Vuelvo a removerme entre las sábanas, me siento rara y las sábanas me molestan, con mis pies las empujo hasta que salen de mi cuerpo, siento mucho calor. Trato de respirar con normalidad, el aire se atora en mi garganta. Vuelvo a moverme, me siento caliente. Abro los ojos pero lo único que miro es oscuridad. Parpadeo un par de veces para aclarar un poco mi vista aunque no pueda ver nada por la luz apagada. Paso una mano por mi frente llena de sudor, de repente empiezo a sentir frío. Mis dientes chocan unos a otros por el repentino frío. Trago saliva.
Me siento en la cama con mis manos a los lados, a tanteos trato de encontrar las sabanas de nuevo, al no tener luz me lo dificulta. Llevo una de mis manos al vientre al sentir una punzada. Frunzo un poco el ceño. Suspiro por la boca. Siento como algo sale dentro de mí. Me quedo viendo un punto fijo en la oscuridad. Trato de tranquilizarme, mantener la calma y pensar en otra cosa.
Ayer Keidan se baño aquí, después de que yo le dijera que sí quería bañarme con él. Aunque a lo ultimo no hicimos nada.
Él no quiso.
No sé porque me sentía así, quería hacerlo con él. Pero a lo ultimo se arrepintió porque no quería "lastimar" al bebé. Yo le dije que no le iba hacer nada, aunque no sabía. Creo que tendré que preguntarle a Google.
O al doctor, pendeja.
O al doctor, exacto. Gracias conciencia al fin sirves para algo.
Hago una mueca al sentir la misma punzada en la misma zona del vientre. Estoy ya me preocupa.
Con mi mano izquierda tanteo el lado donde se encuentra el chico roncando.
Claro, mientras el duerme yo muriendo lentamente.
Vuelvo a sentir al salir de mi, ¿me estaré haciendo pipí?
Con mi mano toco el hombro desnudo de Keidan, lo zarandeo lentamente para que despierte. Clavo mis uñas en su piel al sentir otra punzada más fuerte. Trato de no soltar un gemido adolorido.
—Keidan...—mi voz sale ronca por las pocas horas de sueño—. Keidan...—siento mis lagrimas acumularse en mis ojos—. ¡Keidan!— mi voz sale en un tembloso susurro seguido de un sollozo.
Siento como se mueve y gruñe por interrumpir su sueño.
— ¿Qué pasa, Kaily? —su voz ronca se hace presente. Mi respiración agitada hace que se levante rápidamente, prende la lamparita del buró que esta a un lado de él. Voltea a verme con el celo fruncido, talla sus ojos para acostumbrarse a la luz—. ¿Qué pasa?— vuelve a preguntar.
Trato de normalizar mi respiración.
—Kaily, ¿¡qué pasa!?— grita asustado.
No le respondo.
Sus ojos tratan de comunicarse conmigo, lo único que atino a hacer es voltear hacia abajo entre mis piernas. Abro mis ojos como platos, Keidan sigue mi mirada hasta toparse con la mancha carmesí que ensucia la parte íntima de mi pijama y parte de las sabanas. Abro mi boca, un jadeo fuerte sale de lo profundo de mi garganta. Quiero decirle algo a Keidan pero no puedo, quiero gritar del miedo pero tampoco puedo. Es como si tuviera una cinta tapando mi boca que me lo evitara. Mis ojos se nublan por las lágrimas.
En el momento en que mi vida está mejorando tenía que pasarme esto. En el momento en el que por primera vez me estoy sintiendo feliz. Donde el padre de mi bebé quiere intentarlo conmigo. Donde se que él me gusta. Porque me gusta. Y es absurdo porque casi no lo he tratado.
Por un momento pensé que mi vida iba mejorar. Por un momento pensé que lo malo ya había pasado. Hasta se me olvido el hecho de que mis padres me quieran enviar con los abuelos.
Como si fuera un paquete con regalo dentro. Aunque sí, tengo un regalo dentro de mí que tengo que cuidar con mi alma. Porque si es frágil y lo agitas...se rompe. Y era lo que yo no quería...que se rompiera.
—K-Kaily...—escucho que susurra.
No sé qué pasa conmigo. Creo que simplemente estoy en shock. No quiero ni imaginarme que es lo que está pasando. ¿Por qué estoy sangrando? ¿Mi bebé estará bien?
Lagrimas silenciosas bajan por mis mejillas.
—Tenemos que llevarte al hospital, princesa.—muerdo mi labio para no soltar un sollozo que a fin de cuentas termina saliendo seguido de muchos más junto con jadeos.
Estoy asustada. No, estoy aterrada. Me aterra lo que puedan decirme en el hospital.
Keidan se levanta de un salto de la cama, rápidamente se coloca sus pantalones y la camisa que traía ayer. Su cara está pálida, como si hubiera visto un fantasma o a su mamá teniendo sexo con su papá. Lo sé porque un día me pasó y quede traumada.
¡Basta, no es momento de tus estupideces Kaily Riley! ¡Estás sangrando y tienes cuatro meses de embarazo!
Me recuesto lentamente sobre la cama, escucho como el chico maldice al no poder amarrarse las agujetas bien. Más lágrimas se deslizaban por mis mejillas. No entiendo porque estoy tan calmada. Siento una opresión en mi pecho que no me deja respirar. Muerdo mi labio antes de hablar.
—Keidan...—lo llamo bajito. Él deja de hacer lo que estaba haciendo y camina hacia a mí.
—¿Sí, princesa? —acaricia mi mejilla dulcemente.
¿Por qué ahora tenía que ser tan lindo? Muerdo mi labio completo para no soltar un grito.
—No quiero...—mi voz sale ahogada por los sollozos.
—¿Qué no quieres?
—No quiero perderlo...
Simplemente decirlo me cuesta, no quiero. No quiero. No quiero.
—No vamos a perderlo, cielo.—observo como sus ojos se cristalizan y llenan de miedo.
—Prométemelo.—entrelacé mi mano con la de él. Me miró a los ojos. Una nueva punzada llego a mi vientre, lleve una mano hacia ahí haciendo una mueca. Keidan también llevó su otra mano desocupada hacia mi vientre.
—Te lo prometo, Kaily, no vamos a perder a frijolito.—beso cortamente mis labios antes de tomarme en brazos.
Y por un momento creí lo que dijo, solo por uno. Sabía que si estaba sangrando algo no iba bien. Ni conmigo ni con el bebé.
Enredé mis manos en su cuello débilmente y recosté mi cabeza en su pecho, poco a poco sentí mis ojos irse cerrando. Los dolores en mi vientre se hacían más dolorosos. Ya no quería sentirlos. Solo escuchaba como Keidan me hablaba sobre algo que no ponía atención y seguro lo hacia para tenerme despierta.
Editado: 06.07.2022