Los grises ojos de Yin se abrieron con lentitud y pesadez, sentía una brisa rozar su blanquecina piel; la cual estaba muy fría sin razón aparente. Al igual que todo su cuerpo y sus ropas. Parpadeó un par de veces observando el cielo cubierto de nubes.
Se encontraba acostada sobre un manto espeso de pura nieve blanca. La joven de cabellos blancos como pudo se sentó, el frío recorrió cada centímetro de su piel y veía claramente su aliento cada vez que exhalaba. Extendió la mano al ver como pequeñas partículas blancas caían del cielo, el cual estaba cubierto por nubes.
El sol no brillaba con la misma intensidad de siempre, se empezó a preguntar por qué.
¿En dónde se encontraba?
—¿Nieve? —se preguntó al sentir el frío que esas partículas blancas transmitían al hacer contacto con su piel.
Conocía ese estado, sabía que era producto proveniente de la congelación de partículas de agua en suspensión en la atmósfera.
Sin más que hacer, se dispuso a levantarse. No sabía exactamente en dónde se encontraba y eso supondría un problema: su instructor se enojaría nuevamente con ella, pero ¿dónde se encontraba su equipo de formación krieger?
¿Cómo sabría a dónde ir si ni siquiera sabía en donde se encontraba?
¿Qué sucedió con la guerra en la que Chiyo se enfrentaba hace escasos segundos?
¿En dónde se encontraban todos?
Aunque percibía que era ella quien se encontraba en otro lugar.
Dio una mirada a todos lados tratando de encontrar una respuesta, pero no lo logró. Y es que no había algo más que nieve y árboles alrededor.
¡Sin civilización! Ni siquiera animales.
—Pareces perdida, pequeña.
La voz de una persona mayor sacó a Yin de sus pensamientos, se permitió girar la cabeza un poco para observar de quién se trataba. Observó que no era más que un hombre, ya avanzado en edad, con una gran barba, tan blanca como la nieve, y con una mirada llena de amor y felicidad. Unos ojos de un intenso color azul muy parecidos a los del clan Kichis, pero un poco más oscuros. Sólo un poco.
Yin no sintió miedo o deseos de correr, más bien, se sentía tranquila. Lo observó unos segundos sin decir nada, estaba inmersa en el azul de aquellos ojos. Como si ellos vieran a través de ella, su alma, su corazón.
—¿Te puedo ayudar en algo? —insistió aquel hombre mostrando su pura abnegación.
—No sé dónde me encuentro —habló por fin la joven y miró en otra dirección—. Creo que estoy muy lejos de donde provengo.
—¿Y de dónde provienes, pequeña?
—De Chiyo ―respondió en un susurro volviendo su mirada al hombre, observándolo acercarse un poco y sosteniendo con firmeza los pantalones en su ancha cadera.
—No recuerdo ese nombre en alguna ciudad que haya visitado antes, ¿en qué continente se encuentra?
Yin quedó más confundida de lo que estaba al principio, dio un paso en retroceso mirando a su alrededor una vez más al sentir como el aire le empezaba a faltar esperando que Chiyo no se hubiera extinto de repente.
—La tribu Chiyo está en el continente de las grandes naciones.
—¿Tribu Chiyo? —repitió el hombre gordo meditando en sus palabras―. No, no me suena de ningún lugar y eso que conozco todo el mundo como la palma de mi mano.
Yin torció los labios y cuando volvió su mirada al hombre que vestía de rojo, sus ojos se abrieron de par a par y retrocedió, pero no porque tuviera miedo del hombre sino porque un reno se acercaba a ellos, ¡y tenía la nariz roja!
¡Ella sabía que eso no era normal en los animales!
Yin alzó un poco su mano temblorosa señalando al nada agraciado animal, tartamudeó un poco sin decir una palabra.
—¿Qué? —el hombre se giró despacio y miró al reno, luego volvió hacia Yin y sus pómulos se alzaron en una sonrisa que no se podía apreciar por su espesa barba blanca—. Oh, él es Rodolfo, mi reno de la nariz roja.
Yin se tranquilizó un poco al saber que el animal no les haría daño, pero aún estaba sorprendida.
—¿Su reno? ¿Se refiere a que es su mascota?
—Así es, él es quien me guía en esta hermosa época del año —susurró acariciando la cabeza del robusto animal―. Conoce cada camino a cada cuidad o pueblo al que debo ir.
La chica se interesó en su primer comentario y frunció el ceño acercándose con cautela—. ¿Esta… época del año?
—Navidad —respondió con gentileza.
La chica quedó intrigada por la respuesta que recibió.
—¿Navidad? ¿Qué es navidad? —Preguntó confundida ante la respuesta de aquel hombre desconocido que por alguna extraña razón le inspiraba tranquilidad y confianza.
Aún estaba intrigada por lo que aquello significaba.
—Es una época para dar regalos y amor a las personas que están cerca de nosotros. Es la celebración del nacimiento de alguien muy especial —Yin no estaba muy convencida ante su explicación, pero se mantuvo escuchando—: Es una época para compartir con nuestras familias y amigos, o con todas aquellas personas que sean especiales para nosotros.