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Poco después Kevin volvió a la cocina con su ropa nueva y una gran sonrisa en el rostro. Mariana bromeó restregando sus ojos mientras las más pequeñas y Brenda aplaudían contentas por él. Federico le silbó como lo haría cualquier hombre que pierde la caballerosidad al ver algo que le gusta demasiado en la calle, Dolores asintió aprobando la apariencia de su nieto y Zara juntó sus manos para apoyar la cima de sus dedos en su mentón, debajo de su sonrisa igual de alegre que las demás, más que complacida con lo bien que le había quedado todo a él.
—Mucho cuidado, campeón. Cuando las chicas te vean así se te van a tirar encima. —Lo alentó el tío.
—¡Ay no, ni Dios quiera! —intervino Dolores.
—¿Por qué no, mamá? Él ya está en edad de tener una noviecita —quiso saber Federico.
—Porque no tiene un cobre y después me las trae acá al patio. —Dolores levantó su mano y negó con el dedo índice mientras tampoco perdió oportunidad de chasquear la lengua—. Después soy yo la que se las tiene que correr a escobazos limpios.
La reunión volvió a reír.
»Como la nena esa que se trajo esa vez, ¿cómo se llamaba, Mariana?
—Karina, abu. La Karina.
—Sí me acuerdo muy bien, yo estaba... —La abuela juntó sus manos y la llevó sobre el costado de su cara para apoyarse sobre ellas simulando dormir— y que empiezo a escuchar ruidos en el patio. Por la pileta de lavar la ropa al lado de mi ventana. Yo me asusté, miren si era alguien que venía con intención de ultrajarme el cuerpo. Ay no. —Nadie contuvo las carcajadas y Dolores boquiabierta por un momento, prosiguió—. ¿De qué se ríen, pelotudos?
—¿Y qué era, mamita?
—Este... —Dolores señaló al nieto que ya tendía a ponerse colorado—. Me había traído a la chiquita esa y la estaba apretando contra la pileta.
—Abu, ¿cómo vas a decir apretando? —cuestionó Mariana antes de volver a reír y cubrirse la boca.
—¿Qué, no dicen así los jóvenes? ¿Vamos a apretar, a transar?
La nieta asintió todavía ocultando su sonrisa. Mariana tenía una risa bastante potente cuando una situación le resultaba genuinamente graciosa.
»Bueno, agarré la escoba y me fui para el fondo che. Las rodillas me chocaban como los dientes en invierno del cagaso que llevaba, pero igual fui y que me les aparezco. —Dolores junto sus muñecas y realizó un espacio cóncavo con las palmas para ejemplificar—. Este sucio con el culito blanco afuera. ¡Ay, que les empecé a dar con la escoba! No les alcanzaban las patas para correr.
Dolores rompió en carcajadas que fueron acompañadas por todos mientras las más pequeñas señalaban a Kevin, él, como no podía ser de otra manera, tenía la cara roja e hirviendo de la vergüenza.
—¡Soy hombre, abu, es normal que me gusten las mujeres! —Se defendió.
—¿Qué vas a ser hombre si tenés 14? —interrogó Brenda con tono burlón.
—Por lo menos yo me metí con alguien más cerca de mi edad y no ando suspirando por un viejo que ni caso te va a hacer.
—¿Un viejo, cómo que un viejo? —Dolores inmediatamente lanzó una mirada asesina sobre la nieta.
—Le gusta Gerardo a la tarada esta y el otro ni caso si le gusta el pelado.
—¿Pelado, qué pelado? Yo no conozco ningún pelado —dijo Brenda poniendo en duda la afirmación de su hermano sobre la sexualidad del monaguillo.
—Ay, estúpido, me asusté. —Dolores se llevó la mano al pecho por un segundo y después tocó el brazo de Brenda con una caricia—. No te preocupes, mi amor, lo vas a conocer cuando tengas edad, antes no.
—¡Es topu, boluda! Ese pelado le gusta —aclaró Kevin.
Brenda bajó su cabeza, pensativa y luego enseñó los dientes en señal de asqueo cuando entendió lo dicho por su abuela.
—¡Abu! —reclamó la joven.
—Y bueno, chiquita. Las cosas como son. —Dolores señaló a Kevin para advertirle que dejara de hacer aquel gesto con el que se burlaba de Brenda con los pulgares en sus orejas y las manos a dedos extendidos girando mientras sacaba la lengua—. No te burles de tu hermana ni de ese muchacho que no te ha hecho nada.
Kevin se cruzó de brazos y con actitud prepotente tensó todavía más la cuerda.
—Y bueno, no es mi culpa que yo sea bien hombre y él no.
—Bueno... Yo no lo aseguraría si hasta el año pasado pensábamos que eras una más de nosotras.
—¿Qué, por qué? —insistió Kevin.
—Y si te querías dejar el pelo largo, andabas con ropa ajustadita y negra y hasta te querías pintar los ojos y las uñas, ¿qué íbamos a pensar?
—Pero, abu. ¡Eso es ser rockero no topu! —Se quejó.
—Sí, rockero, así le dicen ahora —sentenció la abuela para unirse una vez más al coro de risas—. Bueno, bueno... —terminó el tema al notar que Kevin se estaba sintiendo afectado—. Y decime, ¿qué me querías pedir, Zarita?
Zara miró a los chicos, incluido Kevin que había vuelto a su silla y después volvió a enfocarse en Dolores.
—Es que a mí me hubiera gustado preguntarle en privado.
—Ay, Zara, no seas tonta. Mirá... Si no es un tema exclusivamente de adultos, nosotros... —La abuela miró a Mariana que agachó su cabeza y entonces la mujer regresó con Zara—. Nosotros no nos ocultamos nada —finalizó.
Zara asintió y bajó su mirada por un segundo; Federico había tomado su mano encima de la mesa.
—Le quería preguntar si quiere venir con los chicos a pasar la tarde con nosotros.
—¿Con ustedes, dónde?
—Con nosotros en casa, mamá...
—¡No! —Zara se calló al instante. Su interrupción tan efusiva hizo que todas las miradas fueran para ella. La mujer sonrió nerviosa, comprendiendo lo brusco de su acción y continuó—. Yo estaba pensando en llevarlos a casa de mamá, Fede. Viste que el día está precioso y ella tiene la pileta con niveles. Si llevan traje de baño pueden jugar ahí toda la tarde si quieren.
—¡Sí, abu, queremos ir! —enfatizó Dulce.
Candela, como no podía ser de otra manera, siguió la iniciativa de su hermana y muy pronto ambas le estaban rogando a la abuela por ir mientras los demás las estaban observando sonrientes.