¡qué familia de mierda!

Capítulo 12: Justicia divina (1)

La tarde de Dolores fue gratamente interrumpida por Zara y dos hombres desconocidos. La abuela, como no podía ser de otra manera, simuló que no estaba contenta, pero lo acontecido la había hecho inmensamente feliz. Desde luego, no por ella.

—Él es Omar y él Jesús —explicó Zara señalando a los hombres a su lado uno a la vez.

—Ay, no, es muy pronto para que me venga a buscar —bromeó Dolores.

Los hombres sonrieron, pero Zara seguía con su expresión dura y seria.

—Omar es el jardinero de mi madre y Jesús es un empleado del cable amigo de Fede. Vinieron conmigo porque le vine a traer un regalo —explicó Zara.

Dolores elevó las cejas, sin entender del todo.

Zara miró abajo y la izquierda con gran autoridad, ordenando con indudable rigor más allá de que lo dicho aparentaba ser opcional.

»¿Lo pueden traer, muchachos? Estamos perdiendo tiempo.

Ambos hombres volvieron al auto de Zara y desde el asiento trasero sacaron un televisor finito de pantalla plana. Dolores al ver el aparato se quedó con la boca abierta mientras los hombres se acercaban con el televisor y luego ella devolvió su mirada a Zara. La abuela simplemente no podía creerlo.

»¿Y dónde lo va a acomodar, Dolores? —cuestionó Zara.

Los hombres a espaldas de la nuera no dieron ni un paso más esperando la próxima indicación.

—Pero, ¿y eso qué? —quiso saber Dolores.

Zara suspiró, se abrazó a sí misma y empezó: —Hace un rato en casa de mi madre ella le preguntó a Candela y a Dulce si querían ver dibujos, pero como ellas se quedaron calladas. Les volvió a preguntar, ella quería saber si usted las dejaba para no hacer nada que le fuera a molestar, Dolores, y... —Zara miró un momento al cielo, conteniendo su tristeza—. Las chicas le contaron lo que les pasó con su televisor.

—Como siempre esos pendejos hablando de más... —reclamó Dolores. Sin obtener respuesta, la abuela asintió para proseguir—. Lo hecho, hecho está. Pero, Zara. ¡Te hubiera salido mucho más barato arreglar el nuestro! Ese debe ser carísimo. No sé qué decirte la verdad.

—No se preocupe, Dolores. Ya lo teníamos y nosotros ni uso le damos. No tiene sentido tener un aparato así de adorno cuando acá hay chicos que lo pueden disfrutar.

Dolores abrió los ojos exageradamente mientras también lo hacía con su boca y giraba la cabeza a los lados en busca de la cámara escondida.

—¿Yo escuché bien, chiquita? —cuestionó Dolores apoyando la yema de los dedos sobre su pecho sin abandonar la expresión de sorpresa en su rostro—. ¿Me estás dando a entender que tenés al menos una pizca de sentido común?

Zara se molestó bajando levemente su cabeza y tapando la frente con su mano.

»Agggghhh... Igual de malhumorada que siempre —agregó Dolores, después negó con su cabeza y los invitó a entrar en la casa—, pero pasen, pasen, por favor.

Los hombres no emitieron sonido alguno, pero sí se miraron entre ellos. Un acuerdo silencioso revelado por sus ojos: «Se nota que se adoran».

»Lo podemos poner en la habitación de Julián... —Dolores que ya caminaba rumbo a la puerta de dicha habitación vacía, detuvo sus pasos, negó y aclaró las cosas—, en el comedor. Lo vamos a poner en el comedor —concluyó abriendo la puerta y entrando al lugar.

—Acá frente a la ventana, ¿no? —Zara se apoyó el dedo índice en la mejilla, pensando.

—¡No, no, no! —exclamó Dolores cuando acompañó sus palabras con el movimiento de sus manos negando—. Mejor allá, en la pared del fondo así acá le pongo las sillas a los chicos y queda como un cine. Mirá no más el tamaño de esa pantalla. ¿Te mostré el nuestro? —La abuela tendió a divagar cruzándose de brazos—. Es chiquitito, creo que de catorce pulgadas o algo así y también viejísimo. Ufff... Me parece que es de los primeros teles a color que salieron. Debe tener como quince años mínimo.

—Pero, Dolores... La televisión a color llegó a Argentina en los ochenta si mal no recuerdo.

—¿Ah sí? —Dolores se rascó la cabeza, confundida—. ¿Entonces cuántos años tiene? Pará... ¿De dónde lo saqué? Vos sabés que no me acuerdo cómo llegó ese tele acá.

—Señoras... —Llamó Jesús pidiendo más diligencia con el asunto.

—¡Ay, chicos, perdón! —Suplicó Dolores juntando sus manos como quien reza y en dirección a ellos—. Disculpen a esta vieja colgad...

Dolores se detuvo súbitamente para bajar sus manos, encorvar la espalda y sujetarse en abdomen. Zara, alertada por lo que veía esperó a que los hombres pasaran por delante de ambas, dirigiéndose a la pared señalada e intentó acercarse a Dolores, pero ella la detuvo poniendo la mano derecha al frente mientras enderezaba su postura.

—¿Está bien, Dolores? —consultó Zara con clara preocupación tanto en el tono de su voz como en su mirada.

—Sí, nena, estoy bien. Unos retorcijones nada más. —Dolores miró a los hombres cumpliendo la tarea y asintió—. Vos quédate acá por si ellos necesitan algo que yo ya vuelvo —concluyó y se dirigió a la salida sin mirar a la nuera.

—Pero, Dolores...  —Zara dudó. No quería ser llamada estúpida de nuevo—. Algo le pasó.

Dolores detuvo sus pasos y de espaldas a la nuera junto sus manos para elevarlas y sacudir esas en dirección al cielo más allá del techo: «Lo que tengo que aguantar», pareció pensar mientras su acción fue llevada a cabo.

—Mirá, querida, para que te dejes de hinchar las pelotas voy a ser lo más clara posible, ¿sí? —Dolores giró y se encontró con la mirada de los hombres que habían detenido sus acciones para no perderse detalle, tan o más curiosos incluso que la nuera—. Yo sé que estoy vieja, pero igual todavía hay muchas cosas con las que tengo la completa seguridad de poder hacerlas sin ningún problema, muchas menos justo ahora tirarme un pedo sin cagarme encima —sentenció.

Los hombres dejaron salir las carcajadas mientras Dolores les daba la espalda a todos otra vez para salir de la casa y Zara tenía se quedaba con su mejor expresión de shock.



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En el texto hay: pobreza nobleza familia

Editado: 31.05.2023

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