me estuvo insistiendo un mes entero ir a una fiesta a las afueras, le dije mil y una vez que no; casi se puede decir que me llevo arrastras. Hizo que me pusiera un vestido que nunca me había puesto.

Mamá me había regalado un vestido en mis quince años, nunca me lo puse, no porque fuera feo sino que nunca me han gustado los vestidos. Hizo que me lo pusiera, casi me desnudó ella –casi–, cuando me lo puse me llegaba hasta los muslos. Era morado con brillos, el vestido era hermoso. Me queje de lo corto, de lo pegado que me quedaba y del escote –que no era mucho– tampoco me gustaba enseñar mucho.

Lisa me maquillo y presto un par de sus tacones, me negué también a eso. Que digo...

¡ME NEGUÉ A TODO!

Pero termine yendo...

Y eso fue lo peor.

Fue la noche en la que mi vida cambió por completo.

El ruido de una puerta siendo cerrada brutalmente me saca de mis cavilaciones, se fue...

Muerdo mi labio con fuerza, la rabia crece dentro de mí. Tengo enojo con la vida.

Todos te dejan.

Esas tres palabras hacen eco en mi cabeza, exactamente, ¿por qué todos me dejan?

Está bien, no debía ir a ese club, aunque yo no sabía que era uno. Lisa solo había dicho fiesta a las afueras, no club, aprieto mis puños con fuerza. Estoy harta de lo mismo.

¿Tanto juzgan a una persona por quedar embarazada a corta edad? ¿No deberían de ofrecerle más apoyo ahora para que salga adelante?

Más lagrimas se deslizan por mis mejillas, y grito. Grito para sacar el dolor que siento en mi pecho. El dolor de estar viviendo esto. Mi familia me abandona, y el papá de mi bebé. Solo tengo a Lisa. La única que me ha apoyado mucho antes de saber que estaba embarazada. Y se lo agradesco, mucho.

Mi garganta arde, mis ojos arden. ¿Qué más cosas tengo que pasar? Me levanto torpemente del sofá.

Tengo ganas de destrozar todo.

De desquitarme con algo para calmar mi molestia o aunque sea bajarlo solo un poco. Sé que esto me hace daño. Miro el pequeño jarrón en la mesita de centro de la sala de estar. Camino hacia el, lo tomo y con las mejillas rojas, empapadas y con los ojos ardiendo lo estrello a la pared. Los pedazos de cerámica se extienden por todas partes, el agua se derrama por todo el piso y las flores quedan tiradas.

Las flores sin agua, mueren.

Igual que una persona, sin amor.

Aprieto mis puños, eso no alivio nada, quiero destrozar otra cosa. Aprieto mis dientes hasta hacerlos rechinar. Llevo mi mirada hasta la mesa de centro de nuevo. El pequeño elefante de porcelana. Me acerco a la mesa, lo tomo con mi mano derecha, me acerco más a la pared, alzo mi mano para agarrar vuelvo y estrellarlo con toda la fuerza que tenga. Cuando estoy apunto de aventarlo doy un pasó más al frente, mi pie izquierdo resbala por el agua tirada que causó el florero.

Mi cuerpo termina en el piso, no puedo evitar que un grito de dolor salga de mi garganta, los pedazos de cerámica del florero se me encajan en mi mano izquierda, mientras la derecha no la siento. El pequeño elefante que traía en mi mano aplasto mis dedos al caer. Duele. La caída fue dura. Mi trasero duele. Caí sentada.




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