¡qué familia de mierda!

Capítulo 3: La ceremonia (1)

Ese domingo, la primera de los hermanos que se despertó fue Mariana. Mirando la ventana ella se dio cuenta que ya era de día, algo que le llamó la atención porque Dolores siempre era la que se despertaba primero y ponía en marcha la casa. Por eso mismo, Mariana no tardó nada en buscar confirmación. Al lado de su cama, estaba la de su hermano, y ahí, al lado de la almohada, estaba el celular de Dolores. Quién sabe hasta qué hora Kevin había estado perdiendo el tiempo con el aparato hasta que lo venció el cansancio. Mariana lo agarró y miró la hora: 8:14 AM.

—¡La puta madre! —gritó y se quitó las colchas para levantarse a toda prisa—. ¡Ey, ustedes, arriba todos!

Mariana fue cama por cama, sacudiendo y despertando a sus hermanos.

»Vamos, arriba que vamos a llegar tarde a la parroquia.

Para las 9 AM. tenían que estar todos en el lugar. A esa hora empezaba el servicio de Julián. Mismo que iba a ser compartido con el de la difunta monja (Inés).

El día anterior, cuando pudieron calmarse después de tanto reírse, Dolores les explicó que sería así. Del lado izquierdo, todos los bancos estarían reservados para los que quisieran despedirse de Julián y, sobre el lado derecho, para todos los que fueran por Inés. Desde luego, ese servicio como todos los demás tendrían un costo, pero Federico ya se había encargado de todo. Ellos solo tenían que estar listos a las 8:30 AM. cuando él junto a Zara pasarían a buscarlos.

Mariana se vistió a toda marcha mientras sus hermanos se despertaban y empezaban a hacer lo mismo.

»Voy a ver si ya está lista la abuela. Y no empiecen ustedes —dijo señalando a las más pequeñas—, vamos a comer algo cuando volvamos. Ahora no hay tiempo.

Una vez ella estuvo en el pasillo pudo ver lo que hacía Dolores. Al otro extremo, la anciana estaba de pie, apoyando la mano en la puerta de la que había sido la habitación de su hijo hasta la mañana anterior.

»¡Abu! ¿Qué haces? —quiso saber mientras llegaba a su lado.

—Ay, mijita, no sabes lo que me pasó. —Dolores le sonrió, pero volvió a ponerse seria cuando también dirigió su vista de nuevo a la puerta—. Esta mañana me desperté y, como nunca, pensé en despertar a tu padre primero. Le iba a invitar unos mates, para conversar un poco aprovechando que ustedes dormían. Ya sabes, cosas de grandes, pero no me contestó. Tu padre debe estar muy cansado.

—Pero, abuela... A mí papá nunca le gustaron los mates.

—¿Ves lo tonta que soy, mi amor?

—No, abu... —Mariana abrazó a Dolores y después apoyó el costado de su cabeza sobre la de ella. Así la guió por el pasillo hasta la cocina—. ¿Hace mucho que estabas ahí?

—No sé, creo que me desperté como a las 7 y media, no estoy segura porque ni miré el reloj. No pensé en nada, no más me levanté rápido y vine para acá porque quería verlo y hablar con él, nada más.

—Abu... —alcanzó a decir Mariana, después le dio un beso y volvió a apoyar su cabeza sobre la de su abuela.

Aunque hubiera querido, Mariana no iba a poder decirle nada más. Tenía un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas.

Secándose las lágrimas mientras le daba la espalda, poniendo una pava al fuego, la mayor buscó tranquilizarse. Quizás todo había pasado tan rápido que Dolores todavía no había caído.

»Ya le dije a todos que se preparen y ya que esté la pava te doy unos mates. Tenemos que esperar a los tíos.

—Yo solo le pido a Valentina que nos cuide —dijo Dolores, ella seguía como en otro lugar.

—¿A quién, abu? —consultó Mariana al tiempo que ordenaba encima de la mesa las cosas para el mate.

—¿Qué, mi amor?

—Hablaste de una Valentina, ¿quién es?

—¡Valentina! ¡Tu padre, hay que despertar a tus hermanos! ¿Qué hora es? —Dolores quiso levantarse de la silla para ir a la habitación de sus nietos.

—No, abu, pará. Yo ya les dije, quédate ahí no más.

—Ay, gracias, mi amor. —La abuela se tocó la frente, casi como si la estuviera limpiando de sudor—. Me hacen rabiar esos niños, un día de estos voy a quedar con las ruedas para arriba por su culpa.

Mariana le sonrió. Dolores estaba de vuelta.

—8 y media dijo que venia el tío porque el servicio empieza a las 9 ¿no?

—Sí, pero tenemos que estar en la parroquia antes. Viste, hasta que lleguen todos y se acomoden.

Mariana asintió, ella estaba algo ansiosa al lado de la cocina. En el agua ya se formaban las primeras burbujitas y empezaba a salir el vapor.

Dolores se cubrió la boca cuando empezó a sollozar, Mariana giró a verla y fue rápido a su lado, olvidándose del agua. Por su parte, Kevin que ya se había levantado, llevaba un rato escuchando detrás de la puerta y en cuando se percató de que su abuela estaba llorando él quiso entrar, aunque su hermana no se lo permitió. Mariana lo vio abriendo la puerta y con un ademán le ordenó irse, él dudo, pero volvió a cerrar la puerta sin hacer ruido. Dolores, que estaba de espaldas a Kevin, no se enteró que él estaba ahí.

—¿Qué pasa, abu? —cuestionó Mariana.

Ella estaba tan afligida como su abuela, pero sabía que en ese momento Dolores necesitaba apoyo, no alguien tan o más deshecha que ella.

—Tu padre, lo que hizo... Yo tendría que haber hecho algo más para ayudarlo. ¿Qué me costaba? Pero es que pensé que iba a ser una etapa no más, que él iba a estar bien.

—Pero no, abu. No seas tonta —Mariana secó las lágrimas de su abuela y le beso la frente, luego agarró las manos de la mujer entre las suyas—. Nos recibiste a nosotros cinco y a él cuando todos nos cerraron la puerta en la cara. Si vos no nos abrías la puerta esa noche la pasamos abajo de un puente. ¿Qué decís, abu? ¿Hacer algo más? Vos lo hiciste todo.

Dolores asintió, sintiéndose mejor.

—Bueno, ya está. No es momento de llorar, ustedes me necesitan —dijo y recuperó sus manos para después levantarse del asiento.

—¡No, deja eso, ya lo hago yo! —Mariana intentó quitarle la pava de la mano, pero Dolores no la dejó.



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En el texto hay: pobreza nobleza familia

Editado: 31.05.2023

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