Escapando de sus recuerdos Dolores volvió a su presente y se dirigió al baño. Esa mañana su cabeza estaba tan aturdida que ella ni siquiera había recordado lavarse la cara, algo que se dispuso a hacer, pero que no consiguió de inmediato. La abuela, con las manos apoyadas en el lavabo se apresuró a retirarlas y a cubrirse la boca con las mismas cuando una tos tan fuerte como repentina se apoderó de ella.
—¡Ay, mierda! —Se quejó, pero en cuanto observó sus propias manos no pudo evitar el temblor en esas—. ¡No, no, no! —exclamó sin medir el tono de su voz.
Ella no pudo evitar alterarse al ver sangre en sus manos por lo que rápidamente abrió el grifo del agua, tomó el jabón y en frenética acción se lavó las manos y la cara. Una vez se halló limpia fue capaz de mirarse al espejo y comprender el miedo que reflejaban sus ojos. Todavía temblorosa, volvió a apoyar sus manos en el lavabo sintiendo que en cualquier momento podría perder la estabilidad.
»Pero qué pasa si ya no me duele nada, estoy bien. —Se dijo a sí misma en un íntimo murmullo, como si su mente fuera capaz de creer que estaba teniendo una conversación con alguien más en vez de con su propio reflejo—. Me tiene que haber parecido —insitió, pero en el lavabo aún no se iban todos los restos rojizos como pudo ver.
—¿Te falta mucho, abu? —llamó Kevin al otro lado de la puerta del baño—. Me estoy cagando —enfatizó él para dejar clara la urgencia de su situación.
Escuchar la voz de su nieto al otro lado de la puerta la alteró todavía más y con desesperación abrió el grifo una vez más en lo que recorría cada centímetro del lavabo en busca de deshacer hasta la mínima evidencia.
—En un minuto salgo —declaró cuando ya tenía la toalla que había usado para secarse, bajo revisión.
Devolviendo la toalla a su lugar y volviendo a revisar su cara y hasta su ropa en el espejo, Dolores, segura de que todo estaba bien, abrió la puerta para dejar el baño dándole paso a Kevin.
—¿Estás bien, abu? —cuestionó él preocupado por lo que veía, pero cuando Kevin vio que ella no hizo más que sostener la mirada se explico—. Parece que hubieras visto un fantasma.
Dolores lo reprendió mostrando los dientes y levantando su mano para indicarle meterse en sus asuntos. Cosa que Kevin, contagiado de ese miedo que había visto en los ojos de la mujer acató entrando al baño. Ella suspiró sintiendo que había estado tan cerca de ser descubierta y luego volvió a la cocina. De manera casi involuntaria acercó una silla a la ventana y se sentó frente a esa para intentar, pero sin poder ver nada. Su mente se había directamente al día anterior, a la conversación con Federico y Zara. Una que dado lo acontecido le quitaba toda razón.
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—No puede ser que se niegue así como así —había insistido Zara.
Dolores ya sin muestras de su paciencia anterior vio la vuelta a su cotidianidad interior y contraatacó con notable ironía.
—¿No? ¿Dónde tengo que pedir el formulario para llenarlo y que me den permiso de decidir sobre mi propia vida, chiquita?
La nuera bajó la mirada ante el notable enojo de la suegra. Por su parte, Federico sostuvo la mano de su mujer con más fuerza todavía consiguiendo que Zara sintiera el impulso de desplomarse en su hombro y ocultar su rostro mirando la puerta. Y aunque para Dolores era muy claro la manera en que eso los estaba afectando ya no podía dar su brazo a torcer.
»Me piden que siga como perro con correa y eso es lo único que hice toda mi puta vida, ¿por qué no lo entienden, tan difícil es?
Federico levantó su mano para pedirle esperar un momento y por un momento él simplemente se olvidó de todo. Soltó la mano de su mujer para tomar la cara de ella con ambas, limpiar las lágrimas que amenazaban con caer y después refugiar a la mujer en su pecho dentro de un abrazo. Dolores no pudo evitar sentir un nudo en la garganta ante la escena que presenció. ¿Por qué para ella todo había tenido que ser tan distinto, cuál era el karma que la llevó a creer que solo importaba su resiliencia? Por más difícil que resultaría creerlo, ella no pudo saber lo que era el cariño y el amor de otro ser humano hasta que lo construyó en sus hijos y sus nietos, pero aún así, todavía si dolía tanto, ella necesitaba el derecho de elegir cuándo decir adiós.
»Discúlpame, Zarita. Vos no tenés la culpa de nada, chiquita. —La abuela tragó saliva sintiendo que su garganta volvía a apretarse—. Yo no soy así, no me gusta agarrarmela con gente inocente, pero cuando uno trae tanta carga no puede pensar en nada más que sacarse un poco de encima. Cada cosa hace más empinada la subida y yo ya estoy cansada.
Dolores se cubrió el rostro con las manos intentando retener su llanto al verse tan superada por la situación y todos los pensamientos que no dejaban de arremolinarse en su mente.
Zara asintió volviendo a su lugar mientras tomaba la mano que ahora le tendía Dolores. Y de algún modo ella lo comprendió, la abuela no la estaba consolando...
—Tiene razón, Dolores. Lo menos que nosotros podemos hacer es escucharla.
Federico, atónito y aturdido por las palabras de su mujer no pudo más que quedarse mirando a su compañera en busca de una explicación.
»Ella ya pasó por mucho, Fede. No podemos pedirle más —sentenció Zara aceptando la unión con la abuela.
—¿Y los chicos qué, qué les vamos a decir a ellos? —insistió Federico todavía sin poder salir de su asombro y el sentimiento de impotencia que tanto detestaba.
Él no podía entender ni procesar cómo la que debía ser su principal aliada había decidido poner un palo más en la rueda.
»Igual, si usted cambia de opinión nosotros podemos buscar a alguien para cuidar los chicos así está tranquila, Dolores —prosiguió Zara tratando de contentar a su marido.
—¿Sabes qué pasa, nena? Ese es el problema, no dijiste nosotros los cuidamos, no, dijiste podemos buscar alguien para cuidarlos. Ahí no hay compromiso, si lo hacés es para darle gusto a Federico, no porque te salga del corazón y eso no puede ser. —Dolores observó como la nuera avergüenza bajaba la cabeza y luego señaló a su hijo para continuar—. No, Fede... Basta de eso, no me vas a hacer dudar. Yo ya hice mucho más de lo que sus propios padres quisieron hacer por ellos, no me vas a hacer sentir culpable. Ya pienso en ellos bastante y no me voy a ir hasta ver que queden encaminados, a eso ponele la firma, pero no me quieras correr por izquierda.