¡qué familia de mierda!

Capítulo 11: Un día feliz (2)

...

Zara siguió a su madre dentro de la cocina y al cerrar la puerta observó cómo la empleada se acomodaba en el asiento del jardín todavía con aquella actitud de culpa.

—¿Qué pasa, mamá?

—Nada grave, hija. —Alba Celeste intentó ignorar el asunto mientras buscaba dos vasos y luego caminaba a la heladera de puertas dobles—. ¿Qué vas a tomar?

—Mamá... Te conozco —insistió Zara.

—Gaseosa entonces —declaró la madre y llevó la misma a la mesa, tomó asiento y sirvió ambos vasos sin mirar a su hija, pero sintiendo la mirada fija de Zara sobre ella, se quedó sin opciones—. ¿Qué querés saber? —cuestionó antes de beber.

—Lo que está pasando. ¿Por qué María está tan nerviosa y vos tan rara?

Alba Celeste asintió y le dio un par de golpecitos a la mesa indicándole a su hija sentarse.

—Hace unos meses María me habló de una de sus hermanas. Tiene dos chicos y el marido la abandonó. Me pidió si le podía dar una oportunidad acá, pero aunque la casa sea tan grande no hay chicos así que se mantiene bien. —La madre sonrió en una corta pausa—. Le dije que iba a ver qué podía hacer y tu padre le dio chance en la inmobiliaria. Yo fui un par de veces para ver cómo iba todo y la tensión se cortaba con tijeras. No sé, hija. No tengo la certeza porque no lo voy a andar siguiendo ni nada, pero la actitud de María y su hermana me dicen que ella está haciendo puntos extra con tu padre.

—¿Qué? ¿Y no hablaste con él?

—¿De qué? Ni que fuera la primera o última vez que hace algo así.

—Pero mamá...

Zara no daba crédito a lo que oía.

—Hija, ya te lo dije, algunos hombres son como niños y eso incluye muchas cosas.

—No lo entiendo, mamá. Si ustedes siempre se llevaron tan bien.

—Y sigue siendo así, amor. Yo conozco bien a tu padre y sé que esa mujer es un juguete más. Qué te digo: ¿alguna clase de crisis de hombría? La verdad... —Alba Celeste se interrumpió para beber un sorbo más y después limpiarse la comisura de la boca—. Si te soy honesta siento más pena por ella. ¿Te imaginas, estar en una situación como la suya y que un hombre con tanto dinero se fije en vos? Debe estar haciéndose un millón de ideas, pero bueno, supongo que en algún momento se va a dar cuenta de que eso no va a llegar a nada.

—No lo puedo creer, mamá —Zara negó—. Papá te está engañando y vos estás como si nada.

—El matrimonio es así y los hombres también. Si en algún momento se aburren buscan algo más.

Zara giró la cabeza siguiendo la mirada de su madre directo a la piscina a través de la puerta ventana.

»A veces el matrimonio no está hecho de momentos buenos ni de monogamia, son cosas que pasan y como con todo lo demás hay que saber cuándo apretar y cuándo aflojar. Y no... —Alba Celeste chasqueó los dedos para llamar la atención de Zara—. No estoy diciendo que tenés que desconfiar de Fede. Se le ve a la legua que está perdido con vos. Míralo ahora, la felicidad con que juega con sus sobrinos. Hoy debe ser unos de los días más felices que tuvo así que... ¿me vas a decir por qué no parece ser igual para vos también?

—¿Qué? Yo estoy muy feliz, mamá. —Zara sonrió.

—Se lo tendrías que comunicar a tu cara porque casi no se nota —señaló la madre y entonces vio como su hija volvía a la seriedad—. Es raro, hija...

—¿Qué es tan raro?

—Bueno, yo creí que iban a tener un sexo salvaje de reconciliación y que por eso ibas a andar radiante.

—¡Mamá no! —gritó Zara para cubrirse la cara con las manos al instante.

Alba Celeste rio a carcajadas, su hija podía llegar a ser tan estructura que a ella siempre le divertía sacarla de sus casillas.

—Ay, hija, somos grandes. ¿Me vas a decir que pensas que a tu mami nunca le dieron como a cajón que no cierra? —La madre volvió a reír viendo como el rostro de su hija, todavía cubierto, se volvía rojizo a las orillas—. Que tiempos aquellos —recordó.

—¡Basta mamá, me pones incómoda! —reclamó apoyando sus manos en la mesa y llevando el torso levemente hacia adelante—. ¿No te das cuenta?

—Esa es la idea, chiquita. —Alba Celeste negó, dejó su asiento y se paró detrás de su hija poniendo las manos en sus hombros—. ¡Ay, bebé, estás más rígida que muerto entre las ocho y doce horas! ¿Por qué tanta tensión?

Zara se levantó a prisa yendo a dejar su vaso de bebida gasificada en el fregadero. Su madre, sorprendida, se quedó un momento con las manos en el aire y luego las apoyó en el respaldo de la silla. La expresión de Alba Celeste no tardó en volverse más que seria, ella sabía que su hija no estaba bien, solo que todavía no tenía ninguna seguridad que le diera la razón a esa intuición.

—¿Qué pasa, hija? —Alba celeste vio como Zara encogía los hombros y la espalda que le estaba dando—. Vos sabés que conmigo podes hablar de lo que sea. Mi trabajo es estar para apoyarte con lo que sea.

Zara asintió y luego enderezó su postura permaneciendo de espaldas y entonces miró afuera por la ventana.

—Es tan feliz con ellos, Fede ahora tiene lo que siempre quiso y yo no estoy ahí.

—¿Qué? —Alba Celeste se acercó a su hija y le puso la mano en el brazo con un medio abrazo—. ¿Por qué decís eso?

—Vos lo dijiste, mamá. Él no puede más de contento jugando con los chicos y eso es algo que yo nunca le voy a poder dar. Incluso a veces pienso que él hasta estaría mejor sin mí.

—¿Cómo va a estar mejor sin vos si nadie lo va a querer así? Jamás, hija. Eso él lo tiene que tener muy claro.

—Es difícil, mamá. No sé, siento que por mi egoísmo incluso lo estoy haciendo vivir por la mitad.

Alba Celeste hizo girar a Zara para que esta le diera la cara.

—¿Estás loca, hija, cómo vas a pensar una cosa así?

—Pero...

—¡Pero nada, mierda! —A causa del sobresalto causado por ella, Alba Celeste teniendo a Zara por los brazos sintió el temblor en su cuerpo—. ¿Cómo puede ser que vivas en un mundo tan chiquito?

Perpleja, Zara no comprendió.



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En el texto hay: pobreza nobleza familia

Editado: 31.05.2023

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