¡qué familia de mierda!

Capítulo 14: ¡No! (2)

...

Dolores caminó por la vereda de tierra irregular pensando en su elección de palabras. Quería que aquello saliera bien, pero de todos modos estaba dispuesta a todo.

Como no podía ser de otra manera, María sintió que un escalofrío recorrió su columna cuando vio que Dolores estaba entrando en su negocio. La mujer llevaba algunos minutos aburrida sin ningún cliente a la vista, pero solo bastó con esa inesperada visita para que todos sus sentidos se pusieran alerta y para que su mente le ordenara actuar normal. Una tarea un tanto complicada cuando ella ya creía saber lo que sucedería a continuación.

«No hagas un huracán de un vaso de agua, María. Ni siquiera sabes a qué viene», pensó para convencerse a sí misma de conservar la calma.

Dolores parecía estar mostrando la calma que antecede la tormenta  cuando con toda la paciencia del mundo se dirigió en caminar pausado y con media sonrisa en los labios directo al mostrador buscando quedar frente a la mujer.

—María... —empezó la abuela al llegar—, ¿cómo te está tratando el día, mucho trabajo?

—No. —María negó con el nerviosismo que trataba de controlar sin dejar de estar pendiente del lenguaje corporal de la abuela, intentando leerlo—. Lo típico, Dolores. A veces se te llena de gente y tenés cola hasta la esquina y otras no vuela ni una mosca, pero ya estoy acostumbrada. Son muchos años.

Dolores asintió y mostró los dientes buscando crear una sonrisa que por su enojo sometido internamente terminó por ser poco creíble.

—Me imagino...

—Pero, ¿qué hacés por acá, te olvidaste algo? —interrumpió María.

La abuela levantó su mano derecha para ponerla encima del mostrador antes de responder, gesto por el que María retrocedió y luego de sonreír bajó su cabeza ante la mirada fija de Dolores. Ambas tenían muy claro como la mujer se había puesto en evidencia.

—Estás como un poquito nerviosa hoy, ¿no? —presionó Dolores, pero al no recibir respuesta continuó—. En realidad venía a hablar con vos de algo en lo que me quedé pensando. Una duda... Bueno, varias que por ahí vos me podes aclarar.

—Sí, Dolores, decime. —Fingiendo tranquilidad, María apoyó sus antebrazos encima del mostrador y luego inclinó su torso hacia adelante, apoyando su pecho sobre esos—. ¿Qué querés saber?

—Es que cuando te ví por allá cerca de mi casa no me supiste decir que andabas haciendo y me quedé pensando en eso. ¿Andas repartiendo ahora?

La potente risa de María invadió el almacén, pero Dolores solo se limitó a sonreír de vuelta. Ella tenía muy claro que la tensión no hacía más que elevarse y que por eso su elección de palabras no podría estar siendo más correcta. Con dinamismo y rapidez el lazo se iba cerrando, el momento de hacerse las tontas simplemente quedaba fuera de lugar.

—No, le compré unas cositas a Nancy y las fui a buscar, pero no estaba en su casa. Por eso no tenía bolsas ni nada.

—Ah... —Dolores elevó sus cejas al percatarse de que la mujer parecía dispuesta a esquivar esa bala así que no le dejaba más opción que apretar todavía más—. Pero Nancy vive cuatro cuadras más allá de mi casa y cuando yo vine vos estabas acá, atendiendo. ¿Te dio tiempo en cinco minutos después de que yo me fui hasta que nos volvimos a encontrar para ir y volver? Que rápido caminas. —La abuela negó con la cabeza en señal de decepción.

María movió su mano intentando tocar la de Dolores en señal de disculpas, pero la abuela no se lo permitió quitando su mano desde encima del mostrador.

»Si no estoy mal me imagino que te enteraste lo que pasó entre la Matilde y yo hace poco. —La mirada de Dolores se endureció—. Y también sabes por qué pasó eso.

El miedo fue inmediato en los ojos de María, mismos que volvieron a registrar a la abuela y por lo que ella la tranquilizó.

»No te hagas drama. No traje ningún balde. —Dolores suspiró más por pena que por enojo—. Hace rato que vengo pensando en eso; ya estoy grande para tener tantos problemas. Que tiene que haber otra forma y por eso ahora estoy tratando de resolver mis problemas con la gente hablando. Digo, como adultos deberíamos ser capaces de ponernos en el lugar de los otros y llegar a un acuerdo, ¿no?

María, sin más excusas mentales a las cuales acudir, asintió asumiendo la situación y trató de actuar en consecuencia.

—Sí, Dolores, soy chismosa como la mayoría en el barrio, pero yo no hago las cosas pensando en herir a los demás. —María agarró su celular a su izquierda, junto a la caja registradora y después de buscar en los contactos lo puso frente a la abuela—. Yo le pedí el número a tu nuera para hablar con tu hijo.

—Vos me caías muy bien, María. Yo siempre tuve claro que eras igual de chusma que todas en el barrio, pero nunca me imaginé que ibas a ser tan cínica. —La abuela bajó su mirada un momento, más que apenada—. Para mí esto es una decepción; si bien nunca fuimos las mejores amigas, vos me diste una mano, fiado cuando nadie más daba un peso por nosotros y me hiciste creer que eras buena persona, pero no sé, supongo que justo te agarré en un momento de debilidad y después ya no pudiste decir que no.

—Pero Dolores... —El ceño de María se frunció cuando compartía la pena de su clienta—. Tampoco es que yo haya hablado con Federico para hacerte algún mal a vos, muy por el contrario, ¡es por tu bien!

—¿Por mi bien? —Dolores negó—. No te hagas la boluda querés. Esto me va a traer todo lo contrario a algún bien. ¿Cómo te pensas que voy a safar ahora, cómo le explico a Federico que es puro chisme?

—Mirá, te estás metiendo un montón de analgésicos, a mí no me vengas con que no te pasa nada y tampoco me vas a hacer sentir mal porque yo hice justo lo que una buena persona tiene que hacer —declaró María con absoluta firmeza—. Y ya sé que no me vas a creer nada porque para vos todo el mundo puede ser un enemigo, pero me preocupé porque te aprecio mucho y te quiero ver bien. Tenés que entender que eso que te esté pasando siempre va a ser más fácil de curar si los médicos lo agarran a tiempo.



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En el texto hay: pobreza nobleza familia

Editado: 31.05.2023

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